Nuestro Norte como que está condenado a ser invisible a nivel nacional. En los noticieros radiales y televisivos solamente nos nombran para hablar de algún delito que se haya producido en nuestro territorio. Pero es que también es imposible sintonizar las cadenas nacionales de radio en A.M. (solo entran las de F.M.) y ni siquiera el vecino TeleCafé reconoce que existimos, a pesar de que su noticiero del medio día ya tiene en sus créditos además de los nombres de Caldas, Quindío y Risaralda, el de nuestro Norte.
En las diarias noticias de las cifras de contagios producidos por la pandemia todos esos medios se limitan a Cali y, de pronto, a sus vecinos. Nunca se difunden por los noticieros de TV o de radio los datos de los 18 municipios norteños, aunque en el mapa que muestran todos los días sobre las zonas más afectadas sí se nota que esta parte del departamento aparece en blanco, que es el que señala las sitios en donde no existen contagiados o solamente unos pocos. Para un buen observador, el hecho de que inmediatamente hacia el norte se vean también unas zonas con color igual al nuestro y diferente al rojo en donde esta infección está en todo su furor -como el sur del Valle del Cauca- debería llamar la atención.
Esta continuación del mismo matiz en el territorio que comprende los tres departamentos del Eje Cafetero y nuestro Norte es todo un mensaje subliminal… pero que también nos pone a pensar en las realidades que nos unen y que al mismo tiempo nos diferencian del resto del departamento al cual pertenecemos hasta ahora. Uno de ellos, aunque no el único, es el cultivo del café. Varios de los municipios nuestros están en la lista oficial del Paisaje Cultural Cafetero aprobado por un organismo internacional. Unamos a esto que los apellidos de todo este territorio reflejan un origen compartido, proveniente de Antioquia.
Retrocediendo en la historia nos encontramos con la tribu indígena de los quimbayas -diferente a las que los rodeaban-, pobladora de casi todo el Eje Cafetero y la totalidad de este Norte hasta el río La Paila. Por eso he dicho en repetidas ocasiones en esta columna (así como en otras que mantuve hace varias décadas en diferentes medios de comunicación escritos y radiales) que nuestra vocación autonómica ha sido siempre precolombina, pues ya existía antes del arribo de Colón y la posterior llegada de los españoles que, al igual que los quimbayas, también son nuestros antepasados. Estas realidades no fueron tenidas en cuenta al momento de crear el Valle del Cauca a comienzos del siglo 20 y son la causa de que no seamos… ni chicha ni limoná. Legalmente seguimos perteneciendo a una entidad territorial que tiene su capital en la quinta con porra -y no solo distante sino distinta-, aunque sociológica, cultural y económicamente nuestros vínculos son muchísimo más estrechos (porque son los del diario vivir y convivir) con los vecinos de la margen derecha del río De la Vieja.
No sé si el bicho que nos infecta está programado para respetar estas identidades culturales, ya sea porque apareció espontáneamente… o fue creado en un laboratorio. Pero lo cierto es que no debe ser solamente una coincidencia que ya figuremos juntos norteños, caldenses, quindianos y risaraldenses. Ojalá el federalismo inteligente propuesto por Claudia López se refleje pronto -se reconozca- en normas territoriales que actualicen el mapa político de este país que, como también lo he dicho en varias oportunidades, hoy parece la caricatura de una señora sesentona y jamona… que luce un ridículo vestidito de primera comunión. Ya está creada la Región Administrativa y de Planeación -R.A.P.- del Eje Cafetero y los gobernadores de los departamentos vecinos han reiterado su intención de sacarla adelante… a pesar de los errores iniciales cometidos, como lo son las inexplicables renuncias de tres gerentes sucesivos en cuestión de dos meses, por causas al parecer meramente politiqueras.
Y me parece correcto el planteamiento del gobernador de Caldas, en el sentido de que el Eje Cafetero no necesita una capital. Eso no es de buen recibo y fue la zancadilla y el codazo del anterior alcalde de Pereira (repetida ahora por su sucesor en cuñas institucionales), autoproclamando a su ciudad con ese título, reflejo del complejo que sufren algunos integrantes de la clase dirigente pereirana. TeleCafé está difundiendo los mensajes de varios alcaldes de municipios caldenses en ese mismo sentido, que dan a entender su apoyo total al planteamiento del muy joven gobernador. Y todo parece indicar que el del Quindío está en la misma tónica. Es que nadie camina en la compañía… de quien solo acepta sus propios modales.
Coletilla 1: En chorro de babas se convirtió el anuncio del alcalde de Cartago para reglamentar lo referente al cobro de los servicios públicos de acuerdo con los decretos presidenciales expedidos en esta pandemia, porque los que manejan hoy a EmCartago exigieron a quienes no son los propietarios un documento del dueño, aceptando ese procedimiento de pago por cuotas. Eso no apareció en el reverso de la factura, lo que desconcertó a los usuarios que hicieron cola -exponiéndose al contagio- y que portaban lo que sí decía ese documento: fotocopias de la cédula y de la factura. Se pasaron por la galleta al burgomaestre.
Coletilla 2: En la del cobro de la energía -expedido por la empresa pereirana a la que se le entregó ese servicio- aparece este mes también el de alumbrado público, que no fue objeto de esa cesión y no lo presta esa entidad, irregularidad que nadie entiende y que es un cobro indebido. Pero lo peor: los nuevos dueños de la energía cartagüeña no dijeron ni pío sobre el pago por cuotas ordenado por el gobierno nacional.
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