La pirinola es un trompo hexagonal, con el cual seguramente la mayoría de nosotros cuando niños o jóvenes jugamos en alguna ocasión. Al hacer bailar la pirinola girándola con los dedos sobre una superficie plana, esperamos expectantes su parada para ver la acción indicada en la cara frontal. Normalmente sus seis caras son marcadas con los letreros: Toma uno, Toma dos, Pon uno, Pon dos, Todos ponen, Toma todo.
Los participantes deben obedecer lo indicado por la cara mostrada, quienes se queden sin recursos salen del juego y finalmente gana quien acumule la mayor cantidad de los recursos disponibles. En cierta medida el juego de la pirinola se parece a la vida misma.
Parece que el mundo también juega pirinola con nosotros y de pronto dice: ¡Todos ponen! En realidad, lo venía diciendo hace rato regionalmente en aquellos países como los latinoamericanos donde la inequidad es más evidente. Previo a la pandemia eran notorias las revueltas, paros y movimientos sociales que reclamaban mayor justicia en la distribución del ingreso, oportunidades laborales, justicia, salud, etc., que se repetían desde el extremo sur chileno hasta los países centroamericanos. Los atemperó la pandemia, pero el germen está allí, vivo y latente más cuando la epidemia ha resaltado las diferencias e inequidades existentes.
Como los que deberían poner por tener más recursos se hacían los sordos o de vista corta, sin escuchar los reclamos de la base social que siempre pone, el mandato ya no fue regional sino mundial.
En esto de escurrirse y de sacarle el cuerpo a las obligaciones sociales tienen maestrías muchos de nuestros políticos. ¿Cuántas veces rechazó el Congreso las iniciativas que buscaban reducir sus exagerados salarios y prebendas aún a pesar del pedido asombroso de casi 12 millones de colombianos sin distingos que con su voto lo exigían con otras seis medidas en la no olvidada consulta anticorrupción? Particularmente dije 7 veces sí.
Como un asomo de justicia celebré la decisión seguramente tímida del presidente Duque en uso de sus facultades extraordinarias de la contribución social por pandemia, aunque solo sea por tres meses de todos los pagados por el Estado con ingresos mayores a diez millones de pesos. Solo a los dependientes del Estado por que estos tienen garantizados sus ingresos a diferencia de los ¨particulares¨ que están inmersos en la incertidumbre de la pandemia en una lucha feroz por sobrevivir con grandes restricciones.
Pero los pataleos aparecen. Un juez municipal de Cali por ejemplo alegó en su tutela que con un salario de $10.312.000, un impuesto solidario del 15% y sus gastos, le afectaba su mínimo vital, a lo cual otro juez le dio la razón, estando el decreto correspondiente aún pendiente para revisión por parte de la Corte Constitucional que también está afectada. Casualmente los que más se han opuesto abiertamente a la medida solidaria son los de la rama judicial con abundantes argumentos en contra ante la corte, muchos con ingresos y prebendas muy similares a los congresistas. Obviamente en el parlamento hay opositores, pero sus reclamos, con todo lo antecedido, no tienen mayor justificación ante la opinión pública, al verlos acostumbrados al toma todo.
Ante lo agudo de la crisis y la necesidad de tener más recursos para paliar la emergencia muchos países han optado por esta medida de reducción de salarios de sus parlamentarios y funcionarios del Estado con altos ingresos. En Chile por ejemplo ya fue aprobado constitucionalmente para hacerlo en forma permanente.
Colombia que antes de la declaratoria de pandemia ya tenía un endeudamiento externo difícil, que comprometía cerca del 50% de su Producto Interno Bruto, optó primero por endeudarse internamente, que es como pedirle préstamos a la familia, medida acertada siempre y cuando los pague luego, tratando de postergar en lo posible los compromisos externos en moneda dura costosa. Que se dará necesariamente en la medida que el gobierno se comprometa más en contrarrestar los efectos devastadores de la emergencia. Es así como ya se colocaron bonos en el mercado internacional a largo plazo a tasas razonables según lo dicho por el presidente Duque.
En la sociedad los que más han llevado del bulto son los que han perdido lo único que tenían de garantía: su empleo. Otros sus negocios y empresas forjadas con sudor y sacrificios o llevándolos a tirar por la borda activos valiosos tratando de no naufragar en la tormenta, que podrían ser fundamentales en la posible recuperación, incluyendo capital humano. Otros grandemente perjudicados son los informales e independientes que les amarraron las manos para enfrentar la dura pelea de la sobrevivencia. Que decir de los siempre desempleados. Así que no se justificaría que los que más tienen o reciben, se nieguen a aportar. Es el mandato de la pirinola social: ¡TODOS PONEN!
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