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Los Cuatro Acuerdos

La humildad, esa escasa condición humana que poco aflora entre nosotros, porque nuestra importancia personal la oprime hasta ahogarla, es requisito indispensable en la Toltequidad, para que el guerrero pueda alcanzar el conocimiento.

Este importante requerimiento lo observamos en las principales órdenes religiosas y filosóficas del mundo. Pensemos por ejemplo, en los franciscanos descalzos: ¡Cuánta humildad se necesita para llevar una vida de tanto rigor! Los monjes tibetanos son otro ejemplo, digno de ser resaltado, en estos guerreros espirituales.

La importancia personal es uno de los principales enemigos del guerrero espiritual en la búsqueda del conocimiento. No porque, directamente, esta le impida ser feliz, sino porque, siendo el guerrero un cazador de energía, no puede darse el lujo de perderla por esta causa.

El cortejo a la mujer, la vanidad herida, y cualquier ataque que permitamos que nos ofenda, nos resta gran parte de la energía necesaria en el camino del conocimiento.

El guerrero es un equilibrista de la cuerda, un mago que camina sobre el filo de la navaja y solo enormes cantidades de energía pueden llevarlo hasta el final en el camino del conocimiento.

Es por esta razón y no por otra que es requisito en el aprendiz, no asumir personalmente, aquello que pueda molestarlo.

Al guerrero le resbala la ofensa, pero esto no quiere decir que no pueda aclarar las cosas ni mucho menos que no sepa de donde viene el ataque. El es un hombre que ha abierto su percepción, a costa de un trabajo arduo y no necesita suponer; el lo sabe, porque lo percibe.

Los cuatro acuerdos del Dr. Miguel Ruiz, es un libro que, aunque pueda tener algún valor, no inspira confianza.

El solo hecho de hacerse llamar Dr. o presentarse como tal, indica la mucha importancia personal que maneja.

A través de sus páginas, Ruiz nos invita a creernos maravillosos y hasta sugiere que podríamos ser iguales a Dios. Pero a la luz de las enseñanzas de Don Juan Matus, no debe el guerrero sentirse así y mucho menos el hombre común. Solo en la meta, puede el guerrero mirar hacia atrás y solazarse en la maravilla de ser hombre.

Por eso el nagual, Juan Matus, exige de sus aprendices humildad verdadera. Don Juan enseña que no somos nada, solo, “polvo en el camino”.

Para don Juan, solo cuando el hombre que ha adquirido esta condición, está listo para encontrarse con el conocimiento.

La Toltequidad o Toltecayotl, como le llaman otros, es una filosofía de origen chamánico; un conjunto de creencias, enseñanzas y costumbres que practicaron las tribus indígenas de Mesoamérica

Tuvo origen hace miles de años en los Olmecas y logró su máximo esplendor con los Toltecas, para luego casi perderse con los Mexicas.

Geográficamente, estas civilizaciones se ubican en el territorio del Méjico antiguo y nos muestran una cultura bastante desarrollada: un conocimiento, fruto de de una de las más importantes culturas de origen autónomo sobre la tierra, junto a la egipcia, la hindú la mesopotámica y la china.

Con la llegada de los conquistadores a América, los naguales de la época percibieron la necesidad de preservar su conocimiento, ocultándolo de sus opresores.

Fue así como decidieron transmitirlo secretamente de manera oral, de generación en generación y para ello se dividieron en clanes. Cada clan contaba con un hombre y una mujer nagual, además de catorce aprendices. De esta manera se formaron los linajes, de los cuales el más conocido es el Don Juan Matus, que culmina con Carlos Castaneda, el nagual de tres puntas. También es conocido el linaje de don Chema, que continuó Domingo Solórzano, el nagual de cinco puntas.

La aparición ahora de don Miguel Ruiz, resulta sorpresiva y poco convincente, no porque se desconociera en América la existencia de más linajes, sino porque, de Ruiz, no se conoce ni su linaje ni su configuración energética. Pero además, su teoría de los cuatro acuerdos no concuerda con la enseñanza del nagual de cuatro puntas, Juan Matus.

Ya lo advirtió don Juan, “cada nagual, en cada linaje, tiene su propia manera de transmitir el conocimiento, pero al final, la enseñanza tiene que ser la misma para todos”

Mucho nos quiere decir el Creador con esta prueba que hoy enfrentamos. Como un padre indignado que toma a su hijo del brazo, nos llevó a la reclusión en casa, para enseñarnos el camino de la reflexión y la observación y buscar así el despertar de la conciencia individual y colectiva.

La impecabilidad del guerrero consiste en saber administrar su energía. Por está razón se mantiene lejos de la desconsideración y la soberbia, que, al hombre común, no solo le roban su energía, sino que también lo enceguecen, al `punto que, como en nuestro caso, le impiden ver la realidad, llevándolo adefender a ultranza, líderes indignos.

Una de las enseñanzas que nos da la vida en este momento, es la humildad verdadera, la misma que el falso nagual no contempla en su libro.

Debemos saber, además, que nuestro tiempo sobre la tierra es demasiado corto para disiparlo detrás de un nagual de papel.

Nota aclaratoria
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Diego Matís

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