DESDE MI BALCON
Seguimos en manos de Dios, siempre lo hemos estado, pero ahora es más evidente. Hace nueve meses (desde marzo de 2020) el mundo cambio totalmente, de un momento a otro llegó un virus que hizo que todo a nuestro alrededor cambiara drásticamente.
Alrededor de cinco meses estuvimos en completa cuarentena, se cerraron las vías, los pueblos construyeron barricadas (como la época medieval) para que nadie saliera o entrara, era increíble ver calles vacías, comercios cerrados, templos sin cultos, escuelas sin estudiantes, el miedo era evidente en todos los rostros. Los rostros se volvieron irreconocibles pues estaban y están aún tapados con macaras que solo dejan ver los ojos, ojos que aún denotan preocupación.
Luego con el paso del tiempo, los gobiernos del mundo fueron flexibilizando las medidas y dejaron que la gente saliera poco a poco a la calle e iniciara sus labores económicas. En todo el mundo millones de empresas cerraron y otras están en una gran crisis.
Pero con el paso del tiempo, y con las libertades autorizadas por los Estados, la gente empezó a quitarle el miedo al virus y como si no existiera esa amenaza que ha quitado la vida a millones de personas en el mundo, muchas personas están en las calles como si nada pasara, arriesgando su vida y la de sus respectivas familias.
Los medios de comunicación hablan del autocuidado, los gobiernos insisten en la prudencia y en la aplicación de las normas de bioseguridad que se han implementado para que “la nueva normalidad” como es llamada lo que estamos viviendo,pueda continuar, para de esa forma no perjudicar más la economía.
Los gobiernos están en la tarea de conseguir la vacuna, mientras tanto apoyan la economía con el fin de que la crisis no sea más grande de lo que en la actualidad es, pero mucha gente nos es consecuente con ese esfuerzo de los mandatarios y no se cuidan.
Por estos días (noviembre de 2020) hay mucha gente que no utiliza el tapabocas, hacen parte de aglomeraciones, hay pueblos que parecen que estuvieran en ferias y no en pandemia.
Por esto es que digo que ahora estamos más en las manos de Dios, porque por la irresponsabilidad de algunos, nos van a obligar tarde o temprano a una cuarentena obligatoria, ya esto se está viviendo en varios países europeos.
Estamos en las manos de Dios, que él nos ayude a salir adelante. Esta navidad será también diferente a las que todos hemos vivido, la pandemia no se va a ir el 31 de diciembre, ella va seguir hasta que no se tenga una vacuna que la contrarreste, mientras tanto todo depende de nuestros propios cuidados y de nuestra responsabilidad y sentido común que es el menos común de todos los sentidos.
Seguimos y más ahora en manos de Dios.
Nota aclaratoria
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