En estos momentos, cuando comienzan a darse las primeras campanadas hacia un debate en el que se elegirán los gobiernos locales en octubre del año que cursa, para que los ciudadanos decidan -de manera independiente, autónoma y soberana- cuáles de los candidatos quieren que sean sus alcaldes y gobernadores, sus concejales y diputados, bueno es presentar un esbozo general del programa de gobierno que, en mi concepto, deben tener los que aspiran a esas alcaldías e inscribirlo en su debido momento en la Registraduría Municipal del Estado Civil de cada ciudad, en cumplimiento del mandato constitucional y legal que así lo ordena; pues recordemos que, gracias precisamente a la nueva Constitución de 1991, los ciudadanos ya no solo votan por un nombre, sino también por un programa, en los casos de las elecciones de alcaldes y gobernadores.
Lo primero que debe ofrecer ese candidato, es que ése, su programa de gobierno, será elaborado por toda la comunidad, representada en los actuales integrantes de las Juntas Administradoras Locales de las Comunas y los Corregimientos, donde los haya -y también en aquellos y aquellas ciudadanos y ciudadanas que aspiren a ser elegidos para esos cargos de comuneros en las mismas elecciones de octubre-, lo mismo que en los directores de la acción comunal vigentes en todos los barrios y veredas de los municipios.
Y de ser considerado por ellos y ellas conveniente y necesario, que lleven inclusive notario público a esas reuniones, en las que los propios ciudadanos decidan cuáles obras y servicios se necesitan en cada comuna, en cada corregimiento, en cada barrio y en cada vereda. Debe demostrar así -de entrada y como candidato- que, si es elegido alcalde, dará plena y total participación ciudadana en la conducción de los destinos de su municipio.
Que ofrezca, pues, con la colaboración de todos, acabar de una vez y para siempre con el engaño, con la burla de la voluntad popular de la que hemos sido víctimas todos los colombianos -pero especialmente sus voceros válidos, como lo son los comuneros y líderes comunales-, por parte de las últimas administraciones municipales, que no han dado cumplimiento a esa participación ciudadana, como así lo demuestra en Cartago la subasta de las Empresas Municipales, sin consultar la voluntad popular; o el hecho notorio de que ni una sola obra ha sido construida en convenio con las Juntas de Acción Comunal, lo que hubiera rebajado costos, haciendo rendir mucho más el presupuesto municipal. Pero es que ya conocemos muy bien ese estilo de hacer las obras… con la complicidad de los contratistas avivatos.
Democracia es participar comunitariamente, pero no solo en la discusión de los asuntos públicos (eso hasta en las dictaduras se da), sino también -y sobre todo- en la toma de las decisiones y en el control de la administración para que éstas se cumplan. El lema debe ser, pues: “Vamos todos a gobernar”.
Creo que esta manifestación pública y expresa, sin tapujos y oportuna, recibiría el apoyo de todos. Quiero recordar el hecho suficientemente conocido de haber sido este columnista el asesor de la administración municipal en 1991 para la creación de esas Juntas Administradoras Locales; y el autor de la propuesta de realizar un cabildo abierto, en 1992, para presionar la elección de los primeros comuneros de Cartago, lo que demuestra cuál ha sido, es y será mi criterio y mi voluntad con respecto a la participación ciudadana. No es, pues, un pronunciamiento oportunista y electorero, un anzuelo para cazar votos. Este ha sido desde hace muchos años mi lenguaje. Claro que ya empiezan a salir a la palestra los candidatos a la alcaldía que -de manera irrespetuosa con la opinión pública- tratan de venderle, a las carreras, una imagen y un lenguaje que nunca han tenido.
Antiguos líderes comunales todavía me llaman “el padre de las comunas”, calificativo que me llena de orgullo, pero también de frustración, al ver que este mecanismo de participación ciudadana -que funciona de manera excelente en muchas ciudades de Colombia- ha sido aquí despreciado y manipulado por esos que no quieren competidores en el servicio público y han tratado de abortar una nueva clase dirigente, que nazca de las comunas y los corregimientos, los barrios y las veredas de todo Cartago.
El otro pilar fundamental de toda propuesta es una rigurosa planeación. Y es que si se gobierna con participación ciudadana, pero sin estricta planeación, la administración se convierte en populismo, que es la mejor manera de llegar al caos y a la corrupción. Y lo contrario: si hay mucha planeación, pero sin participación ciudadana, se le entregan las decisiones a una cosa todavía más detestable… y es la odiosa tecnocracia, en la que siete supuestos sabios -a puerta cerrada-, deciden por toda una comunidad.
Existen, naturalmente, otras cuestiones fundamentales en un buen programa de gobierno -como la necesidad de entendernos con los municipios vecinos- pero de ello hablaremos en otra oportunidad. Esto está íntimamente ligado con el Ordenamiento Territorial que se producirá en todo el país. Considero que, en este caso, el próximo alcalde de Cartago tendrá una responsabilidad adicional a las meramente municipales: y es la de ser el líder de los 18 municipios norteños. El candidato debe invitar, desde ya, a los aspirantes a las alcaldías de todos esos municipios, para que se reúnan ahora mismo y deliberen sobre el mañana de nuestra futura Provincia.
Gustavo García Vélez | CiudadRegion
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