Es época preelectoral. El próximo año se realizarán las elecciones presidenciales y también las legislativas. A muchos de mis compatriotas les produce urticaria esta temporada en la que candidatos de diversas corrientes políticas aspiran a ser alcaldes, concejales o diputados.
En cambio a mi me encanta, me llena de regocijo este tiempo en el que por arte de encantamiento nuestro país es otro.
Y se vuelve otro porque, uno no sabe -gracias a qué alquimia-, todos esos hombres y mujeres que aspiran a algún cargo de elección popular sufren una extraña transformación y de paso alucinaciones y comienzan a ver lo que no existe, o adquieren tal grado de lucidez, que proclaman ideas maravillosas para solucionar todos y cada uno de los problemas que nos aquejan en este país del Sagrado Corazón de Jesús.
Si usted quiere trasportarse a otro país; el que nos pintan los candidatos, no es sino escucharlos. El ejercicio es fácil. Cuando el candidato de turno, cualquiera que él o ella sean empiece a hablar, siéntese cómodamente, cierre sus ojos y escuche.
Notará inmediatamente que gracias al discurso del aspirante su Colombia, la que está viviendo, la del día a día, se transforma. Es una patria en la que todos tienen educación gratuita, es un país sin violencia alguna porque quien habla acabará con ella no importa si tiene que exponer su vida. El campo recobrará su verdadero valor y los campesinos recibirán subsidios para cultivar, tendrán carreteras de sobra para sacar sus productos al mercado y gozaran los beneficios de las políticas de exportación que se pondrán al servicio “de ese grupo humano que tanto le debemos en este país” dice en tono enérgico el promesero del momento.
Usted va entrando en trance, en ese nirvana por el que durante tanto tiempo ha esperado. Ahora las palabras del orador se orientan hacia el tesoro público, el cual, el hombre o la dama, llaman sagrado, intocable y lanzan anatemas contra aquellos que no lo han respetado, que se han aprovechado de él para llenar sus arcas personales, dice con voz temblorosa y punto de llanto.
Y ni hablar de la participación femenina que tendrá su gobierno si es un hombre el que habla, en la protección a los adultos mayores, o a los discapacitados, el control a la violencia, en fin, usted ya alcanzó el éxtasis, ya vive en el país de las maravillas que le pinta el o la que habla.
La vuelta a la realidad es como un salto sin paracaídas…la radio le lanza la noticia del momento en el país real que vivimos y se da cuenta que aún nadie sabe quien ordenó las muertes de los líderes que han caído bajo las balas; que los que cometieron actos de lesa humanidad están en cárceles que son verdaderos centros vacacionales; que nadie ha respondido aún por los dineros que se llevaron a los corruptos mediante maniobras casi mágicas , y se da cuenta, que la inseguridad es tal que la bicicleta que usted dejó en el ante jardín de su casa ya no está…
Pero el candidato que usted estaba escuchando sigue hablando de un país que él hará para usted -si le da el voto- gracias al discurso que él o ella han elaborado para sus sueños de un país mejor para todos.
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