Abraham Maslow fue un psicólogo nacido en 1908 en Brooklyn, Nueva York, hijo de padres inmigrantes ruso-judíos. Murió en California a los 62 años de edad en 1970 de un ataque al corazón. De joven tuvo una relación conflictiva con sus padres, de crecimiento solitario con pocos amigos por su origen hebreo de familia inmigrante, que lo querían ver como abogado a lo que renunció por la Psicología, graduándose en 1930 en la Universidad de Wisconsin y continuando sus estudios se dedicó a la docencia e investigación universitaria. Contrariando a su familia se casó en 1928 con su prima Berta Goodman pregonando que empezaría una nueva vida con el amor y el afecto que no había tenido antes.
Se convirtió en un prolífico autor, considerado el padre de la Psicología Humanística, de teorías revolucionarias en su campo, ampliamente conocidas utilizadas tanto a nivel clínico como empresarial. Su aportación más reconocida es la Pirámide de las necesidades.
Para Maslow las necesidades humanas se categorizan y unas prevalecen sobre otras, incluso en las necesidades más básicas como calmar la sed antes que comer; o respirar antes de cualquiera de las anteriores. Maslow las jerarquizó por bloques formando una pirámide afirmando que el hombre busca satisfacer sus necesidades de nivel inferior primeramente y solo después se motivará por la siguiente en su escala de valores.
En el ámbito empresarial la gerencia moderna debe motivar al personal buscando satisfacer sus necesidades, que también puede alinear con las necesidades de la empresa en objetivos como aumentar la productividad, reducir desperdicios o costos, incrementar las ventas, servicios, etc. El autor de este artículo tuvo la oportunidad de diseñar e implementar sistemas de incentivos monetarios, extras al salario, en varias plantas de producción y servicios en Acerías Paz de Rio S.A., como complemento de otros reconocimientos empresariales, por los esfuerzos adicionales individuales o de grupo al superar los estándares o metas definidas, incluso los aplicó en una IPS de origen universitario. Pero ahora lo que preocupa es lo que pasa con la pirámide de necesidades a raíz del coronavirus.
Para muchos el coronavirus modificó radicalmente su situación en la pirámide amenazando gravemente su supervivencia física y económica. Millones de personas que habían ascendido en la escala de sus necesidades han vuelto al escalón inicial procurando satisfacer sus requerimientos básicos fisiológicos de subsistencia y que decir de aquellos que no lo tenían garantizado. En todos los escalones de la pirámide hay afectados. Las necesidades de seguridad amenazadas con pérdidas de empleos, desalojos, contagios, robos etc. Las relaciones sociales y de grupo en forma presencial abruptamente cortadas solo paliadas con el uso de medios digitales de los que no todos los habitantes disponen. La estima, el afecto y respeto de personas y entidades que lo lograron construir consistentemente en el tiempo, a mi juicio son los menos afectados, a diferencia de los comúnmente cuestionados muchos de los cuales se encuentran en la clase política, las cortes y el Congreso con obvias excepciones.
Y ni la cúspide de la pirámide se salva, allí pueden estar exitosos empresarios y microempresarios que temen por la supervivencia de sus empresas, algunos de los cuales ya han anunciado su quiebra y se espera que las acciones y ayudas del gobierno lleguen a todos los necesitados y sectores estratégicos de la economía regional y nacional. Pero como lo dije en anterior artículo es casi imposible dadas las cargas como las exigidas por la estructura política del país y la corrupción reinante. Por eso se aplaude y celebra algunos de los decretos presidenciales como por ejemplo la contribución al menos por tres meses por parte de los servidores y pensionados del estado que devenguen sumas mayores a diez millones mensuales, especialmente por los parlamentarios que se han negado sistemáticamente a reducir sus exagerados sueldos y prebendas, felicitando a los pocos que antes lo habían donado total o parcialmente para ayudar en la crisis, al igual que a los particulares donantes. Los de menos ingresos pueden contribuir voluntariamente siendo una obligación moral ayudar a sus familiares y en lo posible a miembros de su comunidad en apuros. Lo cierto es que todo se trastocó. A reinventarse quien pueda, incluso el Estado.
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