El siguiente escrito hace parte de una serie de pequeños ensayos que llamo los puzles constructivos, los cuales buscan dotar de herramientas aplicables al aprendiz, para abordar desde otra óptica la aventura de vivir con mucha vitamina E: más efectiva, estimulante y edificante desde mi opinión y experiencia docente.
Estas dos semanas que pasaron fueron una sucesión de pequeños fracasos a nivel personal y laboral, que trajeron consigo diversos eventos desafiantes, agotadores y de muchas enseñanzas para los ojos del aprendiz que llevo en mi interior, que como vimos antes, es la primera condición para la auto-edificación.
Es imposible escapar de este juego desafiante de aciertos y desaciertos que es la vida, más bien, lo que te invito a hacer es a conocerlo y prepararte desde diferentes facetas para jugarlo mejor.
Todos en algún momento de nuestra vida hemos saboreado el amargo sabor de la derrota, incluso, hemos aprendido a tenerle miedo al fracaso, en consecuencia, hemos aprendido el mal hábito de rendirnos antes de intentar siquiera darle play a la partida.
Más que brindarte motivación y valor para que dejes de temer, lo que quiero es que te permitas fracasar, y para ello, lo primero que debemos hacer es atrevernos a empezar sabiendo que el fracaso será una opción muy real que estropeará nuestro progreso, pero nunca detendrá nuestra marcha constante hacia el éxito, siempre y cuando, tengamos muy presente lo dicho en el escrito anterior: el puzle del bien-estar.
El verdadero cristiano se forja por obediencia a la palabra y/o por medio de fracasos constructivos, que es la pedagogía divina escogida por Dios en el tiempo actual de la gracia. No obstante, si el creyente no se arrepiente de corazón en el nombre de cristo, caerá tarde o temprano nuevamente en dicho error, lo que ya se llamaría un fracaso repetitivo.
Permitirse fracasar no es ir ciegamente y a toda velocidad por una carretera oscura y estrellarnos sin remedio, es sin lugar a dudas, conocer todas estas variables negativas para enfrentar diligentemente el desafío, más preparado, con más herramientas, con otras estrategias e incluso otras alternativas de rutas a seguir.
Un drogadicto o un alcohólico que recae constantemente después de intentar dejar su adicción, está en un círculo vicioso de fracaso repetitivo no constructivo.
Es natural sentirse mal y desahuciado por un desacierto, lo que no debería ser natural es desistir de un nuevo intento, de negarse a ver nuevas posibilidades de solución, ya que la historia nos demuestra que las grandes figuras de éxito tienen tras de sí un cementerio de fracasos, sin embargo, nunca se enterraron en dichas derrotas, de hecho, dichos desaciertos forjaron su éxito.
Que sería de nuestra civilización si a los primeros intentos de un nuevo avance se desistiera de ésta, si se renunciara a la búsqueda de nuevas alternativas, de un nuevo diseño, de un nuevo material, de una nueva vacuna. Que sombría seria nuestra existencia si Tomas Alva Edison no hubiera dicho: “no he fracasado, solo he encontrado 10.000 formas que no funciona”.
El fracaso constructivo permite ver nuevas fronteras y caminos que jamás hubiésemos contemplado sin una interrupción en el sendero hacia el éxito. Sobreponerse al fracaso permite retomar el trayecto desde el aprendizaje de los errores cometidos hacia otra dirección, la de la innovación. Sin duda alguna, el combustible de la innovación es el fracaso constructivo, que oxigena intentos futuros y reconstruye desde fallos anteriores posibles desaciertos que interrumpirían la conclusión exitosa del proyecto a lograr.
La visión de innovador nace en las personas dinámicas que afrontan mejor el fracaso, con un enfoque incremental que según Elsa Punset tienen aquellos que están a la altura de las circunstancias y comprenden que la inteligencia está en constante desarrollo y los desaciertos son una oportunidad para un aprendizaje significativo.
Los verdaderos ganadores son las personas dinámicas, que entienden que fracasar es parte del juego, es más, esperan que suceda para aprender de ello y tener la oportunidad de innovar. En el sendero de la ciencia esta filosofía es factible, sin embargo, en lo espiritual el creyente tiene un manual para la vida en los libros de las escrituras, que lo dota de experiencias constructivas previas para salir airoso de los desafíos diarios como ser humano y servidor de cristo.
Solo se construye a partir del conocimiento pleno de los desaciertos, ya sea por instrucción, comparación y/o experimentación, con el objetivo claro está de no estrellarse con la derrota, o volverse a encontrar de nuevo con ésta con conocimiento de causa. Es precisamente esta última, la que nos intenta explicar los relatos de las escrituras bíblicas, para que comparemos con la realidad que nos rodea y no tengamos que experimentar el dolor, la perdida y el fracaso.
Obviamente somos humanos y a veces ganaremos y otras perderemos, lo importante es atreverse a empezar con la plena conciencia de que hallarás desaciertos y emociones de desánimo que tendremos que poner en su lugar, aplicando el puzle de bien-estar. Persiste, no desistas, levántate e innóvate, ya que eso hacen los verdaderos ganadores, no se rinden ante los tropiezos porque son personas dinámicas, de hecho, fracasar realmente sería dejar de intentarlo.
Dale play a la vida sin experimentar los fracasos aplicando el instructivo para la vida que Dios nos otorgó desde el inicio de los tiempos, pero si en algún momento fracasas, construye desde tu derrota y emprende un nuevo rumbo desde ese aprendizaje significativo de tus desaciertos y el de otros antes de ti.
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