Tan criticadas como útiles, las motocicletas han aumentado sin parar en Bogotá y en todo el país. Del 2002 a septiembre del 2014, en la capital pasaron de 16.397 a 409.349: en doce años se multiplicaron por 25.
De un lado, ocupan cualquier carril, se les atraviesan a otros vehículos en los semáforos, zigzaguean entre los carros y son las que más se accidentan.
De otro, su bajo costo les permite a personas de ingresos bajos y medios tener un transporte más barato que el bus, mejorar su calidad de vida e incluso se convierte en una herramienta de trabajo para mensajería y encargos.
En diálogo con EL TIEMPO, el viceministro de Transporte, Enrique José Nates, se mostró hace unos días preocupado por la situación. “Sacar y comprar una moto es muy fácil, y estamos pensando en cómo desincentivarlo, porque el 44 por ciento de las muertes del país, por accidentes de tránsito, se dan en motociclistas”.
Según cifras de la Secretaría de Movilidad, a octubre del 2014 habían fallecido 110 motociclistas, para un incremento del 6,8 por ciento, en comparación con el total de los 12 meses del 2013, cuando hubo 103 muertos. Con cierre a diciembre, la situación puede ser peor, si se considera que los últimos meses del año son los que más víctimas registran.
En total, los siniestros en los que están involucrados este tipo de vehículos representan el 21,67 por ciento del total que se presenta en la ciudad. Y eso que solo hay 2,5 automóviles particulares por cada moto en las vías.
Más preocupante aún es que, en el país, dos tercios de los motociclistas solían ser usuarios del transporte público. En Bogotá, el año pasado, los buses perdieron 400.000 usuarios debido al incremento de las motos. Esto, en tiempos en los que la mayor apuesta del Distrito es el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP).
¿Cómo regular esta situación?
“No estoy de acuerdo con desincentivar su uso. Es como si el ministerio dijera que prefiere quitarle a la gente el derecho de escoger el medio de transporte, por no haber sido capaz de manejar el problema”, dijo Alfredo Albornoz, gerente general del Automóvil Club.
En esto coincidió Ricardo Montezuma, experto en movilidad: “Sobre el crecimiento del parque automotor y las ventas de vehículos no puede haber control. Pero lo que sí debe hacerse es regularlo, imponer la autoridad y replantear el hecho de que hoy tengan los mismos incentivos que hace 30 años”.
Montezuma se refiere a que tienen beneficios arancelarios y tributarios, no pagan peajes ni estacionamientos ni tampoco tienen restricción, como el pico y placa.
“Si tienen tantos derechos como los carros, también les deberían corresponder los mismos deberes”, insistió el experto.
Un medio fuera de control
Para comprar una moto no se necesita tener licencia ni saber leer. Prácticamente ni se necesita plata, porque hay concesionarios que los venden con cuotas muy bajas. Lo que les importa a las empresas es vender.
Si algún comprador pregunta cómo sacar el pase, algunos concesionarios incluso tienen una paleta de proveedores de servicios para ello. Sin escrúpulos.
Al respecto, la Secretaría de Movilidad señaló que el Estado debe crear “una política para que el uso y el crecimiento de ese vehículo no revierta en procesos insostenibles para la sociedad”.
Albornoz advirtió por su parte que los “fabricantes deben pensar más allá de las ventas y sentirse responsables por los accidentes y la calidad de los conductores. No a cualquiera se le debe vender una moto”.
Esto es responsabilidad del Ministerio de Transporte, encargado de generar las obligaciones que deben cumplirse para expedir licencias. “Son un sector muy complejo. El año pasado hicieron paro cuando se especuló sobre el pico y placa y otras restricciones. Muy difícil de controlar sin autoridad”, agregó Montezuma.
Ambos –el experto y el representante del sector de conductores– coinciden también en que las empresas que contratan motos deberían pedir más requisitos: cascos de calidad para salvarles la vida en caso de accidente y capacitaciones, entre otros.
Otra solución propuesta es la creación de carriles exclusivos en el costado derecho de las vías, para evitar el zigzagueo, tal y como se hace con las bicicletas. “No es una medida recomendable. Uno de los errores del Código de Tránsito es que las motos y las bicicletas se regulan de igual manera, pero son vehículos muy distintos. Eso generaría inseguridad vial”, concluyó Montezuma.
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