Valle del Cauca

No es Venezuela, es el Valle: se acaba la comida

No es Venezuela, es el Valle: se acaba la comida El País | Cali | 17 JUL 2016 – 12:16 pm

Julio César Flórez dice que de seguir las cosas como están, tras casi mes y medio de paro camionero, las principales ciudades de  Colombia se parecerán en muy poco tiempo a las capitales de Venezuela: desabastecidas.

“En las grandes ciudades ya no se consigue  fruta, o si se consigue está muy cara, y en cambio en el campo estamos llenos de papayas, uvas, melones, guayabas, pimentones, berenjenas, manzanas, pero mucho se está perdiendo o hemos tenido que regalarlo porque no hay manera de despachar los productos.  Al día, en nuestra empresa,  estamos perdiendo entre $10 millones y $15 millones”.

Julio César es el gerente de Cofruflorez, una productora y comercializadora de frutas y hortalizas ubicada en el municipio de La Unión, al norte del Valle. En su oficina, decorada con fotos de cultivos y una gran postal del pueblo, enumera  los perjuicios que le ha traído el paro camionero no solo a su empresa sino al municipio, donde la producción de frutas y hortalizas genera un promedio de 3.500 empleos directos. 

“El paro nos tiene al borde de un colapso. De esta empresa dependen 120 personas y  los recolectores y empacadores de la fruta se les paga por día laborado, pero no se puede tener a toda la gente porque es muy poquito lo que se puede despachar. En ocasiones no se puede despachar nada.  Si antes del paro enviábamos a todo el país entre 30 y 35 toneladas diarias, ahora  son apenas 8 ó 10, cuando se puede. Por eso nos ha tocado decirles a unas 30 personas que dejen de venir a trabajar mientras se normaliza la situación”.

Afuera de la oficina de Julio, en las bodegas de Cofruflorez, Flor Marina Velásquez empaca uvas. En La Unión quienes se encargan de empacar las 500  toneladas de fruta y hortalizas que se mueven a diario en días ‘normales’ son mujeres.  Eso se debe, explican en la zona,  a la delicadeza de sus manos.

Flor, que pese a todo escucha baladas, es otra de las perjudicadas con el paro. Antes de la protesta trabajaba a diario,   y ahora ya no  sabe cada cuánto lo hará. Es común que  la llamen para decirle que no hay fruta para despachar, entonces que mejor se tome el día libre. Y un día libre es un hueco muy hondo en el bolsillo de los colombianos que como Flor, tienen hijos y viven de lo que trabajan al día.  

Compañeras suyas de una empresa colega, la comercializadora de uvas Alberto Aristizábal, viven algo parecido. Hay días en los que trabajan, sí, pero solo durante dos o tres horas porque no hay mucho por empacar. Y eso, esas dos o tres horas, es lo que ganan en el día. 

Rodolfo Baldión, el Jefe de Mercadeo de la comercializadora, explica mientras recorre los cultivos de uva que debido al paro pasaron de despachar 25 toneladas al día a la mitad,  y enseguida hace cuentas: si a diario dejan de enviar 12 mil kilos de uva, y cada kilo cuesta $3.500, a la compañía le dejan de ingresar   $42 millones cada 24 horas.

Rodolfo se pasa la mano por su cabeza mientras que Julio Flórez, de Cofruflorez,  sigue en su oficina atento al noticiero del mediodía.
“Los poquitos carros que viajan hoy en día están cobrando unos fletes  muy altos. Entonces si la fruta está barata en el campo, regalada prácticamente,  en las ciudades llega cara por esos fletes que tienen un sobrecosto de hasta el 200%.  Por ejemplo el flete a Bogotá está en $140 pesos kilo, pero en días de paro cobran hasta $400 pesos. Es  el precio que exigen los camioneros que deciden arriesgarse a viajar, porque ni siquiera nosotros, que tenemos carros propios, nos atrevemos.  Ya nos han devuelto camiones en La Línea y nos ha tocado regalar la fruta en la carretera, porque vale más el flete del retorno”. 

Afuera de las bodegas de la comercializadora de Julio Flórez hay un agente de policía motorizado y miembros de inteligencia de la Sijín. Con los administradores de las fincas y empresas de la zona  coordinan la caravana de camiones que saldrá a partir de las 4:00 a.m. para Bogotá. Esa es la razón por la cuál en este mediodía de viernes hay una treintena de jovencitas con gorro blanco empacando frutas.

Las caravanas, dice ahora Óscar Marino Castro, productor de papaya,  han servido para controlar de alguna manera el precio del flete. Un camión que viaja escoltado por la policía cobra el flete a la capital con un incremento del 100% sobre el precio oficial. De lo contrario el costo de viajar sería mucho mayor.  

Los pequeños y medianos productores como Óscar Marino, y los campesinos, precisamente,  son  los más perjudicados por el paro. Al no haber manera de despachar los productos, las comercializadoras  no se  los compran. Entonces  regalan la fruta o la desechan cuando se pudre. 

El desabastecimiento es evidente en la plaza de mercado de Zarzal, un municipio ubicado a solo media hora de La Unión.  El carnicero Roberth Tulio Mondragón dice que desde hace días dejó de llegar ganado de otros departamentos, y  eso explica por qué se consigue, sobre todo, cerdo, y poca res.

Leonel Suárez habla de los precios. Si hace dos meses dotaba su puesto de verduras con $200 mil, ahora compra lo mismo por casi $300 mil.

Fortunato Alvarado, quien trabaja desde hace 30 años en la galería, advierte sin embargo que los precios altos no se deben solo al paro.

“Desde enero el costo  de los alimentos se ha incrementado, así que el Gobierno no le puede echar la culpa a los camioneros de lo que está pasando”. Los transportadores, a su vez, repiten lo mismo: si los escucharan, el paro no se hubiera extendido los  41 días que completa hoy. 

Los camioneros  están ubicados en distintos puntos de concentración en el norte del Valle: Cencar, a la salida de Cali; el puente Las Mariposas de Tuluá; la salida de Zarzal;  la entrada a La Unión y otras zonas como El Bolo, Bugalagrande, Mediacanoa y Loboguerrero.

Apostados a la orilla de las carreteras, y alrededor de  ollas comunitarias, escuchan noticias, debaten los puntos de la negociación, esperan. En la noche duermen en sus mulas, o en hoteles (supuestamente financiados por “transportadores más pudientes”) aunque la mayoría  son de pueblos cercanos a los puntos de concentración, así que duermen en sus casas.

“Para mí es lógico el paro. No es justo que manejemos carros de $300 millones y que nos queden solo $400 mil por cobrar”, dice, por ejemplo, Robinson Montoya, que todos los días llega desde Cali para calentar su mula parqueada desde hace días en Cencar.

En el mismo punto Víctor Hugo Figueroa, director operativo de la Asociación Colombiana de Camioneros, dice:
“Estamos pidiendo condiciones justas. Por ejemplo nosotros los camioneros viejos: no tenemos jubilación. El Gobierno prometió ayudas para mejorar nuestras condiciones y no lo ha hecho.  Y sobre los transportadores que no están en paro – mire, ahí van pasando – no es que no quieran protestar, sino que están obligados a trabajar por sus patrones, por empresas que les garantizan carga durante todo el año. Si ellos deciden parar, los expulsan, se quedan sin trabajo. Nuestra protesta, sin embargo, es pacífica. No atacamos a los que no están en paro, no atacamos a nadie”.

Otra cosa dicen los voceros gubernamentales que acusan a los camioneros de provocar incidentes en vías de Boyacá, Cundinamarca y otras regiones del país.

En las carreteras del  norte del Valle, por lo menos durante el viernes pasado, efectivamente no hubo ningún tipo de bloqueos por parte de los camioneros. En la concentración de Zarzal apenas le pedían a los transportadores que no estaban en huelga que orillarán sus vehículos durante diez minutos como forma de apoyo a sus peticiones.

“ El gobierno nos tiene desde hace 15 años con el mismo flete, pero los peajes para arriba, los combustibles para arriba,  y así no aguanta nadie. Además, al país está llegando una multinacional que pretende monopolizar el transporte en Colombia: Impala. Ya metieron 150 mulas, y alistan otras 300. Nos quieren dejar sin trabajo”, decía Óscar Quintero.

En la concentración de Tuluá el camionero Alexander López, por su parte,   rechazaba la manera en que el Gobierno ha manejado la protesta.

“Las medidas del Presidente son abruptas, arbitrarias. Nos amenazan con quitarnos las licencias, con aplicar extinción de dominio a los vehículos, militarizan la protesta. ¿Por qué el Presidente no reacciona con esa vehemencia cuando han ocurrido paros armados en regiones donde nosotros  no vemos un solo policía que nos proteja?

Mientras unos y otros se ponen de acuerdo, en todo caso, en Zarzal Nubia Giraldo se queja de que los $100 mil que invertía en el mercado de su familia ya no le alcanza, aunque  inevitablemente debe buscar  a como dé lugar los otros $70 mil para completarlo. 

Finalmente, pese a las  crisis y las peleas de los poderosos,  los que tienen el sartén por el mango, lo último que se puede dejar de hacer es comer.

CiudadRegion Noticias

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