
Colombia, tierra de biodiversidad y café de origen, se está posicionando como un destino clave para las inversiones internacionales en agricultura. La reciente adquisición de tierras por parte de Bokaldo Group, una firma británica de inversiones con sede en Londres, en los departamentos de Nariño y Cauca, ha marcado un hito en este desarrollo. La empresa destinará estas fincas al cultivo de café y cacao, dos productos que han registrado incrementos significativos de precio durante el último año, atrayendo el interés de fondos de inversión que buscan activos tangibles y de alto rendimiento.
El café como activo financiero… y ambiental
Al mismo tiempo, Colombia lanzó junto al BID Invest y BBVA el primer bono de biodiversidad de América Latina. Con una emisión de hasta 70 millones de dólares, esta herramienta financiera busca promover proyectos sostenibles en sectores como la agricultura, el turismo ecológico y la gestión de residuos. El bono define seis categorías de acción alineadas con los objetivos globales de protección de la biodiversidad. Así, mientras empresas extranjeras adquieren tierras productivas, el país intenta establecer un marco que vincule rentabilidad y preservación ambiental.
Productores locales en el centro de este desafío
Pero el modelo agrícola colombiano no está dominado por grandes conglomerados. En departamentos como Santander, el 95 % de los caficultores tienen fincas pequeñas, de apenas 1,6 hectáreas en promedio. Este segmento enfrenta hoy un panorama complejo: aranceles del 10 % por parte de Estados Unidos a las exportaciones de café, y una temporada de lluvias que coincide con la recolección principal del año. A pesar de esto, el gremio cafetero insiste en mantener las buenas prácticas agrícolas, renovar cultivos y apostar por la calidad como vía para acceder a mercados globales exigentes.
La historia que se está escribiendo en los cafetales colombianos no es solo económica, sino también social y ecológica. La llegada de capital extranjero, los instrumentos financieros verdes y el esfuerzo de miles de pequeños productores son piezas de un mismo tablero.
Si Colombia logra articular una visión de largo plazo donde la inversión potencie la sostenibilidad y fortalezca al productor local, estará cuidando su biodiversidad y además estará asegurando el futuro del café como símbolo de identidad y desarrollo.
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