“Trata a un ser humano como es y seguirá siendo lo que es. Pero trátalo como puede llegar a ser y será lo que está llamado a ser”. Goethe
Indudablemente uno de los retos de la educación, especialmente la educación básica y media, es encontrar las fórmulas de reinvención ante la inesperada pandemia, que pone en evidencia, las dificultades con las que cuenta el sistema educativo para garantizar una educación inclusiva, integradora y de calidad, para todos los niños\as y adolescentes de nuestro país que no cuentan con los medios tecnológicos para reinventarse a través de la virtualidad; esto de entrada ya sitúa una barrera entre las instituciones y sus estudiantes, pero de otro lado, existe una barrera que puede ser mucho más grande en plano académico, como son los factores psicológicos, que están presentes en todo proceso de formación y acción humana.
La autoestima, es uno de estos factores Psicológicos que puede verse afectado en este proceso adaptación a las nuevas formas de enseñanza- aprendizaje, causadas por el confinamiento en el que, el rol de los cuidadores se convierte en un eje central de la formación, y del rendimiento académico, de acuerdo con las medidas de evaluación con las que las instituciones determinan los aprendizajes y logros de sus estudiantes en el periodo escolar.
Aunque son muchos los factores que influyen en el rendimiento académico, desde las que se pueden tener en cuenta las capacidades- habilidades, coeficiente intelectual y factores genéticos personales de cada estudiante, hasta el modelo pedagógico. La autoestima es un sine qua non para desarrollar cualesquier actividad cotidiana, que empieza a formarse en los primeros años de vida en relación con lo demás, especialmente de las personas más significativas (Domínguez, 2003).
¿Pero qué es exactamente la autoestima? Una definición breve sin entrar en el terreno del tecnicismo la podría definir como “ la capacidad de crear un identidad y darle un valor” ( Mckay, Fanning,1991), es necesario mencionar que este sentimiento valorativo, por ejemplo: lo hice bien o lo hice mal, se diferencia del autoconcepto, con el que podríamos confundirlo, ya que muchas personas lo utilizan de manera indistinta, corresponde a dos conceptos diferentes; el autoconcepto se puede definir como “ un sistema de esquemas cognitivos propios de cada persona a partir de la cual se define la capacidad de actuar de cada persona” ( Epstein 1993). Es decir mientras que el autoconcepto prepara y posibilita la acción, la autoestima le da un valor a esa acción.
Si vemos, el confinamiento, impuso que los niños\ as y adolescentes tengan que estar la mayor parte del tiempo recibiendo información de sus cuidadores, ¿Pero esto que tiene que ver con la educación y el rendimiento académico? Con respecto a esto se menciona que, “la principal fuente de la autoestima es la valoración que se recibe de los otros, como también el rendimiento académico depende de las concepciones que se tenga de sí mismos como estudiantes capaces” (Gonzales, Tourón, 1992), lo que me lleva a pensar en la problemática que viven miles de estudiantes durante este confinamiento.
Para nadie es un secreto, y a mi juicio, creo que cualquier Colombiano consciente de la realidad de su País, y sin necesidad de recurrir a citar cifras o estudios que nos digan sobre esto, muchos padres o cuidadores no tienen la formación para acompañar a sus hijos en tan ardua tarea, muchos, siquiera han terminado sus estudios primarios, y muchos aunque tengan un alto nivel académico, no han recibido una formación en educación emocional, lo cual puede llevar al desborde de su capacidad de respuesta en el acompañamiento en estos procesos educativos; inclusive es común escuchar aún, decir que, la “letra entra con sangre” lo cual no solo hace referencia a la agresión física sino también a una agresión verbal. Rosenberg 1995 (Gonzales, Tourón, 1992) expuso que la indiferencia de los padres es el principal factor de baja autoestima, otra de las causas que podemos ver en nuestra cotidianidad, pues, quizás muchos padres no pueden atender las necesidades de sus hijos en este tiempo porque la carga laboral ha aumentado igual para ellos.
Evidencia demuestra que una baja autoestima se puede formar en un ambiente familiar poco favorecedor, y que es la familia un elemento determinante para la formación de ésta y, que permite el desarrollo de habilidades y destrezas, pero para eso, es importante que el niño se sienta valorado y aceptado (Gutiérrez, Camacho, Martínez, 2007). Un niño con baja autoestima enfrenta dificultades que lo atrapan en un ciclo de fracaso, al contrario de lo que sucede con un niño con una alta autoestima, que le permite resolver las dificultades con mayor éxito (Zilberstein, 2014).
No parece tan complejo para algunos, pero a veces y sin intención de hacer las cosas de manera errónea, se puede llegar a hacer las cosas no tan bien, pues, muchos padres, fueron quizás también criados bajo modelos que no permitieron desarrollar una autoestima alta y comprender la utilización de un adecuado manejo del lenguaje de la autoestima, Mckay 1991 nos dice que este es el instrumento más poderoso para edificar la autoestima de su hijo y propone que el Fedback que fomenta la autoestima tiene tres componentes
Estos planteamientos en general nos lleva a pensar más en la escucha y la valía que se tiene que hacer a los estudiantes en su proceso educativo, el papel de la familia, cuidadores y del acompañamiento desde la retroalimentación positiva de sus acciones, destacando y permitiéndole expresar libremente lo que quiere mostrar a través de sus creaciones, este Fedback del que nos habla el autor antes mencionado, empieza a formarse como una voz interior sobre los pensamientos del pequeño que lo guiara con más confianza a realizar y enfrentarse a las tareas; todos, los que somos adultos podemos tener la convicción de esto cuando pensamos en las acciones que realizamos, y la valoración que hacemos de esas acciones en relación con las demás personas, de ahí la importancia de cambiar verbalizaciones negativas que frustren la valía de cualquier creación de los estudiantes que tienen como punto de referencia la evaluación y juicio de los adultos y especialmente de sus cuidadores quienes son su modelo a seguir.
Ante esto me suscita una pregunta ¿Realmente cree usted que su hijo sabe cuál de sus habilidades es la que más admira usted de él y por qué? Tampoco es necesario caer en el exceso, solo por creer que es la mejor manera de fomentar la autoestima, decirle a su hijo que tiene el mejor dibujo del mundo, decir que es el estudiante más inteligente de la escuela, como nos intuye Mckay, tal vez a su hijo no le interese ser el mejor del mundo o del colegio, le interese ser el mejor para usted y para el mismo.
La intención última de escribir esto y para cerrar, pero a la vez dejar el tema abierto a más discusiones, es pronunciarme, ante una de las tantas problemáticas que ha provocado el confinamiento por el Covid-19, no explícitamente por que sea un tema que sea resultado directo de las consecuencias de la pandemia, aunque esto no es un tema nuevo y por el contrario corren ríos de tinta sobre el tema, creo que en nuestra historia reciente, el papel de los padres y cuidadores no había tomado tanta importancia en la educación de sus hijos como el de proporcionar no solo el acompañamiento académico, sino además de potenciar sus habilidades, destrezas y rendimiento.
Para muchos puede ser sencillo y coherente, pero para otros y más en las familias que se puede vivir algún escenario de maltrato intrafamiliar, en el que no se proporciona ni el más mínimo bienestar de salud mental, se destruye, minimiza y paraliza la autoestima de quienes pronto serán adultos que sueñan con convertirse en profesionales, y se apague en las voces de invalidación y desaprobación de quienes consideran son las personas más significativas de su vida.
Nadie estaba preparado para asumir una responsabilidad tan directa de la noche a la mañana, el hecho de que los niños\as y adolescentes tengan que recibir más información todo el tiempo de sus cuidadores, padres y familia y con muy pocas posibilidades de sus maestros y pares, hace un llamado a la a la educación con amor, con respeto, y sobre todo la oportunidad a crear pequeños gigantes, desde la autoestima, capaces de llegar tan lejos como se lo propongan y a una verdadera reinvención en la manera de educar y formar.
Referencias:
Domínguez, L. (2003). Edad escolar en psicología del desarrollo del escolar. Selección de Lecturas. Tomo I. Cuba: Félix Varela. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4730567.pdf
Epstein, S. (1973). The self-concept revisited: Or a theory of a theory. American Psychologist, 28(5), 404-416. http://dx.doi.org/10.1037/h0034679
Gonzales, M., Tourón, J. (1992). Autoconcepto y rendimiento escolar sus implicaciones en la autorregulación del aprendizaje. Universidad de navarra, España. Recuperado de: https://dadun.unav.edu/handle/10171/21388
Gutiérrez, P., Camacho, N., Martínez, M. (2007). Autoestima, funcionalidad familiar y rendimiento escolar en adolescentes. Atención primaria. 597-603. Recuperado de: https://reader.elsevier.com/reader/sd/pii/S0212656707709861?token=356D284DE077923ACD1EF59B47CEEDF3D8C0CAD99792916A16D0D05A81C357DB45621BFAAB20AB37DF443134F6090697
Mckay, M., Fanning, P. (1991). Autoestima: evaluación y mejora. Martínez roca. Barcelona. Recuperado de: https://www.academia.edu/4102005/Mckay-Matthew-Autoestima-Evaluacion-Y-Mejora Zilberstein, M. (2014). Influencia de la familia en la formación de la autoestima del niño. Conexión de psicología. Recuperado de: https://www.researchgate.net/profile/Valentina_Parra_Ocampo/publication/328573073_Trasfondos_de_la_Alimentacion_Humana/links/5bd64f0c92851c6b27962aca/Trasfondos-de-la-Alimentacion-Humana.pdf#page=12
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