Somos los más indignados cada vez que en este país se denuncia algún hecho de corrupción, y mientras nos tomamos un café maldecimos la inoperancia de la Justicia que cada día está más ciega, cada vez está más muda, cada vez esta más desdentada contra las acciones de los corruptos.
Las investigaciones «exhaustivas» son solo palabras que repiten ante los medios de comunicación, -como una letanía-, los que deben investigar para que el pueblo crea que esas averiguaciones darán resultados, pero los resultados no se ven por ninguna parte y cada día crece y crece la corrupción.
Pero es época electoral y electorera. Es el tiempo de la intriga, del engaño repetido. Muchos de los que aspiran a algún cargo de elección popular tienen subrayado en el libreto para el discurso de la palabrería vana, de la maniobra electorera el tema de la corrupción, de la mejora de los salarios, del combate a la violencia, de la dignidad para todos, del estudio al alcance de todos de la salud mejorada etc. etc.
Muchos aúllan, vociferan, manotean, elevan sus voces para decirle a sus escuchas que en ellos está la eliminación de ese que llaman, casi al borde del llanto, «el flagelo que nos está acabando» y lo dicen amplificando sus voces roncas de repetir el engaño, pero en el bolsillo trasero de su pantalón se asoma el prontuario del que debería estar dando cuenta ante los jueces.
Se supone que hoy, hay una juventud enfurecida por todo lo que viene ocurriendo, y que está informada por las redes, en forma directa o por la vivencia personal de los pormenores de lo que al país le sucede y este es el mejor aliciente para salir a votar.
Esos jóvenes son aquellos mismos que pusieron su humanidad en peligro para gritar la rabia y el desconsuelo por lo que vienen padeciendo ellos, sus familias, la sociedad en general; son los mismos muchachos que deben ser parte del cambio, gracias a la oportunidad que brinda la coyuntura del voto.
Es en ellos, en quienes tenemos puestas las esperanzas de que se elijan entre tanto repetidor de oficio, entre tanto atornillado en el poder, entre tanto corrupto, a los mejores, a los nuevos; a quienes su criterio les indique que pueden representar esa nueva Colombia que tanto hemos venido esperando.
Es verdad que todo no es color esperanza, ya que hay cientos de miles de compatriotas que ni siquiera tendrán un asomo de conocimiento a la hora de enfrentar el tarjetón que les posibilita la escogencia de los mejores o de los menos peores como dice mi abuelita.
Son personas que siguen bajo la influencia nefasta de los gamonales de los directorios en esta patria siempre “gamonaliada”, y que todavía están bajo el poder intimidador de quienes ordenan el voto, por una prebenda, por un puesto, por un contrato, por la intimidación.
Tenemos la oportunidad de tener un nuevo Congreso y de elegir quienes serán algunos de los candidatos a la presidencia.
Muchos tenemos la oportunidad de escoger, de elegir a quien nos dicte la conciencia, sin presiones, sin temores, sin la férula de la obligatoriedad de tener que hacer caso a las querencias de otros. Es la oportunidad que tendremos el próximo domingo 13 de marzo y usted y yo somos responsables de los resultados que se obtengan.
Nota aclaratoria
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