Cartago, la ciudad con el más alegre de Colombia, como reza el conocido eslogan, es una hermosa ciudad, con gente amable, respetuosa y cívica.
Pero, la ciudad con el sol más alegre de Colombia, viene sufriendo del mal que padecen las ciudades que crecen en tamaño y en población: el mal de la intolerancia.
Hace unos días, dejé mi motocicleta en la zona de parqueo de motos en la calle 12 entre carreras tercera y cuarta, y después de realizar mis diligencias, volví a recoger mi vehículo con la sorpresa de que el cuidador, me recibió con improperios, gestos vulgares y expresiones agresivas, que hasta el momento desconozco que las motivaron; pienso que me confundió con otra persona. Pero esto no es admisible en alguien que la alcaldía ha autorizado para cuidar los vehículos de ciudadanos Cartagüeños y de visitantes a nuestra ciudad. Deja mucho que desear la actitud de personas sin educación ni cultura, dedicadas a atender público. Por supuesto, no me demoré en radicar mi queja ante la alcaldía.
Lastimosamente, este es solo un ejemplo de la intolerancia que se ha ido apoderando de la Villa de Robledo, mientras más crece la ciudad, más intolerancia vemos y sufrimos: motociclistas que no respetan las normas de tránsito (especialmente esos a quienes denominan motoratones); taxistas irrespetuosos y que se comportan, en caso de accidente de tránsito, como pandilleros acosando al otro accidentado; habitantes de la calle que destrozan las bolsas de la basura; consumidores de todos los vicios que fuman y aspiran en cualquier parque o zona verde de la ciudad; pandillas conformadas, casi que exclusivamente, por menores de edad, como la ochotres de bellavista, o la del ciprés, dedicadas al microtráfico y a la violencia en sus barrios; vecinos que se amanecen y duran dos o tres días embriagándose y consumiendo vicio en los antejardines de sus casas, con un equipo de sonido a todo volumen, sin Dios ni ley; supuestos recicladores a los que se les paga para que boten basuras, muebles y trastos viejos y hasta sanitarios, y que simplemente dejan esas cosas en cualquier zona verde, andén o parque; dejemos ahí, para que no se nos dañe el día con tanta vagabundería.
Y ¿Qué debemos hacer como ciudadanos para no dejar que estos tristes comportamientos crezcan y se vuelvan inmanejables?
Primero, dar ejemplo; como ciudadanos debemos dar ejemplo, todos debemos asumir una postura cívica que le recuerde a los demás, que habitan en una ciudad que recibió ese título, por parte del Rey de España, hace más de trescientos años.
Segundo, apoyar las iniciativas de la alcaldía por fomentar una mejor convivencia y participar de las actividades que se convoquen para fortalecer esa convivencia. Participar es un principio del civismo.
Tercero, quejarse o denunciar a esos bárbaros que desconocen los significados de civilidad, de civismo, de ciudad, de ciudadano.
Cartago es la capital del Norte del Valle del Cauca y del futuro Departamento de Quimbaya, y no podemos permitir que el mal comportamiento de algunos bárbaros, destruya la buena imagen que nuestra ciudad ha alcanzado en los últimos tiempos.
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