Existe la creencia de que lo que llaman redes sociales han facilitado las cosas de la vida diaria. Pues sí… y no. Los celulares son cada vez más complejos porque tienen muchas opciones y su manejo no resulta ni siquiera cómodo. La misma inscripción a cualquiera de ellas tiene “más requisitos que un tute” -como decían los abuelos- y si por desgracia se comete el error de ignorar las preguntas tontas que hacen esas compañías, la sanción inmediata es cortarle el chorro al usuario y hay que casi rogarles para que permitan continuar con la misma aplicación.
Esto pasó con mi cuenta en facebook que solo utilizo para más circulación de mis artículos. No miré a tiempo las precisiones que pidieron por correo electrónico para confirmar lo que hace rato se sabía y me notificaron olímpicamente su cancelación. Ese fue el motivo de su desaparición y que mi último artículo no alcanzaran a leerlo todos los que me siguen porque a pocas horas de subirlo… se esfumó. Y este fin de semana casi adivinando las tales claves y contraseñas logré reactivarla y de chiripa volvió a salir publicado, de manera que los lectores tuvieron ración doble del mismo plato. Presento mis disculpas y pido mil perdones, porque algunos tal vez pensaron que yo creí que los dejé con hambre de letras y frases y les embutí a la brava la misma carreta. No fue así, como creo queda ya explicado.
Entrando en materia, en esta pandemia me he estado preguntando qué pasa con la salud en la tierra que pisamos diaria y nochemente. En anteriores comentarios he dejado sentada mi creencia de que el bienestar físico y mental de los ciudadanos es una de las obligaciones del Estado y no un negocio de los particulares. Con experiencias personales y opiniones de otras personas que saben de cifras y datos concretos voy a intentar hacer, no un juicio público sino una radiografía de lo que pasa con una EPS que presta esos servicios en nuestra ciudad. Su nombre es “Barrios Unidos” y tiene cobertura nacional. En un comienzo su atención fue buena, pero a raíz de la quiebra de otras empresas que prestaban los mismos servicios de salud se congestionó, porque todos los que los recibían en ellas… se trastearon a esta. Hoy tiene casi 47 mil, es decir la tercera parte de los habitantes de Cartago y esto es inmanejable.
Se supo que la anterior gobernadora pidió al ministro de salud que le suspendiera la licencia de funcionamiento en este departamento, pero no fue escuchada. Las causas son obvias: no tiene los recursos para esa masiva atención, lo que tuvo como consecuencia que las IPS a las que acude para enviar a los enfermos con necesidades de médicos especialistas la hayan suspendido por falta de pago. Un ejemplo lastimoso son los que requieren con urgencia la atención de oncólogos, que aquí no los hay y deben ser remitidos a las capitales cercanas. De manera y razón que en la hora de ahora no se sabe qué camino coger: trasladar una buena parte de esos usuarios a Coosalud -otra EPS que funciona en esta ciudad- o invitar a otras para que los asistan.
Emma Vélez Toro ha asumido con toda la berraquera la defensa de los usuarios de esas empresas y respondió a varias de mis inquietudes para este artículo, por lo cual le agradezco. Su labor ha sido reconocida por los que saben de las inmensas dificultades que ese trabajo -asumido voluntariamente- implica y que no todos han entendido en su verdadera magnitud.
Lo cierto es que esta situación debe atenderse… y con urgencia, sobre todo en esta pandemia. Ni siquiera se sabe cómo es y cómo será la vacunación. Los ciudadanos ignoramos cifras, agendamientos y el nombre de la vacuna que nos van a inocular. Nos cogió la noche y con los calzones abajo. No sé si aquí hay secretario de salud -al menos su actividad es desconocida- pero sí creo que el alcalde debiera al menos demostrar su interés, porque para eso lo eligieron. Estamos entrando a la tercera ola de las contaminaciones, ya se vienen nuevos encierros y necesitamos que las autoridades marquen los caminos a seguir traduciendo las sugerencias del mandamás de todos… que tampoco es que se entiendan mucho.
En síntesis: lo que parecía fácil o al menos manejable no lo es. El funcionamiento de las EPS y de las IPS se va asemejando a los celulares: aparecen muchas opciones pero su misma estructura ha vuelto casi imposible que puedan cumplir con lo que es su objeto social. No demorarán en traer robots de China a precios muy cómodos… para que atiendan a los pobres humanos.
Coletilla 1: No se sabe si los medios de comunicación social buscan a sus empleados en las respectivas facultades universitarias que enseñan a los aspirantes a reporteros y que estas no los capacitan debidamente. Es que aparecen unas jovencitas que confunden los miles con los millones. Eso oímos por Caracol-TV en lo referente a los vehículos que regresaban a Bogotá por el sur al final de la semana santa: 198 millones, cuando los cálculos daban 198 mil. Y los directores ni se inmutan. Debieran de corregirlos “al aire”… pa´que aprendan.
Coletilla 2: El final del campeonato de fútbol colombiano parece un yo-yo. Cada tres días cambian los ocho que lucharán por el premio final y si a esto le sumamos la ignorancia de los árbitros -o su deshonestidad- esas cosas hacen imposible apostar por un ganador.
Coletilla 3: Lo he dicho varias veces y lo repetiré hasta el cansancio: es increíble el irrespeto de las cadenas nacionales de radio y televisión por los ciudadanos, repitiendo sin ningún sonrojo hasta entrevistas ya oídas. Claro que se le puede preguntar varias veces a un especialista sobre el mismo tema dejando pasar un tiempo prudente, pero sus respuestas quedan marcadas por la forma en que lo hicieron. Y por eso se recuerdan muy bien.
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