Hay un país oculto en este otro país que llamamos Colombia; un país de gente honesta y franca; tímida y orgullosa; generosa, solidaria y amable. Montañeros verracos en un país de montañas y valles de antiguas selvas convertidas en ciudades prósperas y campos productivos. Ese país oculto es el País Paisa.
Y está habitado por nosotros, los paisas, y se extiende por Antioquia en el norte, hasta el Quindío en el sur, y por Caldas, Risaralda, Norte del Valle del Cauca y Nororiente del Tolima, incluso sobre la cordillera occidental chocoana y las sabanas del sur de Córdoba.
Y fue la colonización antioqueña la que creó al País Paisa, al esparcir la sangre y la cultura antioqueña por el occidente de Colombia, a lomo de mulas, con un machete en la mano, un rosario en la otra, y un carriel en donde permanecían unidos los ahíncos, los sueños y la fortaleza de los primeros arrieros.
Y ¿Por qué hablar de un País Paisa? Pues, porque en la práctica existe, aunque no lo encontremos por ningún lado en un mapa oficial de Colombia.
Si miramos a otros países, en donde coexisten y conviven pacíficamente diversos pueblos, encontraremos que en muchos de ellos se respeta la cultura y se les da la autonomía política que deben tener por derecho propio y natural.
Solo observemos el caso de España. En la madre patria, con sus diecisiete comunidades autónomas, de ellas, las más reconocidas son el País Vasco (Euskal Herria) y Cataluña.
En Colombia no tenemos esas autonomías por la desgracia de un centralismo que nos agobia. Y en eso está en mora este país, en reconocer a las regiones como tales, no solo como unas divisiones en el papel, o como unos remedos de autonomía que no lo son, falta mucho para eso, y para eso se necesita una nueva constitución que permita la creación de al menos nueve autonomías que abarquen principalmente lo cultural como la base para lo demás.
Y ahí, es donde vuelvo a hablar y donde seguiré hablando del País Paisa, nuestra región, que debe buscar su autonomía y prosperidad según nuestra cultura y no lo que venga orientado desde la capital del país, como copia de políticas extranjeras adoptadas o impuestas desde las potencias.
Por eso repito: hay un país oculto de gentes alegres y sinceras, con un profundo apego a la tierra de estos valles y montañas, un país que debería llamarse la verraquera, el cielo o el paraíso. Ese es el País Paisa.
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