El calor abrazador de Samara era ya un aliado para Colombia: ¡siempre nos vino bien el sol! Después vendrían la Torre de Guachené, el talento de Quintero en su versión más sacrificada, el regresso de La Roca Sánchez y, en consecuencia, el triunfo 1-0 contra Senegal que puso a la selección en los octavos de final del Mundial de Rusia 2018.
Se sufrió como en la peor de las condenas pero se ganó aún sin James (aparentemente lesionado), nuestro mejor hombre. Saber sufrir, eso que tanto defienden los futbolistas en una de sus frases típicas, fue lo que se hizo durante todo el partido en Samara. Sufrir para celebrar. ¡Y festejar a lo grande!
Los primeros minutos daban la clave: mucha prudencia para no fallar en dos equipos que no podían permitirse ni un pestañeo en defensa.
Deja el espacio libre Mina en la salida y pitan penalti, que va al VAR y ahí se ve que va primero Dávinson a la pelota. ¡No es penalti! ¡Que viva el VAR!
Al 26 otro pestañeo defensivo de los de amarillo y Balde pateó a manos del arquero. Nuevo tiro libre para Senegal –el segundo en 20 minutos- y otra vez seguro Ospina.
Vendría un centro de Quintero al 24 y por arriba se fue el cabezazo de Falcao como para tomar un respiro nada más, pero empezó Cristo a padecer al 30 con la salida de James, que cojeaba desde el pitazo. Era la única explicación a que en media hora pasara inédito. Llegó Muriel, posición por posición. No será nunca Colombia el mismo equipo sin su 10.
Y así, entre todas las cosas que jugaban en contra, la buena, además del VAR, es que se acabó el primer tiempo sin goles en contra. Un respiro para barajar y volver a dar juego.
El complemento traería mucho más de un rival agazapado, consciente de su indecible velocidad, de su potencia en el juego aéreo, de la tarde de imprecisión de Cuadrado y los problemas que se creaban en la derecha por la suma de lentitudes de Arias y Mina. Angustia pura.
Pero una ayudita vino desde Volgogrado, un gol de Polonia que sacaba de carrera a Japón y que se celebró en Samara como hubiera marcado el mismísimo James, ya ausente. Fue un alivio que sólo alegraba a la tribuna porque en campo seguían los caminos cerrados hacia el arco.
Pero si la única opción era la pelota quieta, pues esa sería la vía. Al minuto 74 cobraba Quintero un tiro de esquina preciso y otra vez el goleador de Colombia se levantaba –no mucho, un saltito le basta para superar al más espigado de los africanos- para cabecear de frente al arco y desatar la ola de los abrazos en el Arena Samara. ¡Goool!
Pero no terminaba el show, señores. ¡Faltaba Ospina! Con la vida le salió al remate de Balde y un minuto después le ataj+ó a Mina. Sí, a Mina, que por poco marca en contra al rechazar de cabeza.
Lo quiso Muriel, salió Falcao, entre el banco se moría de nervios James, pero era nuestra tarde. Se cierra un capítulo y se empieza a escribir la historia desde cero. ¡El Mundial es nuestro, Colombia!!!
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