Quisiera empezar preguntándote: ¿Eres una persona dependiente, una persona independiente o eres una persona interdependiente? Sea cual sea tu respuesta, lo cierto es que todos pasamos por una, dos o todas estas etapas; sin embargo, la interdependencia a menudo es confundida, ignorada o poco conocida por la sociedad y por consiguiente subestimada y desprovista de una aplicación práctica para una vida efectiva.
Todos en algún momento hemos sido dependientes emocionales, conductuales e incluso a nivel físico. De hecho, en el vientre materno fuimos totalmente dependientes de los nutrientes que nos suministraba nuestra madre a través del cordón umbilical. Después de nacer, nuestros primeros pasos fueron esos atisbos de independencia que se incrementaron a medida que fuimos creciendo, sumado en efecto, al esfuerzo, guía y deseo constante de nuestra familia por alcanzar la tan anhelada independencia para los miembros del hogar.
La familia precisamente es la primera y más importante institución educativa que forja seres independientes con probabilidad de ser interdependientes, debido a que esta última, es una elección que solo pueden tomar las personas independientes, proactivas y no pasivas. En el núcleo familiar vivimos continuamente relaciones de dependencia, independencia e interdependencia en un ciclo de influencia escalonada que construye las cualidades y principios de un líder. Esa independencia que es a nivel individual es el desarrollo de un liderazgo personal sobre sí mismo, en un proceso para desarrollar un autocuidado, autocontrol y un automandato sobre nuestros propios hábitos y propósitos individuales.
El liderazgo es situacional, por lo que un miembro del hogar debe guiar a los demás en un determinado momento, pero es muy importante que este ejercicio sea rotativo y todos tengan en algún momento una posición de liderazgo y otros de seguidores. Las labores cotidianas del hogar supondrán el escenario ideal para asignarles incluso a los más chicos, situaciones de liderazgo y de seguidores. El desarrollo progresivo y relacional de ambientes de dependencia e independencia, diluye la línea invisible que los separa para formar seres con actitud genuina interdependiente. Los seres humanos interdependientes siempre están comprometidos por mejorar las condiciones de vida de su hogar con un corazón servicial y entrenamiento mental para tomar inteligentemente roles de independencia (líder) o dependencia (seguidor), al principio guiados por el jefe de hogar y después con plena autonomía, a medida que desarrolla cada miembro su independencia.
Incluso una familia que no tiene lazos de sangre, puede formar un hogar al trabajar colaborativamente encendiendo la hoguera de sus corazones y comprometiéndose en el arduo desafío de mantenerla encendida. Los leños que elijan, por lo tanto, deben ser sabiamente seleccionados y utilizados en su respectivo tiempo, ya que estos nutrirán el fuego interior de seres independientes con el conocimiento pleno y el deseo de ser interdependientes. Ser mutuamente responsables en la institución familiar es uno de los muchos leños de la interdependencia, que, a diferencia de una persona dependiente, aporta desde su independencia y con deseo genuino para el propósito benigno común del hogar.
No obstante, sin liderazgo personal o independencia, no es posible desarrollar la interdependencia, que es otro nivel de liderazgo, uno que se expande desde lo que somos, que es para el servicio y bienestar del núcleo familiar; el liderazgo siervo tan bien explicado en el libro “un líder como Jesús” y ejemplificado hace más de dos mil años en la biblia, sobre todo en los cuatro evangelios del nuevo testamento.
Este concepto aparentemente contradictorio de líder siervo fue y es revolucionario aún hoy, y por supuesto, esencialmente aplicable para ser y ejercer como interdependiente. Como sería el mundo donde nuestros políticos adoptaran esta filosofía de vida que ejemplificó Jesús cuando dijo: “…el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve”, Lucas 22:26. Incluso en el hacer, ¿qué líder les lava los pies a sus seguidores? En concreto, un líder siervo no piensa tanto en su bien, sino, en el de los demás y en la voluntad de alguien más grande que él y su familia, su creador; porque “El que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero Aquél que busca la gloria del que Lo envió, El es verdadero y no hay injusticia en El” (Jn. 7:18). Desarrollar en nuestros hijos un liderazgo siervo los capacitará para construir un hogar con un fuego infinito que abriga los lazos familiares, que, con la llama inagotable del espíritu santo, sigue por decisión independiente el ejemplo de Jesús desde el pensamiento, la palabra y en la acción.
Este escrito nace de mi interdependencia, porque lo concibo con la guía de un fuego que no se apagará en la hoguera del corazón de mi familia en Dios. Esa llama es el fuego del espíritu santo que desde mi decisión como ser independiente y de corazón; lo busco, lo añoro y lo solicito en mi ayuda para todos los desafíos de mi cotidianidad en compromiso interdependiente con Jesús. Concluyo imaginando una Colombia y un mundo donde los padres y sus hijos sean líderes siervos de un hogar, co-ayudadores de su bienestar por medio de la interdependencia en Cristo, con la llama infinita del Espíritu Santo en la hoguera de sus corazones por decisión como seres independientes y comprometidos con ello por una mejor convivencia en el hogar, su barrio, ciudad, país y humanidad.
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