Hace escasas dos semanas se posesionaron los nuevos alcaldes de los mil ciento y pico de municipios de este país y algunos dirán que hay que dejarlos comenzar. Pero es que, como decían mis tías las “inas” (Marcelina, Etelvina y Waldina)… “al desayuno se sabe lo que será el almuerzo”, frase trillada pero que sirve bien para fijar conceptos. De los gobernadores de los departamentos no me ocuparé -nunca lo hago- porque esas entidades territoriales cada día interesan menos.
En primer lugar, creo que el desayuno fue el 27 de octubre. En ese día de las elecciones, los ciudadanos rompieron el ayuno de participación que tuvieron durante largos cuatro años, porque los mecanismos aprobados hace tiempo para garantizar la opinión que puedan tener los electores, no funcionan. Su reglamentación fue ilógica, al implementar unos porcentajes tan altos para cada uno que los ha vuelto inoperantes. Por eso, nunca funcionan las revocatorias de mandato, para dar solo ese ejemplo.
Al grano. Los casos de Bogotá y Medellín, como los de Bucaramanga, Cartagena y otras de las ciudades más importantes de este país, nos demuestran que los ciudadanos están mamados, jartos, de los caminos que señalan (si es que lo hacen) los partidos políticos tradicionales… porque no nos llevan a ninguna parte. La reacción de los electores en Medellín es la más paradigmática: un muchacho -no pasa de los 40- se conectó con su generación hablándoles su mismo lenguaje, interpretando así el anhelo de las mayorías, que finalmente lo eligieron como su primera autoridad, por encima del querer de caciques tradicionales que se creían todavía los dueños de esa opinión pública. Me queda, sí, un hueco en la información de su carrera: el que va desde que asistía gratis a clases en la universidad porque no tenía con qué pagar la matrícula, hasta su ingreso a cursos de postgrado en alguna gringa muy prestigiosa y su posterior llegada a un viceministerio. ¿Cómo hizo… sin padrinos?
Y entre nuestros vecinos -Manizales, Armenia y Pereira- también hubo un largo ayuno. La capital de Caldas tiene hoy como su alcalde a otro muchacho, que se dio a conocer con un aguerrido paso por el concejo de esa ciudad, enfrentado a casi todo el resto de sus colegas. Su defensa del medio ambiente por las posibles consecuencias en la construcción de una ambiciosa obra oficial, fue su bandera más llamativa, logrando así que la opinión pública de una sociedad tradicionalmente muy conservadora (y no solo en la militancia política sino en sus mismas costumbres) le diera mayoritariamente su respaldo. En Armenia se siente un cambio en la praxis de la política y de la administración pública. Después de años de enredos y escándalos -que llevaron a la cárcel a una alcaldesa y a su sucesor- parece respirarse un entendimiento entre el recién elegido y el nuevo gobernador. Eso, al menos, lo demuestran las cuñas difundidas por TeleCafé. Lo de Pereira requiere esperar un momentico. El sucesor del “alcalde de cemento”, como ha sido calificado por sus contradictores el alcalde suspendido por la descarada participación en política, es su recomendado y falta ver si será solo eso: un mandadero.
Lo que más llama la atención es que en las posesiones de estos alcaldes vecinos se vio la presencia de sus colegas de las otras capitales, con compromisos públicos para la consecución de recursos del orden nacional que solucionen necesidades intermunicipales. Tal es el caso de la petición de un hospital de cuarto nivel para evitar los paseos de la muerte hasta Cali, Medellín o Bogotá. El mismo apoyo a una obra que nos parece faraónica e innecesaria como el aeropuerto de Palestina (que hasta hoy es solo una maqueta), da entender que entre ellos desaparecieron los celos regionales que motivaron antaño la desbaratada del Viejo Caldas, partiéndolo en tres. Motivada, entre otras cosas, por los egoísmos entre ellos, que no querían que los otros tuvieran aeropuerto propio, teatro lujoso… y obispo para cada uno, como dice Gardeazábal.
Y mientras tanto aquí, lo que sé es que en la posesión del nuevo alcalde de Cartago estuvieron “los mismos… y con las mismas” y no hubo ni presencia de los primeros mandatarios de los municipios norteños vecinos, ni llamados a la unión entre las 18 entidades que, tradicionalmente (porque no hay una ordenanza o decreto departamental que así lo haya dicho) conforman nuestro Norte. Repito aquí lo que he escrito varias veces para esta misma columna, hasta volverme reiterativo y cansón: hay necesidades intermunicipales que requieren esa unión, como un acueducto provincial que baje agua desde la serranía de Los Paraguas por simple gravedad y cubra necesidades de la mayoría de los municipios, tal vez hasta Obando y dejando el resto al Brut (Bolívar, Roldanillo, La Unión y Toro). Una Universidad Provincial, cuya sede podría ser Toro, en el centro de este Norte y a donde irían todos los muchachos a capacitarse. Hospital de tercer nivel, adecuando el de Cartago para esos efectos. Banco de maquinaria amarilla para la construcción y mantenimiento de las vías terciarias, que faciliten la salida de los productos agropecuarios a los mercados y promueva el turismo rural, tan de moda. En fin…
Coletilla: Doy mi saludo fraternal al nuevo columnista de esta página web, el manizaleño Pedro Felipe Hoyos Körbel, historiador, escritor, editor, columnista del diario La Patria. Me ha dicho él que quiere ser el historiador de nuestra región y ya comenzó: su Colección Pequeña Historia debe ser conocida por todos. Y el rigor heredado de sus ancestros alemanes nos garantiza que será digno sucesor de Juan Friede, otro germano, que hizo historia por aquí en la década de los 60´s. Bienvenido, pues, paisano de allí no más: del Eje Cafetero.
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