Aunque a los hombres nos abran los ojos y con contundencia nos muestren la verdad, siempre trataremos de ignorarla; cínicamente miraremos la otra mitad del vaso.
Y esto es en toda parte. Pasa en Colombia y en el mundo entero.
La población europea, es quizá la menos crédula del mundo, con respecto a la existencia de un Dios universal.
Aquí en América, en las últimas décadas, ha ido creciendo el ateísmo, hasta alcanzar, estos años, un porcentaje alto en su población. Parece que la humanidad tiende a llegar a la incredulidad total, antes de la mitad del siglo.
Para la mayoría de estos ciudadanos del mundo, solo existe la ciencia. Hablan de ella, más que con respeto, con algo de idolatría.
Si tú hablas de la existencia de un Creador, te consideran un ignorante místico que no merece ser escuchado; además de necio, falto de conocimiento y de intelectualidad.
Parece como si, inexorablemente, la humanidad cumpliera un tiempo cíclico, en el cual se repitieran la eras y volviéramos a las épocas de los diversos dioses. De hecho, ya se insinúa marcadamente, el regreso al matriarcado.
Por esta razón nadie se atreve a hablar de apocalipsis, en estos apocalípticos días de pandemia que azotan a la raza humana.
Sin embargo pienso, que alcanzar desde el propio conocimiento, la percepción necesaria para intuir y concluir en la existencia de un creador del mundo, sin la doctrina de la cultura ni la influencia de la familia, es la mayor hazaña intelectual de un hombre
No es necesario ser un predicador, ni una señora camandulera; tampoco un loco místico, para advertir que las señales de esta profecía, se vienen cumpliendo con claridad.
El cambio climático en Colombia, por ejemplo, es preocupante. Tal vez nadie recuerde un mes de julio, nuestro mes de verano, tan lluvioso. Además, en un espacio de dos semanas, hemos sufrido siete sismos, entre los cuatro y los siete puntos, E.R, otro fenómeno bien extraño.
Para que enumerar, las causas y los hechos que han causado el desmorone de la raza y por consecuencia, el desgaste del tejido social, si todos conocemos cuales son.
Antes de la pandemia, se clamaba por el respeto y la consideración para con el planeta. Las evidencias que éste daba, de que se acercaba su agonía, eran y son palpables.
Cuando arrancó la cuarentena en Colombia, sensibilizados por la amenaza del coronavirus, y estimulados por la oportunidad de reflexión, `entendimos la amenaza que se cernía sobre el planeta y en consecuencia sobre nosotros.
La radio y la televisión nos indicaron como, con el encierro de la gente, el planeta se recuperaba. El aire en las principales capitales de nuestro país mejoró de manera notable y seguramente las aguas de los ríos se descontaminaron en un importante porcentaje.
Durante las primeras semanas de confinamiento supimos que era inminente un cambio de modelo económico, que parara el desgaste de la madre tierra; algunos, comprendimos que el planeta pudo haber hecho uso de un mecanismo propio, para sacudirse de encima la plaga que le azotaba.
Hasta llegamos a entender que se imponía un nuevo orden mundial y que esto incluiría un cambio hacia un nuevo modelo económico, a fin de conservar salud y vida. Pero nadie estuvo dispuesto a abandonar su capital; así lo que pusiera sobre la mesa fuera su vida
El gobierno intentó, abrir sistemáticamente la economía, pero no aguantó. La presión ciudadana lo ha venido empujando a la apertura total.
Ante los problemas económicos, todo mundo presiona. Ya vamos casi por los ocho mil muertos y los doscientos mil contagiados activos y la presión de la industria y el comercio, por el regreso a la normalidad es cada vez mayor. Ya hasta la iglesia entuteló la medida que mantiene los templos cerrados.
La Equidad entre la importancia que se de a la economía y a la vida, a la hora de programar el trabajo del ciudadano en esta pandemia, será la clave del buen camino. En este sentido, parece que Medellín está más cerca de encontrar la ruta con el nuevo modelo laboral propuesto.
El tiempo dirá si estamos equivocados. Serán los jóvenes de hoy, quienes mañana testimonien sobre un tiempo difícil de la humanidad o sobre el inicio de una catástrofe largamente anunciada.
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