Los dirigentes cartagueños tienen una deuda histórica con sus habitantes. Las promesas y cantos de sirena se han vuelto una costumbre que ha agudizado el desencanto y frustración de una comunidad cada vez más escéptica que ya no cree en pajaritos de oro a medida que la ciudad se acerca a sus cinco siglos en clara y comparativa decadencia.
Una juventud que debe emigrar en busca de trabajo en otras localidades o en el exterior por la falta de oportunidades de empleo, que poco o nada se ha hecho para incentivarlo y proveerlo. El mayor empleador es el gobierno local y allí no caben todos.
¿Qué pasó por ejemplo con el Parque Industrial y la Zona Franca que el Concejo municipal aprobó con el acuerdo 035 de 1998, cuyo presupuesto de ingresos y egresos para 1999 se estimaba en 455 millones de pesos de la época? ¡Una quimera más! Del aeropuerto escucho por más de 40 años que pronto se pondrá a funcionar y se convierte en caballito de batalla con un sinnúmero de promesas incumplidas especialmente en época preelectoral.
Proyectos e ideas sueltas que se echan al aire sin mayor planeación, creando expectativas y esperanzas de redención que terminan en frustraciones, carentes de gestión y compromiso real.
Indudablemente han faltado visión, estrategia, empuje con gestión decidida y posiblemente recursos económicos ante la malversación y pérdidas en administraciones anteriores, sumado al abandono del gobierno departamental.
La inconformidad latente se nota por ejemplo en varios comentaristas y columnistas de este informativo y en una sociedad oprimida por el alto costo de los servicios públicos, la falta de oportunidades laborales, salud, seguridad y educación, todo agravado por los efectos devastadores de la pandemia actual que exige acción.
El alcalde de la ciudad, tiene la oportunidad con la propuesta de su vecino el mandatario de la sí progresista y joven ciudad de Pereira, de hacer realidad el sueño esperanzador de poner en funcionamiento el aeropuerto local al lograr la integración ampliada con el Área Metropolitana Centro Occidente, que cuenta con el apoyo de la mayoría de concejales y la comunidad y que resalté en mis anteriores artículos en este medio, titulados Sinergia Metropolitana Recargada y Sinergia Regional.
Con el aeropuerto de Santa Ana prestando los servicios de carga y posibilidades de alternar en casos de emergencia en el Matecaña, se abrirían grandes oportunidades de desarrollo para esta querida ciudad y sus vecinos norte vallecaucanos, facilitándole también promover sus innatas y creadas capacidades turísticas.
Si además el concejo municipal aprueba un proyecto de acuerdo para dar incentivos y rebajas de impuestos atractivos a las industrias que se establezcan en sus predios, se podría revivir con grandes posibilidades el acuerdo 035 de 1998 del Parque Industrial, que contaría con el significativo aporte del aeropuerto.
Me gustaría ser un vigía de que esta iniciativa integracionista y la funcionalidad aeroportuaria no se convierta en una frustración adicional de la comunidad cartagueña.
En mis primeros estudios universitarios en la UTP, al graduarme de bachiller en mi recordado Colegio Nacional Académico, me radiqué inicialmente en el antiguo corregimiento de Dosquebradas siendo testigo activo, como colaborador ocasional del periódico la Patria y presidente de la Asociación Juvenil ASOJUD, de su crecimiento industrial y su transición como municipio, que con los incentivos dados se convirtió rápidamente en un polo de desarrollo y trabajo para sus habitantes. Ojalá algo parecido suceda en Cartago. Los dos alcaldes tienen la palabra, en especial el de la ciudad del sol más alegre de Colombia.
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