Amo profundamente este pedazo de patria que llamamos con orgullo el Norte del Valle del Cauca, amo a Cartago la ciudad que me vio nacer, y amo a la cultura paisa heredera de la colonización antioqueña en este extremo norte del antiguo estado del Cauca y que antaño lindaba con el estado de Antioquia.
Por eso escribo a veces con ahínco, porque parece que a muchos se les olvida de dónde vienen sus ancestros y olvidar eso es olvidar quién se es e ignorar quiénes serán sus hijos.
Mi apellido Villegas delata mi ancestro antioqueño originado en un pueblo mítico llamado Abejorral, al igual que los apellidos de todos mis abuelos y bisabuelos, todos ellos antioqueños de pura cepa que llegaron a este valle y a estas montañas siguiendo los sueños de los primeros arrieros y colonizadores de una gesta tan épica como el propio descubrimiento de América por Cristóbal Colón (¡Qué vikingos ni que nada!)
La mayoría de los actuales norte vallecaucanos, somos descendientes de esos Antioqueños verracos, valientes, emprendedores y estoicos que tumbaron la montaña para los cultivos y el ganado, corriendo la imaginaria frontera de Antioquia La Grande tan al sur como pudieron y tan adentro del Chocó y Tolima como sus mismas fuerzas se los permitieron.
Y no es por capricho, cómo pensarán algunos que hablo con vehemencia de la creación de nuestro departamento del Norte del Valle, es por la ley natural de la cultura que nos une al eje cafetero y a Antioquia, que debemos realizar ese esfuerzo de independizarnos de un departamento ajeno a nuestra cultura y que, en más de cien años de existencia, solo nos ha tenido en el olvido y en el abandono porque, como diría mi cuñado Carlos Gustavo García Guzmán: “Nadie va a criar a los hijos del vecino”. Y nosotros, los paisas del Norte del Valle del Cauca somos eso, los hijos de los vecinos Paisas del Norte.
Y por eso he sido a veces duro con los alcaldes del Norte del Valle, sé que quieren a sus municipios y que hacen lo posible con los exiguos presupuestos que manejan, pero la verdad es que se quedan en lo local, en solo resolver las necesidades más básicas de sus comunidades y no vislumbran un Norte del Valle convertido en otro departamento del eje cafetero.
Los grandes sueños asustan tanto que a veces se prefiere no soñar, y parece que ese es nuestro caso, al menos en la política local, no hay quien sueñe en grande porque también parece que es mejor, para algunos, que seamos la cola del león y no la cabeza del ratón.
Ahora, si la cuestión es que algunos alcaldes norte vallecaucanos no se ponen de acuerdo para dar ese gran paso, pues entonces debería pensarse ese nuevo departamento con los municipios que están más al norte y que tienen mayor herencia paisa, incluyendo eso sí, a San José del Palmar, incluso a Nóvita, municipios chocoanos de influencia Paisa y satélites de Cartago, dejando a un lado a aquellos municipios norte vallecaucanos que se saben más vallunos que paisas y que pertenecen a la influencia de la ciudad de Tuluá.
Lo cierto es que llegarán en algún momento de nuestra historia, los grandes hombres de la política que sí soñarán en grande y que no temerán ser la cabeza del ratón, por más miedo que quiera dar el león. Con optimismo y con mucha confianza sé que un día el Norte del Valle será un departamento independiente, paisa y cafetero, y que, ojalá cuando eso ocurra, espero que se le bautice con un nombre mágico como el de Departamento de Quimbaya.
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