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Proteger la infancia y la adolescencia, compromiso de todos

La violencia tiene manifestaciones muy diversas que se instalan en los entornos macrosociales y microsociales dirigido con mayor contundencia a las poblaciones más indefensas, por supuesto, una estas poblaciones  es la infancia y la adolescencia, a pesar de que se ha avanzado a pasos agigantados en los derechos humamos universales para proteger estas poblaciones y que continua siendo una problemática que azota a muchos países, en especial a Colombia, donde parece que se ha empezado a generar una nueva ola de violencia donde además de vulnerar derechos tan fundamentales como la seguridad, la protección y el cuidado, no se respeta el derecho más fundamental de todos, ¡ La vida!

El Valle del Cauca, Nariño, Arauca,  solo por mencionar algunos  departamentos en los que se ha evidenciado la violencia sangrienta durante las últimas semanas, directamente sobre los jóvenes, es  un  reflejo de la violación de los derechos a gran escala, de la reproducción de un pensamiento estigmatizado, llena de prejuicios, rechazo, exclusión, racismo, clasismo que se sitúa sobre las poblaciones más desprotegidas,  se justifican las muertes como un problema del narcotráfico, o de disidencias de grupos armados, un discurso que etiqueta, pero que es en realidad una consecuencia del mismo abandono de la protección de los derechos humanos. Decir que hay buenos muertos, que tal vez lo merecen por pertenecer a grupos delincuenciales es una  de las múltiples expresiones de violencia a las que me refiero.

Mezquindad y conquista hay sobre estos pensamientos, en el que se ve a los niños y jóvenes como recipientes “ vacíos” que hay que llenar de conocimiento productivo para la vida adulta con una visión totalitarista que  se hace de acuerdo a la medida establecida por los adultos, los dirigentes, los que sí saben cómo manejar el país y las relaciones interpersonales, los que sí saben de negocios,  los que están parados desde el saber, y todo el que este por fuera de ese mandato, específicamente estos jóvenes “vacíos” son dignos entonces de  ser eliminados como desecho que se tira; una visión que arrastra al olvido y que coarta la imaginación y creatividad de millones de jóvenes en Colombia, porque se les ignora como agentes políticos de un territorio, de una nación.

Millones de niños y adolescentes nacen, crecen y mueren en contextos signados por la violencia, en la que la pérdida de un familiar principalmente la cabeza de hogar, modifica el rol de cuidado y protección,  en  muchos casos es ausencia que deja la puerta abierta para el delito ante el estímulo del consumismo que no tiene tregua ni escrúpulos,  pero no los hace merecedores al título de buenos muertos, de hecho ninguna vida es digna de perderse a través de la violencia.

Las nuevas formas de ver el país en su diversidad, a través de los nuevos medios de comunicación han desatado la cólera de quienes han creído tener la verdad por los medios tradicionales, manejado por los grandes capitales y la idea conservadora – Narcisa de ser todo poderosos y sabios; esto de alguna manera nutre las esferas microsociales a las que me refería al principio, que no son más que las dinámicas familiares en las que se reproduce la violencia física y psicológica.  Las posibilidades y el incremento de abuso y desprotección de todos los derechos en los entornos familiares, nacen desde allí, de la incapacidad para otorgar políticas públicas, y la legitimación de discursos con eufemismos, que permiten que se ejerza la violencia.

Así, según Unicef la afectación de  programas de prevención de la violencia durante la pandemia ha dejado alrededor de 1800 millones de niños desprotegidos, dejando además una afectación del 90% en la interrupción de la educación y otros servicios sociales, agregando que dos de cada tres niños no contaban con fondos de protección social o eran  insuficientes.  Por esta razón, aunque son los estados, especialmente el nuestro el que debe asumir la responsabilidad de garantizar la protección de los derechos fundamentales de los niños y adolescentes, muestro papel como ciudadanos también tiene responsabilidad sobre la infancia, somos nosotros los actores directos  que debe proporcionar bienestar, seguridad, protección, cuidado y calidad de vida en estas poblaciones y en general en todas nuestras comunidades, ser coherentes entre lo que señalamos y juzgamos y lo que hacemos como hombres y mujeres que ayudan a construir sociedad, coherentes desde la palabra y desde el accionar político en elegir la protección de los derechos, de los más vulnerables, de la protección de la justicia, de la denuncia, de contrarrestar los estereotipos y el lenguaje estigmatízate, etiquetador.

Demos la oportunidad a  las niñas y jóvenes de Colombia que  merecen una oportunidad de ser escuchados, de tener espacios democráticos, de debate,  de enseñarnos como ven el país desde su diversidad desde las nuevas formas de conocimiento, es cierto que cada vez tenemos que aprender más de ellos y no ellos de nosotros, desmontemos la idea que son los mismos los que tienen la última palabra de cómo es la vida, si hay algo cierto es que muchos llegan a viejos con prácticas y creencias que nunca han generado cambio, que han anclado el espíritu y la vida de muchos. No se es más viejo quien cuenta más años, sino quien más ha sentido un ideal, eso decía Albert Camus, y en eso estoy de acuerdo, la convicción de una sola visión de país en muchos solo se sustenta en el argumento de los años vividos y no de los ideales, el nuevo conocimiento y las nuevas herramientas nos permiten comprender que lo que se pensaba hace cincuenta años era equivocado, anclarnos a ese pensamiento no solo es anacrónico sino también un deceso de la vida.

Démonos la oportunidad de escuchar a las juventudes, a los niños, que finalmente fueron los que al final nos demostraron que se puede pactar acuerdos de paz, debatir con ideas y ponerle fin a una guerra interna de las más antiguas del mundo; El derecho a la vida se tiene que respetar por encima de cualquier desacuerdo, de cualquier confrontación ideológica-, política y de cualquier diferencia que es la esencia de la humanidad. Los jóvenes son y serán siempre el futuro de una nación, no los masacremos.

Nota aclaratoria
Las opiniones de los columnistas son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de este portal.

Santiago Rubiano Gutiérrez

Nacido en la ciudad de Manizales Caldas en el 24 de diciembre de 1992-- hijo de Carlos Alberto Rubiano y Mónica María Gutiérrez. Llegué a Cartago Valle a los tres meses de nacido, donde estudié en la escuela Roberto Delgado parte de la primaria y posteriormente continué mis estudios en el Colegio Antonio Holguin Garcés donde recibí el título de bachiller técnico en administración de empresas y en alianza con el Sena, el título de técnico en creación de empresas y su plan de negocios. Mientras estaba en el colegio estudiaba música con mi Padre quien se desempeñó como trompetista durante muchos años en la banda municipal de Cartago, aprendí a tocar el Trombón, donde participe desde el año 2008 hasta la fecha en grupos musicales de la ciudad, orquestas, chirimías, mariachis, también como trompetista. En el año 2015- 2, comencé mis estudios en Psicología en la Universidad Católica de Pereira, donde recibí el título de psicólogo con honores por trabajo de grado -En discapacidad- estrés postraumático y autoconcepto el 13 de marzo del 2020.

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