Aunque la última encuesta fue hecha antes de este hecho, lo cierto es que los ciudadanos ya le están oliendo el tocino a los voceros de los extremos: “el redentor” tiene ya un rechazo mayor al 63% y su pupilo en la Casa de Nariño… apenas llega a un 29% de aceptación.
En el senado de la República, los adoradores del “que sabemos” (el mesías, el redentor, el infalible) se amontonan a su alrededor para que huela el incienso. Por la mirada hacia la izquierda cuando empiezan sus insultos, se supone que está a la derecha de los izquierdistas que allí se sientan. Esto es una copia de lo que aconteció en la Asamblea Nacional de Francia en las épocas de la revolución, que cambió la política mundial. Los defensores del statu quo se hacían a la derecha… y los revolucionarios a la izquierda.
Pero con lo sucedido en la semana que pasó, estos extremos se juntaron, porque ambos quieren volver trizas el acuerdo de paz que tanto trabajo dio. El “incorruptible” ha hecho todo lo que ha podido para que eso suceda. Desde las noticias falsas con las que empezó y terminó la campaña para desinformar a la opinión pública en el proceso del referéndum (consiguiendo, sin embargo, apenas un muy escaso 2% de ventaja en la votación), hasta el entorpecimiento de la aprobación final de la JEP, su labor no ha sido otra. Entre ceja y ceja tiene la decisión de acabar con el proceso de paz.
Y la extrema izquierda decidió volver a coger las armas (o pedírselas prestadas a Maduro), con el argumento de que no solo este gobierno sino el propio Estado incumplió lo acordado. Hablando de esta extrema, es necesario aclarar que el grueso de los ex guerrilleros de las farc ya respetan la Constitución Nacional, se han sometido a ella y han rechazado -pública y contundentemente- lo decidido por la minoría de un escaso 10% de sus antiguos compañeros de lucha. Hasta han pedido disculpas por este absurdo. De manera que no es como los culiprontos periodistas de algunos medios titulan: que las farc han vuelto al monte. El 90% de ellos se mantienen dentro del proceso de paz, a pesar de las dificultades y los incumplimientos en su implementación.
Un periodista de La W (cuyo nombre no recuerdo) hizo el más cuerdo análisis el mismo día en el que se conoció ese pronunciamiento de los disidentes: no hay que subestimarlo… pero tampoco magnificarlo. Es grave, pero nunca una catástrofe irremediable. Este argumento fue acogido por sus colegas de ese medio de comunicación social, inclusive la defensora de oficio del “mesías”, que allí tiene espacio propio. Y ese mismo concepto le hemos oido decir a los más autorizados voceros de los otros partidos políticos, a dirigentes gremiales, a los representantes de la Iglesia Católica. Hasta a algunos integrantes de este gobierno les escuchamos cosas parecidas, si bien adobadas -claro- con una que otra punzadita maleva.
Y esto está produciendo sus resultados: aunque la última encuesta conocida fue hecha antes de este hecho, lo cierto es que los ciudadanos ya le están oliendo el tocino a los voceros de los extremos: “el redentor” tiene ya un rechazo mayor al 63% y su pupilo en la Casa de Nariño… apenas llega a un 29% de aceptación. Lo mismo acontece con Petro y demás yerbas: su retroceso en la voluntad de los colombianos es evidente. Queda, entonces, la más inteligente de las posiciones, la que sigue la tozuda realidad: el centro. Es que las culequeras extremistas son aceptadas por las mentes inmaduras… que viven entre “pajazos mentales”.
Lo cierto es que las próximas elecciones, aunque no tienen la connotación de una presidencial o para congreso, sí van a reflejar las querencias de los ciudadanos y el rechazo a los que han demostrado que solo tienen odios en sus corazones. La opinión pública está demostrando que está cansada de la polarización a la que nos han llevado esos seudo-dirigentes. Y como al incorruptible Robespierre, que fue el máximo guillotinador en la Revolución Francesa… también les cortarán la cabeza. Comerán de su propio cocinado.
Coletilla 1.- El cartagüeño Manuel Antonio Ignacio Del Campo y Rivas fue oidor en las reales audiencias de Centro-América y es, por lo tanto, el más encaramado burócrata que nuestra ciudad ha tenido. Escribió un libro con un nombre muy largo (que no repito porque me ocupa media página), en el que describe memorias de la fundación de Cartago y la aparición de la Virgen de La Pobreza, cuya carátula con esa imagen hizo pintar en España y parece ser que las matronas cartagüeñas la mantenían en sus nocheros. Hay una excelente fotografía restaurada, copiada de una de las novenas que ellas rezaban. Es allí en donde figuran también los primeros datos conocidos acerca del escudo de armas de nuestra ciudad, que sirvieron a los concejales para que en 1966 aprobaran el acuerdo que lo reglamentó. Y para los que aman estas cosas, transcribo lo que dice su registro de bautismo: nacido el 10 de abril de 1750 a las 6 a.m. y bautizado el 12 del mismo mes. Hijo de Don Gregorio Simón Del Campo y Doña María Bárbara De Rivas de La Asprilla. Los padrinos fueron sus abuelos maternos, el Maestre de Campo Juan De Rivas y su mujer Josefa Álvarez Del Pino.
Coletilla 2: Como será el avance de la peste de los tales “ritmos urbanos” como el reguetón y la champeta, que la organización el Minuto de Dios ha decidido convocar en Bogotá, todos los viernes, a conciertos de nuestra música vernácula. Se oirán bambucos, pasillos, guabinas, joropos, cumbias, currulaos y los demás ritmos auténticamente colombianos. Así lo anunció el sacerdote de todas las noches en ambas cadenas de televisión nacionales. Que el Padre Eterno nos ilumine en “esta noche que va a pasar… y el día que llegará”. Amén.
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