La histórica decisión anunciada por el gobierno nacional, este jueves, de auxiliar en un 30 por ciento la nómina de las empresas del país, en el marco de la emergencia económica causada por la pandemia del coronavirus, cambia radicalmente el panorama para la clase trabajadora colombiana. El proletariado se encontraba entre la espada y la pared, ante la insólita propuesta de patronos a trabajadores, que se cocinaba estos días en el ambiente laboral.
Lo que comenzó como una propuesta de los empresarios colombianos, a empleados y obreros, para que «voluntariamente», se bajaran sus sueldos, a fin de colaborar en esta emergencia, con las empresas en que laboran, amenazaba con convertirse, en una imposición velada e ilegal.
Ante todo es de considerar que, esta propuesta no la debe hacer el empresario, sino el trabajador, pero sucede que muchos de ellos fueron llamados a las oficinas de sus patronos, uno a uno, para informarles que sus salarios serían reducidos en un 25 por ciento ante lo cual, al empleado no le quedaba otro camino que aceptar.
Esta ilegal «invitación» fue, sin duda, un despropósito, una ironía y un sinsentido.
Vista a la luz de la problemática laboral del país, es de verdad una medida inoportuna, para el trabajador, en momentos en que, pese al informe del DANE, la inflación causada por las alzas en los productos de consumo ordinario, la canasta familiar y los servicios públicos, es algo nunca visto.
Basta decir que, si hoy día, la economía nuestra funcionara como venía, los sueldos no alcanzarían ni para cubrir el 50 por ciento de la canasta familiar. Esto, gracias al oportunismo desmedido, en medio de la pandemia, de los sectores de los productos alimenticios, los medicamentos y la industria productora de alcohol y otros insumos para la fabricación de desinfectantes, que no fueron debidamente controlados por el gobierno.
Y es un sinsentido, porque desde los tiempos de nuestros abuelos, escuchamos a los colombianos quejarse de la carestía, de los sueldos de hambre y de la manera despiadada en que los empresarios, año tras año y en sus mejores momentos económicos, han cerrado sus oídos al clamor del pueblo, pidiendo justicia en el salario mínimo.
Un factor importante en la economía familiar, hasta ahora, es el hecho de que, en algunos casos, el peso lo llevan varios miembros de la familia, que gozan de empleo.
Sin embargo, ante la crisis económica que en estos momentos se presenta, un alto porcentaje de familias quedará desamparada y de la otra minoría, será poco probable que más de un integrante pueda laborar al mismo tiempo.
¿Como entonces, podría subsistir el proletariado colombiano si se bajara «voluntariamente» su «jugoso sueldo» … ?
Por todo lo anterior, es irónico e inexplicable que los empresarios, los ricos del país, hayan lanzado al pueblo semejante propuesta.
Pero más desconsiderada resulta la propuesta del Dr. Germán Vargas Lleras, de quien se comenta, que pretende, que los trabajadores pierdan el derecho a primas y vacaciones, para salvar a sus patronos. De ser verdadera semejante proposición, encaja perfecto con cierto «demoniático» plan, que al parecer quedó inconcluso.
Es muy conocida en Colombia, la frase: «Los ricos en este país son cada día más ricos y los pobres cada día más pobres». Y esto es una verdad de a puño.
¿Que fue entonces, de los grandes capitales de los ricos, que en menos de dos meses, parece que se esfumaron?
Exceptuando a los pequeños y medianos empresarios, para soportar la crisis económica, los industriales y comerciantes más exitosos deberían acudir a su liquidez dinámica; aquella que tal vez, se encuentre en cuentas de bancos internacionales, ¿Clasificarán también los empresarios del alimento, los fármacos y los productos industriales del aseo, para recibir la retribución del estado…?
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