Además de consumir verduras, hortalizas y productos de pan coger orgánicos, sembrados y cultivados sin químicos, 131 familias de Cartago y Obando en el norte del Valle se benefician de un proyecto de seguridad alimentaria direccionado por la Corporación Diocesana en convenio con Ecopetrol y Comfandi.
Este proyecto, que ya está en su segunda etapa, comenzó hace casi dos años y vincula a familias con madres cabeza de hogar, adultos mayores, personas discapacitadas o en condiciones de vulnerabilidad, para que aprovechen los patios de sus casas y los cambien de ser sitios donde hay basura y desorden, a bonitas huertas donde cultivan diversos alimentos y plantas aromáticas.
Alfonso Quintero, técnico y especialista en temas agropecuarios, es uno de los encargados de direccionar el proyecto. Cuenta que todo empezó con un pequeño grupo en Obando y fue tal la acogida que se fueron expandiendo. “Después fuimos realizando las enseñanzas en los corregimientos de Cruces y El Pleito y Molina de Obando, así como en los barrios de Cartago: San Agustín, El Ciprés, San Jerónimo, también en el corregimiento de Zaragoza, teniendo en cuenta que Ecopetrol nos pide que sea con población que esté a kilómetro y medio a lado y lado del tubo del poliducto”, cuenta el técnico.
En los lugares de influencia, con el asesoramiento técnico, los integrantes de las 131 familias ya saben sembrar y cosechar 10 hortalizas, entre ellas zanahoria, cilantro, pepino, pimentón, habichuela y tomate, al igual que productos de pan coger como maíz y fríjol.
Inés Aristizábal, una de las beneficiarias en Zaragoza, cuenta que antes su patio estaba lleno de maleza y basura, pero “después de que me vinculé a este proyecto mi patio es productivo, mantengo muy contenta porque me ha servido para relajarme, desestresarme y hacer productivo mi patio. Además ayudo a la economía familiar”.
Por su parte, Ana María Brito dice que otro valor agregado de este proyecto es que los productos que siembran saben diferente, “los comemos con más confianza”. “Voy a completar dos años, todo el producto que el profesor que nos ha enseñado a sembrar lo estamos rotando, hay unas semillas que por el terreno pegan mejor; a mí, el maíz, el fríjol y el cilantro, eso depende de la calidad de la tierra que haya en el patio”.
Durante el proceso nada se pierde, todo se aprovecha, como lo explica el técnico Alfonso Quintero. “Nosotros mismos producimos los abonos y hacemos los controles para las plagas. Además hacemos el abono orgánico de tarro compostador que lo produce cada familia. Este se hace con los desechos biodegradables que produce cada familia, no dejamos perder nada”.
Para la segunda fase los ahora expertos en sembrar hortalizas en sus patios no se van a quedar en la producción, también buscan implementar su punto de negocio, crear una asociación y sobre todo darle un valor agregado a sus productos orgánicos.
En ese sentido, a la par de la siembra con el apoyo del Sena también están aprendiendo a transformar lo que cosechan para venderlo.
“Sobre todo en Zaragoza, ahora estamos trabajando con el Sena un procedimiento de poscosecha y transformación de alimentos, para que los excedentes que no podamos vender en rama puedan tener su transformación en otro tipo de elementos como compotas y otros productos, darles ese valor agregado” cuenta Quintero.
Es así como cada semana se reúnen en la casa de algún vecino para recibir clases de una instructora que les enseña a hacer productos como el antipasto, pepinos agridulces y otras recetas con tomates, zanahorias y demás hortalizas para que sean un atractivo a la hora de ir a una feria a vender sus productos.
Además, en Obando ya hay una beneficiaria que tiene su propia venta de ensaladas, que han gustado mucho, por lo que sus ventas diarias están entre los $50.000 y $60.000.
Ella es Noralba Valencia, madre de 44 años, quien junto a su hija Leidy Juliana Valencia, de 23 años, hacen diferentes ensaladas con los productos que siembra en el patio de su casa, en el corregimiento de El Pleito.
“Me levanto todos los días a las 4:30 a.m. para picar las verduras, también combinamos con frutas y esas sí las compramos pero las hortalizas las sembramos nosotros. Mi esposo me ayuda para los domicilios y el fuerte para vender las ensaladas es de lunes a sábado de 9:00 a.m. hasta el mediodía”.
La hija también le ayuda en la elaboración de las ensaladas, cuyos precios son de $1.000 y $1.500. Han gustado tanto que venden 40 ensaladas por día.
De esta manera, en lugar de que los patios sean improductivos cargando basura, las familias los han dispuesto para producir comida con el fin de mejorar la calidad de vida. Después de que la familia tiene autosuficiencia para alimentar a sus integrantes, lo que queda se saca a la venta.
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