Desde finales de los años 60´s no se había visto un bache conceptual tan grande entre las sucesivas generaciones. Pasada la rebeldía que tuvo su pico (para emplear una palabra de moda) a finales de la década de los 60´s -el histórico mayo del 68 en París- hubo un periodo de varias décadas sosegadas en las que se cristalizaron muchas de esas propuestas juveniles.
De un tiempo para acá están denominando a las dos últimas de estas generaciones con nombres rebuscados: millennials y centennials. Los primeros (nacidos entre los 80´s y 90´s, o sea a finales del milenio) aparecen como el enlace, el pivote entre los hippies y los veintiañeros de hoy, que tienen la ventaja de una mayor y mejor difusión de sus criterios con lo que llaman las redes sociales. El empleo de aparatos electrónicos para este propósito ya había comenzado hace décadas, usando casetes, betamax, vhs y walkie-talkies -palabras en inglés que no tienen traducción a nuestro idioma- que son ahora exhibidos en museos de informática.
La tecnología de punta ha dado no un paso sino un verdadero y enorme salto en sus avances, que se refleja hasta en los comportamientos sociales, comenzando por el lenguaje. La invasión de las palabras extranjeras es una nueva peste, que ha contaminado a nuestro hermoso castellano y que en la mayoría de las veces son un innecesario y lobísimo descreste. Pero bueno, esa utilización de términos en otro idioma no es lo más importante, sino el peso específico que las opiniones de los muchachos (as) tienen en las decisiones de quienes las toman desde los puestos del poder político y económico. Es ésta una prueba más del inmenso influjo de lo que se llama la sociedad civil, que es mayoritariamente representada por generaciones nuevas -como lo demuestran todas las encuestas- aún las de los países europeos en donde hay un frenazo de nuevos nacimientos y aparecen envejecidos.
En esta semana se va a comprobar esa influencia juvenil. Las elecciones del martes para escoger al presidente de Estados Unidos van a estar galvanizadas por la energía contagiosa de los centennials y también de los millennials. Las encuestas de este fin de semana han dado como resultado la merma de las diferencias entre los posibles votantes de ambos candidatos. Las acusaciones de Trump en el sentido de que Biden atenta contra el desarrollo de los Estados petroleros -como Texas y otros- con su negativa para usar indiscriminadamente el fracking en la búsqueda y explotación de esa fuente energética, parece que han surtido efecto. Y es que ese talante de atarván que se lleva de calle todas las buenas maneras y las verdades… también refleja a la perfección el de esos gringos ancestrales.
Pero al mismo tiempo estas encuestas pronostican que la participación de los jóvenes en estas elecciones será de más del 80%, que es la mayor amenaza para el actual presidente de Estados Unidos porque ellos son los creyentes más decididos de lo que él rechaza: el cambio climático, la mejora y extensión a todos los ciudadanos de los servicios de salud, la continuación de la acogida a los inmigrantes, entre otras. La paradoja es que tienen que escoger entre dos ancianos; y aunque la figura todavía juvenil de Obama influye… él no es el candidato y los carismas nunca se delegan. Otra paradoja es que sí existen hispanos y afro-descendientes que apoyan a Trump, sobre todo en Estados claves como Florida y Texas, aunque son minoría entre el total de los que integran estas etnias.
Este martes 3 de noviembre veremos si se repite el grito de independencia de los jóvenes -tal cual el de mayo de 1968 en París-, que generó toda una “nueva ola” mundial y que marcó la historia. Ya se dieron en los pasados días pronunciamientos de rebeldía, como el plebiscito de Chile para reformar la Constitución heredada del dictador Pinochet y la ratificación de la voluntad de los bolivianos en seguir la senda de Evo Morales, aunque con otro dirigente que tiene un estilo distinto. Y en ambos casos, las decisiones obtuvieron más del 75% de los votos de los ciudadanos y la aceptación de quienes perdieron. Es decir que aquí… no hay “tutía”: en estos países ya señalaron su futuro.
Llama la atención lo dicho por Leopoldo López -el dirigente opositor en Venezuela- después de su huida a España, en rueda de prensa y ante la pregunta de un periodista. Que lo sucedido en Bolivia es lo que él también y muchos quieren para su país: unas elecciones libres, con certificación internacional y aceptación por todos de los resultados finales… sean los que sean.
Coletilla 1: Las noticias del rebrote de la pandemia en Europa… aterran: que la actividad funesta de este virus será todavía peor que hace ocho meses y podrá ir hasta marzo, con un número de fallecidos también mayor. A mediados de noviembre, las ucis estarán nuevamente con total utilización. Bélgica, sede de todos los organismos de la Unión Europea, es el país con más contagios. Siente uno que es algo parecido al comienzo del fin. Como se dice ya: el que lo entendió, lo entendió.
Coletilla 2: Parece que hubiera una copia de cada país. Mientras se dan noticias como las del párrafo anterior… se ven por la T.V. imágenes de las vueltas en bicicleta a Francia, Italia y España, dando una impresión contraria: que las dificultades están pasando y que todos muy felices. En Cali su alcalde ha decidido gastar $11 mil millones en una feria virtual para diciembre, con la excusa de que ese acto tradicional tiene certificado de las Naciones Unidas. Y eso que no solo es médico, sino que milita en una izquierda que se dice sensible a “las necesidades de las bases… compañero”. Actitud muy distinta a la del senador Robledo, porque hasta el nombre de su nuevo movimiento político lo describe: Dignidad.
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