Don Edgar Rayo -el popular “Rayito”- me hacía ver ayer que la presencia de indígenas indigentes en cada cuadra de Cartago, que se volvió ya cosa de todos los días, es un negocio montado por los varones de esa tribu que, entre otras cosas, “no es” nuestra tribu.
Independientemente de que sea una costumbre de esos indígenas el que las mujeres y los niños trabajen para ellos (tradición que algún amigo mío, cuyo nombre no revelo porque lo echan de la casa, calificó de sabia, genial, estupenda, digna de imitarse y todos los calificativos oídos y por oír), lo cierto es que es un espectáculo denigrante encontrarse ese chorrero de indiecitos chorreados por todas estas calles de Dios.
Y que los cartagüeños tengamos que aguantarnos que media docena de avivatos, integrantes de esa etnia, hayan cogido a nuestra ciudad como su sede para engordar, es algo que ya se está volviendo por lo menos discutible, independientemente de que, en un principio, la caridad de los cartagüeños hubiera respondido. Y hasta con creces.
No me parece -como creo que no le va pareciendo a la mayoría de los habitantes de nuestra ciudad- que tengamos que soportar esta situación en aras de la solidaridad, la caridad, la igualdad y la cristiandad porque, como decían antaño… una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Se entiende que la situación económica y social es bien crítica. Se comprende que las necesidades son colectivas. Sabemos que, como dicen los políticos en campaña, el hambre no tiene color político y, en este caso, tampoco de piel. Somos concientes de que el problema de los desplazados es una situación bien grave.
Pero eso de que aquí tengamos que quedarnos solo como observadores de que decenas de mujeres y niños pidan limosna para engordar a media docena de caciques, sí es algo que ya se pasa de la raya. Se pregunta uno ¿qué esta haciendo la Gerencia Social del municipio? ¿Dónde están los funcionarios de Bienestar Familiar para prevenir que, por lo menos, los niños y niñas de esa tribu se pierdan (en todos los sentidos de esta palabra) en un medio que no es el suyo?
Algo hay que hacer -y pronto- para devolver a estas gentes a su lugar de origen. Y me parece que la administración municipal tiene la obligación de comenzar a entenderse con las autoridades de Risaralda, para ver la mejor manera de solucionar este problema, que ya se está volviendo grave. Nos parece que con los caciques que sufrimos por aquí, tuvimos ya bastante. Y, de contera, no creo que Cartago tenga las oportunidades para integrar a los indígenas del departamento vecino en actividades que los conviertan en ciudadanos útiles. La solución, pues, no es permitir que se queden, porque ese sería un remedio peor que la enfermedad.
Cosa diferente acontece con los miembros de otra etnia, que llaman de los ecuatorianos, que aquí ejercen la profesión del comercio con relativo éxito. Ignoro si después del despeje de la calle 12, esos “ecuatorianos” se hayan vuelto comerciantes formales, que paguen sus impuestos y le retribuyan al fisco municipal la libertad que aquí encontraron para buscar su futuro. Pero al menos sí están integrados en actividades que no son denigrantes.
Don Edgar Rayo, “Rayito”: creo que allí tiene usted un excelente campo para el ejercicio de su profesión, en la cual usted es todo un maestro. ¿Cuándo inauguramos su muestra fotográfica sobre este espinoso asunto? Porque creo que el momento en que un indiecito famélico le entrega su pedazo de pan al indio gordo y jefe de su tribu… sería para enmarcar. Para premio nacional de fotografía.
(El anterior escrito fue un comentario radial leído por el autor en su espacio habitual de lunes, miércoles y viernes, del noticiero de las 07:00 a.m. de la emisora “Ondas del Valle”, hoy desaparecida. El manuscrito aparece sin fecha, pero podría ubicarse en el año 2001. Es la prueba de que este problema tiene ya décadas sin solución. Rayito falleció hace varios años.)
Coletilla 1: Nunca me gustaron las “enseñanzas” de Mockus, calificadas como cívicas. Para mí no fueron más que payasadas, como casarse encaramado en un elefante, vestirse de supermán, o mostrar la cola. Y con la sentencia de nada menos que el Consejo de Estado, quedó comprobado que empleó esguinces -hizo maromas- para no inhabilitarse en su aspiración de llegar al Congreso. Pero lo cogieron con los pantalones abajo y aquí también… mostró su parte menos noble.
Coletilla 2: Como “mucho chuzo”, los noticieros de televisión le dieron eco a una noticia llegada de Italia: que Leonardo Da Vinci era ambidiestro. No tiene ninguna trascendencia para la civilización occidental el hecho de que este supremo representante del Renacimiento (verdadera ave fénix cultural) pudiera escribir y pintar con ambas manos. Eso ya se sabía desde hace años. Hasta en la novela histórica del español Javier Sierra sobre este personaje -que demuestra una gran investigación- se habló de esto. Y además, de que Leonardo fue cátaro, secta cristiana del sur francés masacrada por los mandamases del Vaticano… porque pensaron distinto en algunos dogmas.
Coletilla 3: No le duró nada la elevada -como jugando surfing- en su popularidad al señorito que ocupa la Casa de Nariño. Obligado a montarse en la tabla prestada por los gringos, cuando la ineficiente “ola” contra Maduro no está dando resultados… se vino abajo con ella. Da vergüenza que Colombia se preste para ser la sede de tan burdas campañas.
Gustavo García Vélez | CiudadRegion
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