Cualquier niño dirá -dependiendo de su estrato social- qué quiere hacer cuando sea grande: bombero, policía, presidente o… terminar el bachillerato. Y en la adolescencia querrá ser como su cantante favorito, se mirará al espejo y hará todos los gestos de su ídolo. (César Costa, cantante mejicano de los años 60´s, quiso ser como Paul Anka interpretando muchas de las composiciones del canadiense quien, ya residente en Estados Unidos, logró a sus 17 años ser figura mundial al finalizar los cincuenta, con su canción “Diana”).
Y en nuestra subdesarrollada Latinoamérica, a algunos les dio por eso del “rock en español”, tratando de copiar a los que pusieron de moda ese ritmo, exclusivamente anglo-sajón pero con fuertes influencias del blues y el gospel africanos. Por eso suena tan estúpido, absolutamente cursi, intentar siquiera repetir en nuestro idioma lo que es completamente ajeno a nuestras tradiciones, a la idiosincrasia de quienes habitamos el patio trasero de los gringos. Eso sería como hablar de vino noruego, tango de Turmequistán… o cumbia china. Temas y comportamientos para ridículos arribistas -o inmaduros imitadores- que hoy pretenden ser lo que nunca han sido… ni pueden serlo.
Este síndrome, que parece de bipolares, cogió fuerza con un programa de televisión que buscaba cantantes parecidos -no solo en la voz, sino en su físico- a ya encumbradas figuras artísticas. Todos vimos a personas aparentemente normales, anhelar con angustia su paso a la siguiente ronda, rogando de rodillas que los dejaran continuar, que luego mejorarían. Y a la conocida jurado (por los muchos años que moja la pantalla), repetir el gesto de su propia invención, recorriendo con los dedos su antebrazo como tratando de agarrar la emoción que le erizaba los vellos. Millones de pesos se ganó el que triunfó. Y a los otros les quedó… el recurso de contraticos para cantar de pueblo en pueblo.
Pero esta pose también se presenta en otras actividades, por ejemplo la política. Carlos Lleras De la Fuente, hijo del ex presidente Carlos Lleras Restrepo, se creyó idéntico a su progenitor… pero nunca le llegó a los tobillos. López Michelsen quiso ser como su padre, pero su mandato no fue tan claro como lo pregonó: los chanchullos de la carretera a los Llanos Orientales obscurecieron su gobierno. El único que sí demostró personalidad propia fue Álvaro Gómez, pero solo en sus últimos años, porque las sesiones de “pito ventiao” en el congreso en plena época de la violencia política, le retrasaron su nueva imagen.
Hoy estamos observando -ya no con preocupación… sino con risa- el comportamiento infantil de quien fue elegido como presidente de nuestra república. En su perfil en las páginas sociales imita la pose de su patrón y en sus decisiones trata de complacerlo. Eso acaba de hacer con las objeciones a la ley que reglamente a la Justicia Especial para la Paz -JEP- y de la que dijo en febrero que no iba a entorpecer su funcionamiento. Pero con su demostrada débil personalidad (a pesar de los griticos en sus intervenciones públicas), no resistió las presiones de su grupo de halcones y anuló la posibilidad de ser él mismo. Ya es solamente una copia, un “yomellamo”. Y en esas estamos.
Un presidente maduro -jecho, decimos en castellano-, pero además inteligente e independiente, habría analizado con frialdad y sin esas culequeras de niñito mimado las consecuencias de su proceder. Y se habría dado cuenta de que, como lo acaba de decir el ex Alfonso Gómez Méndez (“ex” de muchos cargos: parece que nació para ser burócrata), parodiando al fabulista español Tomás de Iriarte: “Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, dime amiga mía… ¿son de alguna utilidad?”. Porque todo se limita a precisar algunos temas que, para algunos, pueden estar mal redactados y eso no amerita -como le dijo el potro a la ardilla de esta fábula- tamañas piruetas.
Pero como estamos ad portas de unas elecciones trascendentales, como lo son las de las entidades territoriales -para escoger gobernadores y alcaldes, diputados y concejales que ayuden a elegir dentro de tres años al próximo presidente de la república-, la estrategia es mantener la pugna en cosas que se suponían ya superadas, como es el proceso de paz. Ese es el gancho en el que los fachos pretenden colgar la decisión de los colombianos en octubre próximo: la insultada de la “Harpía” Valencia al senador de las Farc política, en plena sesión de la Comisión de Paz, es la prueba de bulto. Es que ellos, tal cual lo dijo el constitucionalista Carlos Medellín, como no han tenido parientes en esa guerra, quieren que otros entren a ella cantando. Y no reconocen que de allí… se sale llorando.
Afortunadamente, la Corte Constitucional está demostrando ser el fiel de la balanza en esta maltrecha democracia. Sus “puntos sobre las íes” en el más reciente fallo, aclarando puntos del reglamento de la JEP, nos llena de esperanza de que este país no se va a desbarrancar.
Coletilla 1: Hablando de parecidos, en mi adolescencia algunos decían que tenía “cierto aire” al cantante Oscar Golden. Creía que tal vez porque siempre me partí el cabello -como él- por el lado derecho. Pero hace pocos años descubrí que su verdadero padre, el cartagüeño Alfredo Grajales, desciende de un hermano de Ezequiel, el papá de mi tatarabuela materna con el mismo apellido, ambos hijos de Blas Julián Grajales Ramírez y Agustina Machado Sanzena. Y remirando mis fotos de esa época compruebo… que sí hay genes recesivos.
Coletilla 2: Y hablando de historia, cuando el alcalde de Cartago se refirió amablemente -en la entrega de la remodelación de la Plazuela Guadalupe- a mi escrito acerca de su origen (publicado hace años en un periódico local), quise contribuir a su mayor conocimiento y envié a esta página web esa misma investigación. Pero recibió en “me gusta”… cero pollito. No entiendo. ¿Es que somos ya tan poquitos los cartagüeños raizales y al resto no le interesa la historia de nuestra ciudad? “Tectoner”, empresa ubicada en la cra. 4ª con 6ª y gerenciada por la hermosa Luisa Fernanda, regala copias para que, quienes vayan allá… sepan en dónde están parados.
Coletilla 3: Excelente terapia recibieron los (y las) “celubobos” con la salida del aire de las tales redes sociales en la semana que terminó. Por días no les funcionó feisbú, ni guasá ni tuiterio y se vieron obligados a mirar a los ojos a sus interlocutores. Los medios tradicionales -radio sobretodo- promovieron encuestas acerca de esta ya manía de algunos y se conoció la protesta de una señora porque su hija le envía mensajes por esas redes desde su habitación… en la misma casa.
Gustavo García Vélez | CiudadRegion
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