Para un comentarista público (o sea que ejerce periodismo de opinión) es casi obligatorio mirar las diferentes caras de los temas que quiere tratar y entonces también se vuelve periodista de información. En esta semana que pasó han sucedido unos hechos que, según la posición política que se tenga, pueden ser vistos de antagónica manera: la propia de quien opina, que lógicamente la tiene. Y la de otros, cuya razón está igualmente legitimada según sus puntos de vista.
Veamos: El gobierno mostró unas grabaciones hechas con posterioridad a las más recientes protestas, con las que se prueba la intervención de un grupo guerrillero en las mismas, pues es en la práctica una confesión. Pero desde antes, en la Casa de Nariño y por boca del ministro de Defensa se había afirmado lo mismo… aunque sin exhibir esos audios, por la sencilla razón de que no los tenían todavía. La alcaldesa de Bogotá en su momento -antes de estas denuncias- afirmó que esas aseveraciones parecían sacadas de un sombrero y que si las tenían porqué no las habían mostrado antes. ¿Quién tiene la razón?
Otra cosa desconcertante es el trámite de una tutela interpuesta por los actos del pasado noviembre, donde la policía empleó armas para dispersar a los manifestantes. La Corte Suprema ordenó al mismo ministro ofrecer disculpas y pedir perdón antes de 48 horas y prohibir el uso de cierto tipo de fusil. El funcionario dijo que ese perdón ya había sido solicitado. (Pero recientemente, pues lo dijo por lo sucedido en este mes y no en noviembre). El gobierno recordó que desde el año pasado esas armas estaban ya prescritas. Y decidieron no acatar lo ordenado por el alto tribunal de justicia y pedirle a la Corte Constitucional la revisión del fallo de esa tutela. Unos dicen que ya habían cumplido… y otros que pueden incurrir en desacato, lo que tiene como sanción pena privativa de la libertad. ¿Quién tiene la razón?
Pero también se argumenta que las Cortes deben limitarse exclusivamente a sus funciones y no intentar cogobernar, diciéndole al ejecutivo qué debe hacer. Cada loro en su estaca. La manera como fue votada esa tutela demuestra que no hay unanimidad en sus decisiones, porque hubo salvamento de voto de varios magistrados. Todo indica que la tutelitis es otra de las enfermedades de nuestra democracia porque a veces es pior el remedio que la enfermedad. La explicación puede ser la de que a pesar de llevar más de 200 años como república independiente, todavía no hemos madurado lo suficiente, como para confiar totalmente en la independencia de los tres poderes públicos.
Llevamos semanas oyendo que “el mes entrante” Colombia llegará al pico de la pandemia. Las autoridades de salud muestran gráficas y cifras, intentando demostrar eso… para luego alargar más la incertidumbre. Hay un dato que no entiendo todavía: la cifra diaria de muertos. Dicen que realmente no fueron tantos en las últimas 24 horas, que es un rezago en la información por falta de datos y me pregunto: ¿entonces, desde qué día se cuenta el resto? ¿Se equivocó el gobierno nacional al utilizar una metodología mentirosa o al menos dudosa por lo incompleta? ¿No se calificó justamente cuál es más importante: la salud o la economía?
Para los liberales el cara y sello está en el comportamiento de algunos líderes, que piden reglamentar la adhesión a los partidos para que se puedan asumir posiciones más afines con sus convicciones. Es que con el descrédito de los colectivos tradicionales se acudió a inventarse otros y en ellos ya actúan esos líderes. Y para no incurrir en la doble militancia, han pedido que ahora se permita escindir en dos a cada uno de los nuevos partidos. ¿Oportunismo? ¿Derecho a continuar en la vida pública?
Que un tal “Luigi-no-sé-qué” no sabe si es funcionario dependiente de la presidencia de la República que le sopla al oído del mandamás lo que debe hacer o decir… o el verdadero patrón. Se recuerda que hace años le consiguió chanfaina al ahora presidente en el Banco Interamericano de Desarrollo (y tal vez los diplomados de dos semanas en alguna universidad de Washington) y ya se rumora que por eso se cree con derecho a “cobrarle” a su supuesto jefe ese mandado. Y hasta a sugerirle al director del diario El País de España lo que debe publicar sobre nuestro país. Este periodista ya dijo que nunca en sus largos años de ejercicio de su profesión había recibido un mensaje de esa clase. Ni siquiera del rey.
Cara o sello. Tin marín de dos pingüé. ¿Ministro de Defensa con charreteras… o candidato presidencial? Debe estar muy asustada la vicepresidenta, que también parece aspirar. ¿Presidente… graduado de policía? La imagen es de verdad desconcertante, porque su uniforme debe ser solamente el de jefe del Estado colombiano.
Coletilla 1: Muy preocupantes los altos índices de contaminación de la pandemia en Pereira. Durante meses se mantuvo en unas cifras diarias por decenas… y hoy lo son por centenares. Con la apertura del servicio de transporte hacia esa ciudad y conociendo el diario intercambio masivo de los habitantes, no es de dudar que en Cartago aparezcan aún más enfermos de los más de 500 que ya se registran.
Coletilla 2: No he visto aún la serie de la que tanto están hablando acerca de la influencia sobre los humanos de los algoritmos en las redes sociales que muchos utilizan diaria y nochemente. Hace dos años o más, el judío Harari habló de eso y parece que se confirma. Este señor es el nuevo profeta… o el quinto evangelista. En mi caso, no uso tuiter ni yutub. Solo feisbú y guasá. Y prendo el celular que los proporciona en muy escasas horas al día, solo las indispensables para comunicarme con mi más estrecho círculo: sólo dos docenas de personas. Es que aburre tanta pendejada que publican.
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