Todas las familias guardan y hasta veneran los recuerdos materiales heredados. Que la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro, herencia de la bisabuela; la cama en donde nacieron los hijos, cambiándole las tablas y el colchón -con la colchoneta incluida que se usaba enantes- y la tienden con hermosa colcha de retazos tejida por la abuelita; y hasta la cadenita de oro con la Virgen del Carmen que sirvió… para celebrarle los 15 a una parientica.
Los cartagüeños somos todos (raizales o no) una sola familia, con tradiciones muy antiguas, casi cinco veces centenarias. Muy pocas ciudades de nuestro país las tienen así de vetustas y, mucho menos, nuestros vecinos. Y como todavía se conservan algunos apellidos de sus primeros habitantes, que son como un obligatorio punto de referencia, se convierten por eso en luces en la poterna y guardianes de la heredad. Y entre esas herencias guardamos como un tesoro -con independencia de las propias creencias religiosas- el lienzo con la imagen de la Virgen que llamamos de La Pobreza, única en Colombia y hasta en el mundo con ese nombre. Esa advocación es nuestra, solo nuestra. Y bien nuestra.
Hace pocos días un medio de comunicación social de Cartago soltó la noticia de que se estaban dando los primeros pasos para solicitarle al Papa Francisco que eleve a la categoría de Basílica Menor el templo en donde -desde 1691- se guarda esta imagen que, según las tradiciones, apareció en un lienzo de una lavandera indígena en 1608. Es decir, casi 100 años antes del traslado de Cartago desde el sitio en donde la fundó el español Jorge Robledo hasta el actual, a orillas del río De La Vieja. Dijo el Oidor Manuel Antonio Del Campo y Rivas en su libro, publicado en 1803 en Guadalajara (Méjico), que en ese desfile los antiguos cartagüeños trajeron en andas a la imagen de la Virgen, en muy devota procesión.
Alguien dirá que ésta es una botadera de corriente inútil, que para nada nos sirve. Pero es que hay cosas intangibles que quizás no produzcan resultados materiales, aunque sí espirituales. Tener Basílica Menor producirá sin lugar a dudas un renacimiento de nuestro amor por la ciudad (sentido de pertenencia lo llaman hoy), tan embolatado en las últimas décadas. Y también beneficios materiales porque, como en el caso de Buga, recibiríamos las visitas de cientos de feligreses que dejarían aquí sus óbolos, no solo para la Virgen, que también a los establecimientos en los cuales se alojen. Turismo religioso se podría llamar. Porque el de los bordados… parece ya agotado. No se encuentra una sola cafetería abierta los domingos por la tarde.
Hechas las respectivas averiguaciones con don Gugle y misiá Güiqui Pedia, encontré que existen 39 basílicas en Colombia, siendo Antioquia con un 30% la que más exhibe (pa´godos… los liberales paisas). En Cali hay catedral, pero ninguna basílica. Santa Fé de Antioquia -fundada también por Robledo- la tiene desde 1941 y es, además, catedral y metropolitana. Y allí no más, en Santa Rosa de Cabal y Sevilla existen sendas basílicas menores, desde 2004 y 2015 respectivamente. Y ni se diga la de Buga, desde 1937. Entonces ¿porqué no también Cartago?
Le pregunté a Monseñor Jairo Uribe Jaramillo qué sabía de esto y me dijo que para él era primera noticia. O sea que no hay -al menos todavía- ninguna actividad oficial de la Diócesis de Cartago en este sentido. Le aconsejé (con el talante burletero, herencia de mi papá) que se hiciera lo necesario para que se produzca un milagro bien patente, que aumente y refuerce la fe de los creyentes. Sugerí rogarle a un seguidor fiel y ojalá furibundo “del que sabemos” entrar de rodillas al templo hasta el altar y con los brazos en alto gritar que viva el presidente Juan Manuel Santos. La noticia de este milagro se regaría como verdolaga en playa… y atraería más y más visitantes. Tendríamos derecho a mostrar canopeo y tintinábulo, que es un pequeño campanario para exhibir en las procesiones y otras solemnidades. Vea pues.
Coletilla 1: Comenzó a mediados de la semana que pasó la nueva serie de TeleCafé. Se llama “La Mariposa Verde” y es una historia novelada de la creación de los departamentos de Quindío y Risaralda -en ese orden-, segregándolos de Caldas. De entrada, el libretista aceptó lo que siempre se dijo: que la construcción en Manizales del teatro de lujo Los Fundadores a un altísimo costo… fue la gota que derramó la taza. Buenos actores, reforzados por Judy Henríquez (cuyo papel solo duró el primer capítulo, porque el personaje fallece) y Alejandro Buenaventura que personifica al defensor de conservar la integridad de Caldas. Se respeta el deje, hasta el del turco residente en Pereira y que no se sabe quién es, de tantos que llegaron con pasaporte de Turquía y por eso los calificaban así, porque los nombres fueron cambiados. Y se mantiene por tanto la decisión de mostrar la historia propia y no las pendejadas que producen los canales nacionales. Buena esa. Lástima, sí, los noticieros que, como lo dije en mi anterior artículo, parecen fletados por los mandamases politiqueros. El silencio ante la renuncia exigida al gerente de la R.A.P. es ya imborrable. Con esa metida de pata… quedaron tatuados.
Coletilla 2: Excelente la programación y la calidad del sonido de BLU-Radio. La reciente instalación de los aparatos necesarios para su sintonía en nuestro Norte, es cosa que se agradece. Con las noticias de la mañana y el divertido Voz Populi de las tardes quedamos perfectamente informados. Hay profesionalismo y respeto por las opiniones de los comentaristas, que las tienen diversas. Pero sobre todo por los oyentes. Allí no aparecen las referencias a intimidades sexuales… que sí se escuchan con desagrado en otros medios.
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