Los científicos están comprobando que los indígenas -recordemos los de la Sierra Nevada de Santa Marta- siempre han tenido la razón cuando aseguran que la Pacha Mama Tierra es un todo. Que las diferentes especies (animales, vegetales, contando con la humana) se ayudan en la lucha por la supervivencia. Esta semana se informó que los árboles están encontrando ya la manera de superar las dificultades del cambio climático, como si tuvieran algo similar al razonamiento. Parece haber, pues, una como inteligencia superior que rige a la naturaleza y que ha dotado a todas las criaturas de facultades para su vida.
Creo que muy pocos conocen el tema que voy a tratar y del que me ilustró mi amigo, el empresario cafetero Juan Carlos Pérez Buitrago. Él se autocalifica como agnóstico deísta -distinto a los ateos- porque, según su propia creencia: “hay que tener a quien pedirle perdón cuando nos equivocamos, así nunca entendamos ciertas cosas de la divinidad”. Y lo conozco como un visionario, alguien fuera de serie que siempre deja pensando a sus interlocutores quienes, en veces o casi siempre, no lo comprenden al primer argumento pero luego, por las fortalezas de su discurso… se rinden ante las evidencias.
“Juanca” ha planteado desde su temprana edad (fue a sus 18 años el concejal más joven de Cartago) soluciones para los problemas de la ciudad. Propuso, por ejemplo, para producir buena parte de la energía eléctrica que consumimos, recuperar la antigua hidroeléctrica de “La Hoya” que nos suministró la misma energía durante gran parte del siglo pasado y que luego fue, inexplicablemente, abandonada y cuyos retales se vendieron por debajo de la mesa -y del precio real- a un aparecido paisa, que llegó aquí solo a eso: a llevarse songo-sorongo un patrimonio. Recientemente ha dicho que lo del aeropuerto de Cartago es un embeleco en el que hemos perdido tiempo y neuronas, que esos terrenos deberían utilizarse para construir allí un parque solar que produzca la energía que necesitamos y hasta vender a otros, teniendo en cuenta las facilidades que nos da el hecho de ser la quinta ciudad con más luminosidad en todo el planeta.
Y su más reciente “locura” (creo que no será la última) es el cultivo de una gramínea oriunda de la India y que trajeron a este continente los jesuitas -ah… estos jesuitas-, los mismos que introdujeron el cultivo del café a Colombia y que organizaron las Misiones del Paraguay, un experimento socialista que intentó darle uso racional a los inmensos latifundios improductivos, lo que asustó a los españoles y por eso Carlos Tercero los expulsó. Esa planta se llama vetiver y su nombre solamente me recordó la fuerte loción popularizada en los años 60´s entre los coca-colos de esa época. Lo que en mi ignorancia desconocía, es que ese uso es apenas el menos importante de todos los increíbles que tiene.
Por ejemplo: su raíz crece varios centímetros cada día y se entrelaza con las de sus vecinas, formando una muy fuerte masa con un buen porcentaje de la resistencia del acero y que puede tener infinidad de usos: para fortalecer taludes, corregir cauces de ríos, purificar el agua absorbiendo las materias contaminantes. Y la mata es un pasto que sirve como alimento animal, para techar casas y para artesanías como sombreros. Su biomasa produce energía y es la planta de mayor capacidad de fotosíntesis, pudiendo capturar toneladas de bióxido de carbono. Todas estas cualidades las ha comprobado Juanca porque, como el mismo se define, es un tomista a fondo: hasta que no metió el dedo… no creyó.
Vea pues. Más de once mil científicos acaban de firmar un manifiesto en el que confirman que el calentamiento climático es el más grave problema que enfrenta la misma existencia del ser humano. No sé si estos sabios conocen la importancia del vetiver y de sus infinitas propiedades, que serían buena parte de la solución de ese problema causado por la acumulación de materias nocivas que esta planta… literalmente se traga. O que, como yo hasta ayer, ignoran supinamente este regalo de la naturaleza. No soy ateo -a veces sí algo agnóstico- y debo decir: Bendito es mi Dios.
Coletilla 1: No he podido entender el porqué unas personas se someten a cambiar su físico y hasta su personalidad… para parecerse a otro. Y de contera, aguantarse los regaños de la ignorante que funge como jurado. Esto es explicable en tratándose de la profesión de los actores profesionales: su oficio es darle vida a personajes ficticios o reales. Claro que algunos se quedan en el mismo papel toda su vida, caso los que interpretan a Rambo, Indiana Jones y otros. Pero eso de querer volverse un clon de cualquier cantante, me parece el colmo de la pendejada, de la perdedera de tiempo y de recursos. Uno no sabe si estos fulanos dedicarán lo que les pueda quedar de vida… “pareciéndose a”. Triste papel, todo un papelón. Así clasifiquen como “yo me llamo”.
Coletilla 2: Tampoco entiendo las razones aducidas para meterle miedo a las marchas del próximo 21 de este mes. Y menos, que se intente suplantar a las autoridades legítimamente constituidas, que son las únicas autorizadas por la Constitución Nacional para velar por la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Creo que flaco, muy flaco servicio le prestan al gobierno los que así piensan y que se dicen sus amigos… leales y obsecuentes servidores. Y no creo que la senadora del partido de los verdes haya mentido cuando aseguró que es cierto, como lo asevera el gobierno, que no hay proyectos de ley presentados y radicados en el Congreso para modificar las conquistas de los trabajadores… pero que sí ha habido ya varias reuniones para plantear eso, a las que ella misma ha asistido como invitada.
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