Asegura la filosofía popular «que lo último que se pierde es la esperanza». Y en un país dominado por el escepticismo, por la incredulidad, por las violencias que nos avientan desde todos los puntos cardinales, muchos somos los que aún creemos que existe la posibilidad de que esta patria que nos ha tocado en suerte habitar, pueda alguna vez ser la tierra en la que valga la pena vivir.
Un país en el que las filas para conseguir un pasaporte que nos envié al exilio voluntario para poder encontrar una posibilidad de darle dignidad a nuestra familia sea solamente en un mal recuerdo.
Un país en el que nuevamente se practique el ejercicio de la amistad y no el de la intolerancia hacia la diferencia en modos de ser, conceptos, opiniones, u opciones de cualquier tipo.
Un país en el que tenga más valor el ser humano que el dinero y en el que no se justifique que todo puede hacerse para conseguirlo, aún las más dañinas artimañas.
Un país en el que los que todo lo tienen, propicien la dignidad a quienes son los artífices de sus riquezas.
Un país que no excluya, porque el otro piensa diferente, o porque su piel tiene color distinto al suyo.
Un país en el que se estudie para aprender, para servir al otro, para poner los conocimientos adquiridos en buscar el bienestar para todos y no para mirar con desprecio, desde la altura del discernimiento logrado, al que menos sabe, o utilizar esa sabiduría para tiranizar.
Un país en el que miremos sin desconfianza a quien pasa por nuestro lado y en el que un saludo ponga en los rostros una sonrisa al saberse entre amigos.
Muchos queremos una patria en la que cese el llanto por tanta tristeza acumulada, en el que la muerte no sea el pan cotidiano, en el que el respeto por la vida sea valorado porque ese otro es un ser más para jalonar el progreso de la patria.
Queremos una patria en la que todos tengamos un espacio para nuestra pequeña felicidad. No pedimos mucho: solamente dignidad para disfrutar el tiempo que nos ofrece el hecho de existir.
Sabemos que está abierta la caja de Pandora; que casi todos los males han afectado la vida de quienes habitamos esta patria, pero revisemos bien el fondo de nuestras almas porque seguro, como en el mito griego, la esperanza, está guardada en ella.
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