DESDE MI BALCÓN
Yo crecí en una época donde la radio era indispensable en los hogares, solo los ricos tenian televisión y a blanco y negro.
Kaliman, Arandu eran nuestros héroes. Jugábamos poniéndonos las sábanas en la cabeza a manera de turbante y las toallas a manera de capas, para convertirnos en el «Hombre increíble».
Las radionovelas provocaban llanto de nuestras madres en las cocinas mientras atizaban los fogones de leña para los alimentos de la familia.
Crecí escuchando a Crimen y Castigo, La Escuelita de doña Rita, La ley contra el hampa; era tiempo de Radio Sutatenza y sus programas educativos donde muchos aprendieron a leer y a escribir.
El tiempo del lorito de Todelar, el slogan: «Nos oyen y no creen» o «Estamos en todas partes».
Tiempo de humor con Los Tolimenses, y más contemporáneo el Manicomio de Vargas Vil; en las noches la Polémica, entre otros programas, sería interminable mencionar a todos.
Era niño, cuando pensaba que los locutores estaban dentro del radio. Esa fantasía nos hacía conocer al mundo entero, gracias a la descripción detallada de los narradores de las novelas y programas radiales.
Fui creciendo y quise ser parte de ese mágico mundo, viajando a Zarzal para conocer a los locutores de RCN, a Cartago a Ondas del Valle y Radio Robledo, y con mucho esfuerzo poco a poco, gracias a Dios y amigos como el desaparecido «Gordito Cubillos» a Hugo Atehortúa, Mauricio Aristizábal, Aníbal Jurado y Cristóbal de los Ríos entre otros, me dieron la oportunidad de que mi voz fuera escuchada en esas cajitas llamadas radios.
Ya han pasado años, he recorrido muchos kilómetros del país y son muchas las palabras que he logrado modular en varias emisoras, y cada vez me convenzo de que mi labor como periodista y locutor de radio, es la más bella y un gran regalo que Dios me dio.
Tengo nostalgia del pasado, de esa radio de entrega, pasión, de amor, de magia que se ha ido acabando.
Pero es la radio una pasión, en la cual si Dios me da permiso, seguiré modulando, ya con la voz más madura y pausada, con más experiencia y esperanza de más más sabiduría.
Hoy saludo a tantos colegas, amigos y hermanos de radio que admiro y respeto como unos héroes tercos que persisten en una labor bella, una labor que informa, entretiene, divierte y enseña.
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