Columnistas

La actividad laboral

En un intento desesperado por impulsar el tren de la economía capitalista, las potencias mundiales han venido dando gradual  apertura a la actividad laboral.

Si no hay empresa, no hay trabajo; si no hay trabajo no hay alimento; si no hay alimento no hay vida, es el lema del  capitalismo feroz, priorizando, en consecuencia, la economía sobre la salud y la vida del ciudadano.

Un pensamiento humanista diría, en esta coyuntura:  Sin empresa, no hay trabajo; sin trabajo hay salud; con salud hay vida; y finalmente, aunque nos tocara regresar a la mismísima práctica del trueque, el hombre, vivo y con esperanzas, sabría encontrar la ruta de un nuevo y más justo, modelo económico.

Obviamente,  poquísimos hombres  ricos  estarían  dispuestos a renunciar al capital, aún sabiendo que lo que ponen sobre la mesa, son  sus vidas.  De igual manera, nadie que lleve una vida cómoda estará dispuesto a olvidar esta ventaja.

En Colombia, por ejemplo, llegamos a tener Zar Antisecuestros, en una época de raptos que costó grandes cantidades de dinero a muchos acaudalados hombres del país; pero nunca hemos visto un Zar Antisicariatos.

En esta emergencia que vivimos,  el amor del hombre por el dinero podría llevar al desastre al mundo capitalista.

¡Cuánta sensatez y humanismo necesitarán los gobiernos del mundo,  para lograr el balance justo, que nos permita sobrevivir a esta tragedia!

Ha llegado entonces, la hora del nuevo contingente. Poco a poco vamos regresando al caos cotidiano.

En Colombia, los taxistas, egoístamente, protestaron  porque se autorizó el uso de carros particulares, sin la restricción del pico y placa. El gobierno aduce que con el uso del auto particular, los ciudadanos corren menos riesgo de contagio; pero en el fondo, saben  que entre más carros circulen, mas gasolina se vende y más crecerá la demanda de petróleo. Ahora vuelve UBER, según  noticieros y los taxistas, adoptan el plan tortuga y anuncian paro,  argumentando que el gobierno  está faltando al acuerdo.

El ambientalista por su parte, protesta  por tan  pronto regreso a la contaminación  del aire y del ambiente. Regresarán  las chimeneas, las fumarolas de las grandes fábricas, la contaminación de los ríos; además de motos y carros, principales contaminantes del aire y del ambiente auditivo, en las calles.

Estamos sitiados por el enemigo. Solo nos queda unirnos y organizarnos para  romper su cerco  e ir reactivando la economía y casi que también la sociedad. Mientras los más vulnerables se atrincheran en sus casas, los más fuertes salen a guerrear  contra el hambre y el coronavirus.

Además de los sectores de trabajo autorizados por el gobierno, se ven en las calles a los vendedores ambulantes; estos son, la primera línea de combate.

Acosados por el hambre y las necesidades, un buen número de ellos se lanzó a las calles, ignorando las normas: Al virus lo pueden torear;  al hambre no. En tanto, el gobierno los tolera; van creando anticuerpos y no le cuestan al estado.

A pocas vueltas,  estamos en las manos del proletariado; del manejo responsable de los protocolos que tengan trabajadores y patronos y dela manera en que el  gobierno vigile el cumplimiento de esas normas.

El mundo necesita hoy, un líder, que lo guie en la oscuridad, hasta alcanzar la luz;  pero ojalá no resulte ser un “anticristo”.

Necesitamos ante todo, acordarnos del Creador. Es momento para que, especialmente los gobiernos,  pidan al Todo Poderoso, iluminación,  conciencia,  cordura y tacto.  Solo  así encontraremos el equilibrio necesario en la estrategia a emplear contra el Coronavirus, de manera que la especie humana pueda sobrevivir,  intacta, a la prueba suprema.

Nota aclaratoria
Las opiniones de los columnistas son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de este portal.

Diego Matís

Soy natural del eje cafetero, nací justo en la época en que se suscitó, en el mundo, un nuevo orden social. He vivido en Cartago, desde el tiempo de sus últimas casitas con techo de paja, hasta el tiempo presente, con sus más modernos edificios. Mi espíritu es a sus calles, como las aguas de la 'Vieja' son a su cauce. Fui periodista en mi juventud. Laboré en medios locales y de la capital del Valle, lo mismo que en noticieros radiales de Risaralda. Me especialicé en la modalidad de crónica y reportaje. He escrito cuentos cortos y poemas que publicaron revistas culturales de la ciudad. Actualmente me dedico a la enseñanza del ajedrez competitivo, entre los jóvenes del municipio, al tiempo que trabajo en un proyecto que busca, mediante la fotografía ilustrativa, dar mayor énfasis a la imagen poética.

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