Crisis y esperanza

En una época de crisis sanitaria y social como la actual, en medio de una pandemia de coronavirus, es necesario reflexionar sobre lo que se ha hecho y lo que se debería hacer, en caso de otra futura pandemia.

En la edad media en Europa, la reflexión más profunda que se dio durante la peste negra, otra pandemia, fue: “comamos y bebamos que mañana moriremos”.

Hace un siglo, en plena primera guerra mundial, surgió en los Estados Unidos una epidemia similar, que gracias a la ineptitud de ese país para hacerle frente, se esparció por todo el mundo (incluida Colombia), dejando millones de muertos a su paso. Los gringos no solo negaron al mundo su existencia (cuestiones de inteligencia militar) sino que además, le dieron el nombre de gripe española para desviar su responsabilidad en la propagación del virus.

En la actual pandemia, que se originó en la China, nadie habla de responsabilidades, pero si las hubiera habría que cobrárselas al gran dragón de Asia, porque este no es el primer virus que le regalan al mundo, especialmente a occidente ¡Y siguen tan campantes mirándose el ombligo!

En fin, en lo que atañe a Colombia, este experimento social e histórico, nos permite observar con claridad, que es lo que nos hace falta para enfrentar una situación de calamidad pública como esta.

Un mejor sistema de salud: las EPS son solo fortines burocráticos que desangran los recursos de ese sector; mala atención, colas para un servicio médico, citas que no se dan con argumentos estúpidos, citas con el quirófano para cuando ya no haya nada que hacer, incómodas instalaciones, tercerización sin calidad, falta de especialistas y si los hay, dificultades para acceder a sus servicios, recetas de acetaminofén y resignación para todos los males y un largo etcétera, al que ya estamos acostumbrados los ciudadanos de este país.

Tal vez por eso, es que la epidemia a nivel nacional, no nos ha destrozado como ciudadanía, igual ya estamos acostumbrados a un pésimo sector salud, que ahora le descarga toda la responsabilidad, por un lado  a los profesionales de la salud que siempre han sido relegados, gobierno tras gobierno, a ser tratados como profesionales de segunda, con problemas para el pago de sus salarios y para la dotación de sus sitios de trabajo.

Y por otro lado, a la ciudadanía que no se lava las manos, ni se queda en sus casas, claro, esas son medidas que todos debemos asumir, pero el estado se lava las manos (no con jabón y alcohol) sino con estadísticas de un DANE ineficiente, con decretos que muchos no cumplen, y con cuarentenas que solo van a destruir la economía del país, más bien de las regiones, Bogotá siempre caerá parado gracias al presupuesto nacional.

Pasará la cuarentena, pasará el virus, todos pasan, pero que nos quedará en la práctica: una economía estancada, desempleo, inseguridad, el mismo sistema de salud precario, insuficiente.

Lo importante de esta situación es la experiencia social, seguiremos siendo las mismas personas, tal vez volvamos a saludarnos de mano, a abrazarnos, a no temer por alguien que tosa o estornude cerca de nosotros, tal vez no nos parezca extraño volver a ver a alguien con un tapabocas; pero, esperemos que también quede el aprendizaje de que hay que exigirle a los gobernantes, medidas necesarias y justas, en el momento propicio para evitar mayor contagio y muertes que se pudieran evitar.

Para la próxima epidemia que nos llegue de la lejana China o de otra parte, no dejemos que nuestros gobernantes tomen medidas a destiempo, hay que exigirles que blinden al país desde el primer momento para que el siguiente virus no nos coja con los calzones abajo.

Por último, una reflexión con ecos de edad media: comamos y bebamos que de esta también saldremos.

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