Hace exactamente 25 años, el 25 de enero de 1999, la ciudad de Armenia, en el corazón del Quindío, se vio sacudida por un devastador terremoto de magnitud 6.1 en la escala de Richter con epicentro en zona montañosa de Córdoba. Este desastre natural no solo afectó a Armenia, sino que se extendió a otros departamentos como Risaralda, Caldas, Tolima y Valle del Cauca, dejando una estela de destrucción y desolación a su paso.
El recuento de la tragedia es desgarrador: 1.185 personas perdieron la vida, 8.536 resultaron heridas y un total de 35.972 viviendas quedaron completamente destruidas o inhabilitadas. Con una profundidad de 21.6 kilómetros, el terremoto dejó una marca imborrable en la memoria de quienes vivieron aquel fatídico día.
El catastrófico evento comenzó a las 1:19 de la tarde, cuando la tierra tembló y el cielo se oscureció sobre Armenia y sus alrededores. En apenas 28 segundos, la ciudad fue reducida a escombros, dejando a miles de personas atrapadas bajo toneladas de concreto y metal retorcido. La desesperación y el caos reinaron mientras la población luchaba por encontrar a sus seres queridos entre los escombros.
En los días siguientes, Armenia se convirtió en un paisaje desolador de angustia y destrucción. Cerca de 13 mil familias, equivalente a 240 mil personas, se vieron obligadas a refugiarse en albergues temporales, mientras la ciudad quedaba paralizada sin servicios públicos ni comunicaciones.
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Reconstrucción y recuperación tras la tragedia
A pesar de la devastación, la solidaridad y la esperanza emergieron entre las ruinas. Se rindió homenaje a las 1.100 víctimas, se brindó atención médica a los heridos y se llevó a cabo una monumental tarea de reconstrucción con una inversión de 1.6 billones de pesos. Gracias a estos esfuerzos, Armenia, La Tebaida, Montenegro y otros municipios del Eje Cafetero pudieron levantarse de nuevo.
A lo largo de los años, se han implementado importantes lecciones aprendidas. Se han adoptado técnicas de construcción con materiales locales y sistemas antisísmicos de vanguardia, asegurando que las comunidades estén mejor preparadas para enfrentar futuros desastres naturales.
Hoy, más de dos décadas después, las ciudades afectadas por el terremoto que afectó principalmente a Armenia, siguen adelante con determinación y resiliencia, recordando la tragedia que marcó sus vidas pero mirando hacia un futuro de esperanza y reconstrucción.
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