Por televisión vimos en días continuos -que, por eso mismo, resaltaron las diferencias- dos imágenes muy contrastadas: la de las vacunas esperadas en Colombia desde diciembre; y la llegada del robot gringo Perseverance a Marte después de un viaje de siete meses. Ambas son una descripción de las maneras cómo se hacen las cosas en un país con tradición científica… y en otro sin esa memoria. Uno con mucho rigor, que es consecuencia de un trabajo previo muy concienzudo; y el otro con la frivolidad que denota una completa improvisación.
Esos viajes interplanetarios son consecuencia del éxito de la llegada del hombre a la Luna en la década de los años 60´s, lo que a su vez fue el colofón de la competencia entre gringos y rusos, que lograron lanzar un cohete alrededor de la atmósfera -Sputnik V, nombre que le pusieron ahora a una de sus vacunas como homenaje a ese éxito-, piloteado por Yuri Gagarin, antes que aquellos. Pero fue en el gobierno de John F. Kennedy que los norteamericanos tuvieron la alegría de ver al astronauta Neil Armstrong caminando por el suelo lunar. Los rusos se tuvieron que contentar con lanzar a la perrita Laika para darle vueltas a la Tierra, sin volver. En blanco y negro observamos las huellas de las pisadas del hombre en nuestro satélite.
No es este el primer aparato enviado a Marte y ya existe allí basura tecnológica de los terrícolas. Pero sí es el intento más pensado, pues se pretende comprobar la existencia de agua, el elemento primordial para la aparición de un principio de vida, tal vez solo microbiana y decidir si se emplea ese planeta como un segundo hogar de los terrícolas, evitando su desaparición por los efectos del cambio climático. Se entiende, pues, el grito de felicidad de los científicos de la Nasa cuando después de meses de espera y horas de absoluta tensión -especialmente los siete minutos finales, que fueron los más críticos por la entrada de Perseverance en la atmósfera marciana- recibieron la comprobación del amartizaje perfecto y luego la primera foto tomada por una de las cámaras del aparato.
Esta gran noticia magnificó aún más los sentimientos de profundo desagrado por las escenas ridículas que transmitieron aquí todos los noticieros de televisión cuando, por fin, llegaron las primeras 50 mil de los 35 millones de vacunas que dizque ya se compraron. Un estrambótico recibimiento en el aeropuerto de Bogotá a los contenedores enviados desde Bélgica, que en nada tuvo que envidiarle al de un Papa. Hasta con la bandera nacional. Discurso presidencial desde el atril con el escudo patrio, faltando solo el himno nacional. La vicepresidenta con su pie izquierdo torcido (siempre se lo veo así), el ministro de salud al otro lado y su excelencia en el papel que más le gusta: el de reportero… dando noticias. Doña Martha Lucía no se aguantó y cargó una de las cajas vacunales como si fuera un bebé. Y luego desfile con patrullas policiales a lado y lado, con luces rojas encendidas y sonidos ululantes de las sirenas.
Pero cuando se pensaba que las vacunas iban a ser empleadas ya, pero ya, para lo que las trajeron… las guardaron en las neveras. Es que el acto central no fue ese, sino que lo programaron para el día siguiente a muchos kilómetros, en dos ciudades que son sospechosamente los epicentros de los movimientos políticos que respaldan al gobierno. Y allí, eureka, la primera de las 18 chuzaditas (es que llegaron muy poquitas y no se podían malgastar) con presi y vice de testigos y otro tardío -y con atril, claro- discurso porque la comitiva presidencial llegó retrasada. Dos largos días después de su llegada, las vacunas se comenzaron a usar en las grandes ciudades, repartiendo entre ellas toda la burocracia ministerial para repetir los mismos actos e idénticos discursos. Los alcaldes de esas urbes no se aguantaron las ganas de quedar registrados para la historia y hasta ordenaron a sus jefes de prensa repetir las marchas triunfales cargando majestuosos las benditas cajas de vacunas. (Y este fin de semana todavía ignorábamos los cartagüeños quién nos va a chuzar). Gran banquete para los periodistas que le dieron eco a semejante show.
Que diferencia tan abismal. Titulé que estas dos fueron llegadas memorables y por eso -para futura memoria- hago el relato de lo ocurrido en Colombia con el comienzo de la jornada de vacunación, que por lo demás vimos todos… y han criticado acerbamente casi todos los comentaristas públicos. La comparación con Chile, que lleva ya millones de ciudadanos vacunados, da pena. Su ministro de salud ha dicho que desde mayo del año pasado envió delegación de funcionarios a China para comprarle los medicamentos que ya ellos producían… y no le importó su propia militancia en la derecha.
Coletilla 1: El proceso de conformar un grupo selecto de aspirantes para escoger el candidato presidencial que aglutine tendencias de centro izquierda se está pareciendo al de los gringos con el lanzamiento del robot a Marte. Uno de los precandidatos es Sergio Fajardo, quien con su incomprensible lenguaje casi metafísico dificulta más la posibilidad de que los electores entiendan las fórmulas. Habría que sugerirle que emplee mejor términos más precisos, casi matemáticos (él mismo practica esa disciplina)… como lo hicieron los científicos de la Nasa con tanta “perseverancia”. Que aterrice (¿amartice?). Y que traiga como asesora a la ingeniera colombiana Diana Trujillo, que participó en primera línea de todo ese sueño.
Coletilla 2: Dizque los falsos positivos no fueron 2.000 sino el triple, más de 6.000. Es cosa muy poco creíble, porque la JEP tuvo el tiempo para investigarlo y esa noticia es la prueba de una improvisación inexplicable. Con ese tema tan delicado… no se juega.
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