Alejandro Samper | Manizales | 07 ENE 2018 – 1:23 am
Los organizadores de la 63 Feria Taurina de Manizales se esforzaron en hacer un evento atractivo. Carteles con figuras que gustan a los aficionados y encierros de toros nobles que gustan a las figuras porque les permite lucirse. Además, un mano a mano entre Enrique Ponce – el del toreo perfecto – y El Juli – el niño prodigio transformado en monstruo de la tauromaquia -. De esos para colgar el letrero de “No hay boletos” en la taquilla.
Pero todo ese trabajo es, para algunos, ese último aliento antes de expirar. La agónica embestida de una fiesta que parece tener los días contados. ¿Será este el año de la última corrida?
Hablé con una taurófila optimista quien asegura que la fiesta brava en nuestra ciudad goza de larga vida. “En el Congreso no hubo quórum para debatir el proyecto de ley que prohibiría las corridas. No se quieren meter en ese cuento. Además, a diferencia de la Santamaría, que pertenece a la Alcaldía de Bogotá, nuestra plaza de toros es privada; pertenece al Hospital Infantil”.
Otro aficionado, sin embargo, no ve tan positivo el porvenir. Para él los movimientos animalistas son fuertes y populares. “Ayudan en época de elecciones. Basta con ver al exministro Fernando Cristo, antes asiduo visitante a las corridas, ahora transformado en un oportunista antitaurino. Esa gente hace cualquier cosa por los votos. Si les importa un culo la corrupción en cosas como la alimentación escolar, ¿de verdad cree que les preocupa si matan toros o no?”.
Son muchas las fuerzas que están en contra de la fiesta brava. Van desde lo anacrónico que puede parecer el rito taurino, hasta los oportunistas de los políticos. Las de los defensores de los derechos de los animales, a las voces de los que alegan que es celebrar la conquista española en nuestros territorios. Que es cruel, que es bárbara, que es el festejo de la muerte por parte de personas insensibles y ávidas de violencia.
Y en medio estamos los taurinos, tratando de explicar por qué nos gusta la fiesta brava. Defendiendo nuestro derecho a expresarnos, a disfrutar de esta antiquísima actividad, a decir que no somos violentos. Y cada vez somos menos. Una especie en vía de extinción cuyos argumentos, para muchos, no van más allá de lo subjetivo.
No vale la protección del toro de lidia, cuyo único fin es pelear en la arena y para ello ha sido criado. No vale el arte, la filosofía, la ética, el ritual. No vale la economía que se mueve alrededor de las corridas: desde los que trabajan en las ganaderías hasta los que venden plásticos para que los aficionados se protejan de la lluvia en los tendidos.
La Feria de Manizales sin sus corridas, queda coja. No hay otra actividad diaria lo suficientemente atractiva como para atraer turismo de otras latitudes. Los taurinos nos vamos y nos dedicaremos al toreo de sillón. Ese en el que nos sentamos a recordar anécdotas de tiempos mejores y en el que el más histriónico pone banderillas invisibles a un taburete.
Mientras tanto, el alcalde de turno tendrá que pensar en algo que dinamice la economía y llene ese vacío. Algo más que conciertos de artistas populares. Tendrá que apostarle a algo constante y grande. Enorme, diría yo. Pero los tiempos no son fáciles y ni Paul McCartney vendió lo suficiente para hacer un segundo recital en Colombia.
Alejandro Samper | La Patria
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