Con Armenia la cosa ha sido muy distinta: casi de ignorancia mutua. Ilógico, pues tenemos afinidades geográficas que nos unen. Por ejemplo, el río “De la Vieja”, que pasa en un tramo -más largo que en Cartago- por terrenos de la capital del Quindío.
El territorio de nuestra ciudad era mucho más extenso que el de ahora y la mayoría de los municipios vecinos están asentados en tierras que fueron cartagüeñas. Son los casos de Obando, La Victoria, Alcalá, Ulloa, Pereira, Armenia y otros. La jurisdicción de la Provincia del Quindío -de la cual fue capital Cartago- llegaba hasta los municipios caldenses de Villamaría y Chinchiná.
En la parroquia de San José del Naranjo (hoy Obando) -la segunda en importancia después de San Jorge- fueron bautizados antepasados de cartagüeños raizales, pues esos territorios eran el asiento de muchas familias, inclusive antes del traslado oficial de nuestra ciudad a este sitio en abril de 1691, que habían vivido en donde fue fundada Cartago y hoy queda Pereira. El límite por el sur era la quebrada La Honda, aún existente y que es el lindero entre La Victoria y Zarzal. De manera, pues, que nuestros vecinos residen en lotes… que fueron nuestros.
Y es no solo una curiosidad sino una obligación para el mejor futuro de todos, estar pendientes de las necesidades comunes que podemos tener. Pasa lo mismo que con los vecinos del barrio o de la cuadra: con algunos tenemos más relaciones que con otros y esa comunidad se sustenta en el respeto mutuo. Todos hemos sufrido unos pésimos, irrespetuosos con la tranquilidad de los demás. Con algunos, hasta saludo de abrazo; y con otros… ni una mera alzadita de cejas. Y eso mismo puede pasar entre los municipios aledaños: hay más relación con unos que con otros.
En nuestro caso las miradas con Pereira han sido más bien de desdén, de parte y parte. De ellos, porque con su crecimiento hace rato sobrepasaron a Cartago en desarrollo, en comercio e industria. De nosotros, porque sentimos que han tratado de apropiarse de nuestra historia, colgándosela de su pretina como si fuera un llavero. Hay un cura (no sé si pereirano, pero allá vive) que ha escrito cosas de la historia de esa ciudad y, cada que la menciona, abre paréntesis y dice “antes Cartago”. Pereira fue fundada en 1863 en el sitio en que el Mariscal Robledo le dio vida a nuestra ciudad… 323 largos años antes. De manera y razón que “muérome de la pena” -como decían mis tías, las inas: Marcelina, Etelvina y Waldina- pero la historia de Cartago claro que sí es la historia de esta región, pero no la propia de Pereira, una ciudad más bien nuevona. Así de sencillo y de claro.
Con Armenia la cosa ha sido distinta: casi de ignorancia mutua, cosa ilógica pues tenemos unas afinidades geográficas que nos unen. Por ejemplo, el río “De la Vieja”, cuyo cauce pasa antes y en un tramo más largo que en Cartago, por terrenos de la capital del Quindío, después de nacer en el páramo de Barragán. Con ese nombre se conoce allí y recibe la denominación actual luego de recoger los aportes de unos riachuelos que brotan, precisamente, en la hoya del Quindío.
Y el accidente geográfico que se desprende de la Cordillera Central por Sevilla y llega hasta acá luego de recorrer 80 kilómetros y alcanzar una altura de 1.800 metros en Frías -Obando-, es una serranía que marca los límites entre nuestro Norte y el departamento vecino. Desde sus alturas se pueden observar los municipios quindianos y los norteños… con solo girar la cabeza. La vecindad, pues, tiene la evidencia de la geografía. Y esto nos debe poner a pensar en cómo podríamos unir esfuerzos con los cuyabros, para beneficio mutuo.
Cuando viajaba diariamente hasta Pereira a mis clases en la Facultad de Derecho, pude observar durante esos cinco años el crecimiento del barrio Cuba y preguntarme cómo se podría abordar el gravísimo problema de sus aguas negras, que desembocan en la quebrada Consota ante que ésta lo haga en nuestro río, fuente única del acueducto de Cartago. Como también pensé en otros problemas comunes, caso los aeropuertos y los viajes de cientos de estudiantes a las universidades de allá que bien podrían recibir sus clases aquí. Es más lógico -y más económico- que baje el profesor.
Y se me ocurrió plantear en el semanario “La Voz del Norte” (que dirigía don Jorge Ramírez Molina) una asociación de municipios entre Cartago y Pereira -que reiteré como concejal-, propuesta acogida después por los alcaldes y cuyo pacto se firmó en el Parque de Bolívar de nuestra ciudad. Desafortunadamente, no hubo voluntad política de la mayoría de sus clases dirigentes, que la convirtieron en un escampadero de ex alcaldes y esa unión se disolvió. Un avance habríamos logrado de haber continuado ese pacto.
Con Armenia me sucedió otra cosa: a pesar de que mis abuelos paternos están enterrados en dos municipios quindianos y que a mi papá -que nació y fue bautizado en Pereira- lo crió la hermana mayor en la finca de su propiedad que queda entre Quimbaya y Montenegro… nunca fui. Solo cuando falleció esa tía paterna Marcelina recorrí la trocha que era en ese entonces la vía por Alcalá y estos dos municipios. Cuando una tía materna residió luego en Armenia, sí viajaba hasta allá prácticamente cada fin de semana. Es obvio, pues, que debemos entablar diálogos con la dirigencia del Quindío. Son varios los temas que nos pueden unir en la búsqueda de un mejor futuro mutuo. Por ejemplo: ellos tienen un aeropuerto que es cerrado permanentemente y el nuestro podría servir de alterno a aquel. Esa serranía que nos separa nos puede unir en proyectos turísticos conjuntos. Y el río “De la Vieja” es el capital mutuo al que le podemos sacar más beneficios. En fin.
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