El 1º de septiembre, en su columna “Revolturas” del diario El País, Gloria H. publicó un escrito con el título “Claudia Blum”, donde recordó los logros de esta caleña que hace 30 años fue líder política, pero que nadie se explica el porqué fue nombrada como ministra de Relaciones Exteriores de este gobierno. Luego, dijo entre otras cosas lo siguiente:
“Las causas que ha liderado Claudia (claro que con libreto impuesto), dan pena ajena. Guaidó y la caída “inminente” de Maduro. La “traición” a la solidaridad de un país como Cuba, el desastre frente a la extradición de Mancuso (lío que se salvó por trámites políticos) y para rematar, ahora esta incondicionalidad con Trump y sus decisiones. Lo peor, alineados con un individuo que por donde se le mire es nefasto. Colombia es cada vez más trumpista arriesgando su futuro si gana Biden. Los demócratas cobrarán este servilismo nacional sin contemplaciones. Allá también deben practicar la misma “el que la hace la paga”. (…) Claudia invisible. Sé que lo importante no es la imagen ni el reconocimiento sino el servicio, pero ni esto se ve. Mostrar cifras de viajeros traídos en vuelos humanitarios no logra ni siquiera disimular una labor tan anodina. La imagen nacional se diluye y Colombia con este gobierno parece que le apostara a las causas perdidas (…)”.
Este escrito pudo haber sido firmado por miles de colombianos, entre ellos quien esto escribe, que compartimos iguales críticas. Otros comentaristas afirman lo mismo, inclusive mofándose del actual aspecto físico de la funcionaria, que oculta con bufanda las arrugas de su cuello. Vanidad de quien fue una mujer muy sexy, famosa por su boca carnosa, su cuerpo… y sus piernas. Recordemos que -hace apenas unos meses- ella sucedió a otro caleño, Carlos Holmes Trujillo, autor del libreto en el ridículo show donde se le aseguró al mundo entero que Guaidó saldría para Caracas a posesionarse como legítimo presidente de Venezuela. Buen cuentachistes… igual a su paisano el Flaco Agudelo.
El viernes 4 publicaron allí mismo una carta signada por conocidos representantes de la oligarquía caleña en la que, haciendo uso del derecho de opinión, protestan diciendo que denigra y ofende a la Blum. No piden a la directora de este diario que le quite el espacio a la columnista pero… ganas no les faltaron. Ese ha sido el talante de esa gente: se creen los intocables.
El martes 8 la misma escritora dijo lo siguiente, bajo el título “¡No existe!”:
“En términos simbólicos lo que no se nombra no existe (…) Los indígenas de la Sierra Nevada tienen el mismo saber, desde su sabiduría ancestral. Piden no nombrar más al virus para quitarle energía y lógico, poder. Nombrar significa darle vida. Silenciar es una manera simbólica de desaparecer aquello que cuesta reconocer. Duque inauguró el Túnel de La Línea a los 2 años de su gobierno, cuando la construcción lleva más de 15 años. En un gesto magnánimo tuvo tiempo de agradecer el esfuerzo de muchas personas (…) Fue obvio que quería aplaudir conciente el esfuerzo de todos y cada uno de los protagonistas de la obra. Pero, se le pasó uno, se le olvidó (?). Para él no existe. No pudo ni siquiera mencionar a Juan Manuel Santos porque no le nace hacerlo, no puede (…) Entonces Duque quiere desaparecerlo, quiere borrarlo de la historia, quiere anular sus períodos de gobierno (…)
Y continúa la columnista: “Porque para lo negativo sí hay espejo retrovisor, pero para los logros puede de un plumazo, borrar 8 años de gestión de su antecesor y ganárselos él solito (…) Alguien (en twitter) dijo que por centrarse en la parte física y externa de Duque, pasan de agache los alcances de su verdadera personalidad. Que no es ni de ingenuo, ni de inocente. Es calculador, manipulador y cargado de intención (…) Duque está sacando su esencia (…) Y ahora, no fue el “castrochavismo” el que nos invadió. Es el fascismo. Luego preguntan dónde está el monopolio del odio. Para muchos o se es uribista o intentan desaparecerle al estilo Duque. Está por verse si el país todavía “copia” (…)”.
Esta actitud maleva se parece ya al Estatuto de Seguridad de Turbay, que obligó a varios colombianos -entre ellos García Márquez- a salir del país, para evitar las posibles “entrevistas” en las caballerizas militares. Porque llegados a este punto, la orden oficial no sería la de ocultar esos escritos sino… desaparecer a sus autores. Ese olor a fachos es cada día más fuerte y motiva estos comentarios, a manera de solidaridad gremial con una compañera de vocación, que se vuelve profesión permanente. Y en veces, peligrosa. Pero todas las opiniones son -esas sí- absolutamente intocables.
Coletilla 1: Y hablando de Trump… tan querido el peluquín. Acaba de salir otro libro del periodista Bob Woodard (uno de los dos que destaparon en el Washington Post el escándalo del Watergate que tumbó a Nixon), en el que publica entrevistas hechas en marzo al presidente de Estados Unidos. En esas grabaciones el mandatario reconoce la gravedad de la pandemia, pero ahora dice que la ocultó… para no asustar a los ciudadanos. Esa actitud motivó la despreocupación que se traduce hoy en ocupar el primer lugar mundial en contagios y muertes. Irresponsable.
Coletilla 2: Es que el virus (al que yo tampoco menciono por su nombre) ha dado para todo. Aquí sirvió para darle empleo a un frustrado “presentador de noticias”, que se hizo elegir como presidente y que no tenía, ni tiene ni tendrá ideas claras sobre nada. Todo se lo dictan desde un lugar que se llama La Casa Blanca y tal vez por eso está ofreciéndose para ver como ayuda a la reelección de su amo. Eso lo acaba de denunciar precisamente Juan Manuel Santos, a quien se ha calificado siempre como… buen jugador de póker.
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