Estamos ante la eventualidad de un evento cálido intenso en el Pacífico, que podría convertirse en el más fuerte de la historia reciente. La gran expectativa radica en cuánto va a seguir subiendo la temperatura del océano y cuánto va a durar el fenómeno. Podría ser catastrófico para el bienestar de millones de personas en Colombia y los países vecinos.
Los fenómenos del Niño en los últimos 65 años nos muestran que son erráticamente cíclicos, pero su comportamiento extremo, es decir, los calentamientos muy fuertes del Pacífico, conocidos como “super-Niños”, han venido mostrando unas tendencias ascendentes que podrían estar asociadas con el cambio climático.
Pero, además, mientras en la década de los 50 y 60 se presentaban cada 8 años, ese lapso aumentó a 10 y luego a 15 en las décadas siguientes, y el actual ha comenzado 18 años después del anterior.
Esa ampliación del ciclo no viene sola, sino con un aumento en la intensidad, que es un indicador claro y contundente de hacia dónde nos está conduciendo el calentamiento global.
El fenómeno del Niño actual se inició en el trimestre febrero-marzo-abril, cuando las anomalías positivas de las temperaturas se ubicaron en +0,5 ºC. En marzo-abril-mayo subieron a +0,7 ºC; en abril-mayo-junio, a +0,9 ºC, y han llegado a +1,0 ºC en el trimestre mayo-junio-julio.
Digamos que oficialmente se puede decir que el Niño del 2015 comenzó en mayo pasado, mientras que el anterior, también muy fuerte, el Niño de 1997, lo había hecho en julio. Posiblemente esta señal nos esté indicando que el evento actual podría ser más intenso que aquel, aunque esta no es una condición sine qua non.
Pero si se confirmara esta posibilidad, hablaríamos de anomalías de 2,5 ºC o más, con incalculables consecuencias.
Como bien lo establece el modelo institucional del Ideam sobre el efecto climático del Niño y la Niña en Colombia, la influencia de la intensidad de estos fenómenos no es lineal y podría ser diferente de la magnitud del efecto climático sobre el país. Ello quiere decir que su impacto socio-económico está muy relacionado con la creciente vulnerabilidad del país ante estas alteraciones climáticas temporales.
Recordemos el Niño del 91-92, que, no siendo un evento superfuerte, causó un impacto económico devastador, especialmente en las actividades agropecuarias y en la producción de energía hidroeléctrica.
El de 1997, muy fuerte, un super-Niño, tuvo un impacto bajo en la economía nacional, según la Cepal, de menos del 1 por ciento del PIB.
Pero fueron 564 millones de dólares, que equivalían al 22 por ciento del servicio de la deuda externa del país en esa época. Lo más destacado de ese super-Niño del 97- 98 fue que los déficits de lluvias se presentaron prácticamente en todo el territorio nacional, más que en los eventos anteriores, lo cual causó también algún tipo de sequía en la costa pacífica y en el piedemonte de la cordillera Oriental.
Situación del Pacífico
Ya está completamente caliente la superficie del océano Pacífico, con temperaturas que superan los valores normales en unos +4 y +5 ºC en algunos sectores.
Estas aguas cálidas también se extienden hasta las costas del Pacífico centroamericano y del sur de California, en Estados Unidos. O sea que el fenómeno está en pleno vigor en estos momentos de agosto del 2015.
Por debajo de la superficie del océano también hay amplios núcleos de aguas cálidas avanzando hacia las costas suramericanas, con valores de +5 ºC, lo que asegura una retroalimentación continua de calor a la superficie en los próximos dos meses, por lo menos.
Y, tal como se observa sobre el mar, los vientos alisios del este han tenido debilitamientos continuos y fuertes, lo que permite que esas aguas cálidas que habitualmente anidan en el Pacífico occidental avancen hacia Suramérica en forma de ondas continuas, dirigiéndose del oeste hacia el este de la cuenca.
La causa de ello, entre otras, es el debilitamiento del sistema de alta presión del Pacífico sur, frente a Chile, el cual ha permitido que se ralentice la corriente fría de Humboldt, que normalmente avanza frente a las costas chilenas y surge a la superficie del mar frente a las costas peruanas y ecuatorianas.
Ese vacío dejado por las aguas frías lo ocupan ahora las aguas calientes que están llegando como un tren de ondas, una detrás de la otra, lo que permite a los analistas anunciar que el calentamiento va a seguir creciendo y probablemente alcanzará su máximo en noviembre y diciembre.
Pero esa alteración de la presión también ha permitido que llueva en el desierto del centro y norte de Chile en los últimos meses, y que se altere el balance de presión que en condiciones normales existe entre Suramérica y Asia.
Lo cierto de todo este embrollo científico, que para algunos es enredado e incomprensible, es que lo mejor es prepararse para afrontar una sequía que va a afectar con mayor rigurosidad a los departamentos de la región caribe, pero también de la andina, durante este segundo semestre del año y en el primer trimestre del 2016.
Hasta ahora sabemos que los Niños terminan en abril-mayo del segundo año de la presentación del evento, cuando se inicia la primera temporada lluviosa en el centro del país. No creo que haya algún cambio en esa duración, pero no es descartable. No hay evidencias, por ahora.
Esa variabilidad de los sistemas de alta presión del Pacífico, que actúan como una bomba de presión bidireccional, se mide con el llamado Índice de Oscilación del Sur (IOS); cuando este adopta valores sostenidos por debajo de -7, significa que el océano está actuando al revés de lo normal, mandando aguas cálidas desde Asia hacia Suramérica.
Los pronósticos
Como lo afirma el Bureau de Meteorología de Australia en su reporte del 15 de agosto, el gran acople entre el océano y la atmósfera que se experimenta hasta la fecha en el Pacífico tropical es típico de cuando hay un Niño maduro, y sugiere que hay muy pocas probabilidades de que la tendencia cambie antes de finalizar el año actual.
Su modelo de Predicción Océano-Atmósfera de Australia (Poama, por sus sigla en inglés) muestra la continuidad de unas anomalías superiores a +2 ºC hasta finales del 2015, comenzando su retorno a la normalidad desde enero del 2016. Ya en abril del 2016 estará con anomalías neutrales.
Los pronósticos probabilístico y dinámico-estadísticos de todos los centros de análisis mundiales indican la presencia y continuidad del Niño. El Centro de Predicción Climática y el Instituto IRI, de los Estados Unidos, le dan más del 90 por ciento de probabilidad de que el evento dure hasta finales de año, y un 80 por ciento de que siga hasta marzo-abril del 2016. Los promedios de todos los modelos dinámicos y estadísticos también, con anomalías de más de 2º C, disminuyendo desde noviembre-diciembre hasta llegar a ser solo un evento débil en el primer trimestre del 2016.
Qué le espera a Colombia
El Ideam, en el estudio actualizado del impacto de un evento del Niño típico en las lluvias del país, señala cuáles regiones colombianas podrían sufrir sequías.
El primer mapa muestra las deficiencias en las lluvias durante julio-agosto y septiembre; el segundo mapa, los efectos en octubre, noviembre y diciembre; y el último, los efectos en las lluvias del primer trimestre del año siguiente.
De una vez se observa que los efectos negativos más importantes se presentan en la región caribe, especialmente en el primer trimestre del año próximo, siendo La Guajira el departamento con la sequía más grave. Esta va a agravar también la de por sí grave situación que viven los niños desnutridos y las comunidades indígenas en ese gran departamento, abandonado por el Gobierno central.
Las demás zonas del norte del país sufrirán por sequías moderadas y fuertes, que afectarán la actividad agropecuaria y el suministro de energía y agua a la población, además del impacto ambiental por los incendios forestales, el deterioro de ecosistemas y la merma en la pesca en ríos y ciénagas, entre otros.
Hay que adoptar medidas desde ya, porque es poco probable que esta perspectiva cambie mucho. En la zona andina los efectos son importantes y las pérdidas en la agricultura dependerán de la intensidad del fenómeno y su duración. Ahí está el estudio del Ideam, serio, científico y responsable, para que las autoridades sectoriales y nacionales, las federaciones agropecuarias, los alcaldes, las entidades regionales y locales de prevención y atención de desastres y las corporaciones ambientales tomen medidas para mitigar el sufrimiento de miles o millones de personas que habitan en el Caribe y la zona andina, pero también en varios sitios de los Llanos y del norte de la costa pacífica, ante el efecto del que podría ser el Niño más intenso de la historia.
El post-Niño y el posconflicto van a estar coincidiendo en fechas en el 2016 (si se concreta la firma de la paz en noviembre), pero ambos producirán remezones por las turbulencias socioeconómicas que traen consigo, como cuando un avión pasa por la cola de un huracán.
MAX HENRÍQUEZ DAZA / Meteorólogo
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