Cada vez nos hacemos más conscientes de la relación estrecha que existe entre la mente y el cuerpo, la manera en que nuestros pensamientos influyen sobre nuestros sentimientos y comportamientos, por lo menos la pandemia lo ha dejado ver así, pues, una amenaza directamente hacia la integridad física no ignora el efecto agotador sobre nuestra mente; todos los días nos enfrentamos a una ola de información catastrófica y de desinformación que satura, roba la paz y cambia nuestra forma de percepción e interpretación de nuestros pensamientos, en los que empieza a darle terreno a la depresión, el estrés y la ansiedad.
Nuestras relaciones familiares, sociales, económicas y afectivas han cambiado a partir de nuestra forma de afrontar la crisis, la pérdida de empleos, el miedo, la incertidumbre ha puesto a prueba en sacar todas las estrategias de afrontamiento que tenemos para hacer frente a la situación, que poco a poco se agotan para muchos a medida que se amplía el aislamiento, las cosas no mejoran, la economía se debilita más y el número de personas contagiadas aumenta.
Todos los seres humanos tenemos estrategias para afrontar situaciones de dificultad, pero parte de esos afrontamientos pueden estar fuera de una conducta adaptativa y saludable para solucionar la dificultad, lo que termina produciendo un efecto de bola de nieve que incrementa la situación que intenta solucionar, colocando en riesgo la integridad física, emocional, y espiritual. Estar de fiesta, consumiendo licor u otras sustancias pueden ser estrategias para afrontar la situación de estrés tan peligrosas como estar frente a la pantalla del televisor en Netflix, los video juegos o cualquier otra actividad que conlleve al exceso, y nuble la capacidad para conectar con la realidad por fuera de esa actividad.
El crecimiento epidemiológico del virus nos debe plantar varias preguntas en torno a cómo estamos entonces afrontando la situación, vemos con frecuencia como aumenta a la par del virus, el número de comparendos y cierre de establecimientos que no cumplen con las medidas de bioseguridad mínimas, acciones recreativas, de esparcimiento que accidentan los logros de un aislamiento preventivo y obligatorio que ha llevado meses y en el que no parece tener ningún efecto las acciones pedagógicas innovadoras de nuestro presidente con la carita feliz y la carita enojada para detener el virus, y esto seguramente tenga alguna relación con nuestro sistema cultural que ha sido trasmitido de generación nuestros rituales, la forma en como afrontamos, como canalizamos nuestras emociones; tomar un café con un amigo, hacer reuniones familiares para celebrar un logro, una fecha especial, brindar en la misma copa, abrazarnos para demostrar afecto, son las acciones que nos tienen hoy más cerca de ocupar la totalidad de la capacidad hospitalaria,
Por más intentos pedagógicos que se realicen, diferimos de esto y a cuatro meses de esta crisis, creo que todos hemos tenido por lo menos una acción que haya accidentado los protocolos de seguridad. Son muchos los grupos de riesgo, mujeres, niñas/os, ancianos, personas con enfermedades preexistentes entre ellas mentales, con características de personalidad, carácter que cambian las dinámica en cómo se debería hacer prevención y promoción de la salud, cada una de estas poblaciones con un enfoque diferente a como se pueden afrontar los problemas, como gestionar las emociones y por supuesto el entendimiento del manejo de la información y de la importancia del autocuidado. No se puede continuar con un discurso generalizado sin trasladarse a un lenguaje y contexto que permita comprender a las comunidades, a la diversidad de un país, que tiene conductas de riesgo para el contagio del Covid como una estrategia de afrontamiento.
Se debe garantizar una atención en salud mental, efectiva para todas las poblaciones de mayor riesgo, que reemplace, incremente o disminuya las estrategias de afrontamiento más saludables según sea el caso, guiado por el carácter científico y no especulativo, acciones que garanticen el bienestar y reducción del dolor, del sufrimiento, del acompañamiento en el duelo, acciones que van más allá de un abordaje de primeros auxilios psicológicos, una respiración guiada, necesitamos acciones que reestructuren nuestros pensamientos, que nos ayuden a empatizar, a crear herramientas que resuelvan incluso las dificultades ya preexistentes en la vida mental de cada uno, aprender a ser autocompasivos, a aumentar la autoestima, y un sin número de estrategias y recursos psicológicos que le permitan a los ciudadanos colombianos afrontar de manera diferente la crisis que continúa y se hace más fuerte para los próximos meses.
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