La transmisión de la posesión de Biden fue vista por millones y no porque todos los terrícolas sean adeptos del imperio gringo, sino que por eso mismo -por ser la primera potencia mundial- lo que allá se haga o deje de hacer repercute para bien o para mal… hasta en los países comunistas. En esta era de la aldea global con mayor razón, pues en cuestión de segundos eso se sabe. Sobre todo porque las marcadas diferencias entre los mandatarios saliente y entrante hacen más evidentes lo que se acabó y lo que sigue.
También por la manera en que lo dijeron y lo hicieron. Mientras a Trump le han cogido miles de mentiras por las redes sociales, en sus discursos y ruedas de prensa, el nuevo presidente se ha caracterizado durante toda su vida política -que es muy larga y fructífera, como congresista y vicepresidente- por ser íntegro, de una sola línea y con procedimientos que hablan muy bien de su carácter liberal, con honda sensibilidad social, defensor de los derechos humanos, de las minorías… que pronto serán mayorías. Habla poco pero hace más, mientras que el otro estuvo intentando descrestar a los gringos discutiendo temas que ni siquiera entiende, auto elogiándose por lo que hizo que fue poco y hasta por lo que dejó de hacer, que fue mucho. Cuatro años perdidos, como nos sucedió durante la llamada “patria boba” después del grito de independencia de España y antes de las batallas que expulsaron a los súbditos de Fernando VII.
Hasta en los actos de despedida y bienvenida se palparon las enormes diferencias. El aparecido y ya ex presidente con desplantes, pues rompió la tradición de estar presente en la posesión de su sucesor. (Ya había anunciado eso, a lo que Biden contestó con sorna: “primera vez que estamos de acuerdo”). Con estas actuaciones de su representante en la Casa Blanca el Partido Republicano ha quedado muy mal parado y ya está reaccionando. La inasistencia al acto en el aeropuerto de Washington de la mayoría de congresistas de ese partido -que lo apoyaron durante todo su mandato- y con el que Trump se despidió oficialmente, es la prueba de la “destorcida” de los enredos en los que los dejó. Su propio vicepresidente y candidato perdedor no solo desobedeció la orden de detener la confirmación de Biden como el ganador, sino que estuvo en el acto de la inauguración (como dicen allá) del nuevo gobierno y con eso Pence demuestra que puede estar apuntándole a la próxima candidatura presidencial de su partido. También la presencia del ex presidente Bush fue muy diciente de las distancias marcadas con el derrotado, que parece se va a quedar solo a pesar de las encuestas que le dan un 35% y los 75 millones de votos que obtuvo. Esa destorcida irá hasta allá, porque esos pobres ilusos se darán cuenta que el camino es por otra parte.
Desenredar esa madeja de cuatro años es lo primero en lo que se ocupó Biden. Los entuertos del muro en la frontera con México, el increíble retiro del pacto internacional sobre el medio ambiente, el pésimo tratamiento de la pandemia (hasta en el uso del tapabocas), las injustas leyes contra los inmigrantes y sus hijos, fueron algunos de los temas internos e internacionales que resolvió -literalmente- de un plumazo con su firma, en órdenes ejecutivas que anularon esas estupideces como de gato juguetón con el hilo casero. Volver a “la vieja normalidad” ha sido el primer paso. La blanqueada de la Casa Blanca comenzó, porque el anterior inquilino la dejó muy sucia con sus enormes caga…
Esas correcciones del nuevo presidente gringo a tamaños errores de su antecesor le quitan aire a los movimientos extremistas, sean de derecha o de izquierda. A los primeros, porque se comprobó que son flor de un día y a los segundos les demuestra que la cosa tampoco es por ahí y que el llamado a la unión para mejorar este mundo (respetando las diferencias) es la mejor vía. Y el ejemplo nos sirve también a los colombianos. Ese aire renovador es un benéfico respiro que nos alcanza… para acabar con los trumpistas que aquí aparecieron cual pandemia, copias torpes del ex mandamás del norte.
Coletilla 1: No se sabe si son por su estado de salud y el de su patrona las torpezas cometidas por la gobernadora de este departamento. El fin de semana pasado, a escaso tiempo -casi minutos- de comenzar el toque de queda nocturno, expidió un decreto ampliando esa vigencia hasta las horas diurnas. El despelote en los almacenes y sitios de ventas al público fue total. La mayoría de los usuarios solo supieron eso de oídas, porque no todos tienen la aplicación en los que la alcaldía informa de sus decisiones, que tuvo que modificar a las carreras obedeciendo la orden de su madrina.
Coletilla 2: La cantante gringa Lady Gaga lució un vestido estrambótico para cantar el himno nacional en la posesión del presidente de Estados Unidos. Como se supo que fue una fake new la invitación especial al ex presidente Santos para ese acto, ya las malas lenguas andan diciendo que la artista tenía escondido al premio nobel… dentro de su enorme falda. Y que por eso su color era rojo, como el del partido de los antepasados del ex mandatario colombiano. No se sabe por qué Santos no salió: si fue por el aburridor frío de afuera… o el amañador olorcito a “gaga” de adentro.
Coletilla 3: Las nuevas telenovelas de RCN -Pa´quererte y Enfermeras- son un intento para salir de la falta de grabaciones actualizadas por culpa de la pandemia (a la que la última ya alude en su libreto) pero tienen el tufillo cansón de Betty la fea: la gritadera. A ésta nunca la ví y ahora que la repiten intenté saber el por qué de su éxito, casi mundial. El cara de bobo que la acompaña se parece remotamente a Jerry Lewis, cómico gringo anterior a esta telenovela, que no alcanza siquiera a imitarlo.
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