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El Camino Evolutivo

Nótese en la imagen, hermosa por demás, lo estrecho y brumoso del camino, por el que el hombre transita; sus vestiduras, que denotan a un monje tibetano y la soledad reinante.

Así es el camino que cada cual debe recorrer en su vida, pero con metas y  bajo designios diferentes.

Este hombre ha escogido para si, el camino del guerrero espiritual, determinado por los designios de la vida, «según un mapa distinto, e indicaciones únicas».

Cada cual, debe transitar un camino distinto, con indicaciones particulares. El del monje es un camino escogido con el corazón, el no va en pos del dinero; el busca el  poder; aquel poder que da el conocimiento.

Al fondo de la imagen emerge, de entre  las brumas de la montaña, un extraordinario templo acabado en larga aguja.

Este templo simboliza  la meta, el premio para el monje que recorrió el penoso sendero, en todo su largo, tras una vida de austeridad y sacrificio.

No está en el cielo… es terrenal…

El guerrero espiritual ha conquistado el conocimiento. Ahora tendrá tiempo para disfrutarlo, y asombrarse de si mismo.

Pero no todos los caminos son iguales. El de cada uno de nosotros está determinado por las particulares características de cada camino. Unos son senderos de evolución, y otros, vías de progreso.

El camino del monje es un sendero evolutivo, un viaje hacia la espiritualidad; el camino del hombre común, es una vía hacia el progreso, una carrera hacia la riqueza material.

De acuerdo a ese progreso, lo mide y lo valora el consenso: “Cuanto tienes, cuanto vales.”

Y mientras al hombre común lo miden por sus frutos, al guerrero lo valoran por  su poder personal.

Pero no me refiero al poder de investidura ni al poder que proporciona el dinero, sino al poder de quien, tras larga lucha, ha conquistado el conocimiento.

Los frutos del hombre común son las posesiones materiales, y el respaldo en dinero, de esas posesiones. Finalmente, ha progresado; ahora es un hombre adinerado e influyente.

La soledad del camino del monje, su dureza y austeridad, nos habla de la individualidad del camino evolutivo del hombre. Cada cual enfrenta el suyo. Solo hay que mirar que tan impecables somos al caminarlo.

Nota aclaratoria
Las opiniones de los columnistas son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de este portal.

Diego Matís

Soy natural del eje cafetero, nací justo en la época en que se suscitó, en el mundo, un nuevo orden social. He vivido en Cartago, desde el tiempo de sus últimas casitas con techo de paja, hasta el tiempo presente, con sus más modernos edificios. Mi espíritu es a sus calles, como las aguas de la 'Vieja' son a su cauce. Fui periodista en mi juventud. Laboré en medios locales y de la capital del Valle, lo mismo que en noticieros radiales de Risaralda. Me especialicé en la modalidad de crónica y reportaje. He escrito cuentos cortos y poemas que publicaron revistas culturales de la ciudad. Actualmente me dedico a la enseñanza del ajedrez competitivo, entre los jóvenes del municipio, al tiempo que trabajo en un proyecto que busca, mediante la fotografía ilustrativa, dar mayor énfasis a la imagen poética.

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