Juan Bautista Poquelin -más conocido como Molière, autor de “El enfermo imaginario” y “Las preciosas ridículas”- fue el padre de la Comedia Francesa, compañía de teatro famosa desde hace más de 300 años. Pues bien, este “descreste” mío nos sirve para comparar la actual situación de Colombia que, francamente, mueve a risa por los últimos hechos ocurridos, que ya son noticia internacional y que, más que avergonzarnos, deberían de servirnos para reclamar el título de “Capital Mundial de la Tragicomedia”.
El teatro (invento de los griegos) ofrece dos posibilidades: tragedia, si la obra a representar excita terror o compasión; y la comedia, con un desenlace festivo que presenta los vicios y errores de la sociedad, ridiculizándolos. Pues bien. Desde comienzos de este año hemos escuchado la repetición -repetidera, sería mejor decir- de un hecho con ribetes de delito, denunciado inicialmente por un medio de comunicación gringo ante el silencio de uno nacional. Esos actos fueron desmentidos por el canciller de nuestro país. Y ahora, la misma revista que eludió esa publicación a comienzos de año, publicó el “segundo tomo, corregido y aumentado” y la reacción oficial fue totalmente contraria a la de enero. Ésta, que puede ser la tragicomedia de la década, ha tenido hasta ahora tres actos que podemos resumir así (no cobro nada por el libreto):
PRIMER ACTO: El ministro de relaciones exteriores de una república considerada como parte del patio trasero de los gringos y sus gobernantes cual lacayos de ellos, en vuelo expreso va a ese país para desmentir personalmente lo publicado por el influyente diario The New York Times el 16 de enero. Con el talante postizo que lo caracteriza -voz impostada, como la de su padre que fue locutor; y peinado en burda imitación de la actriz francesa Brigitte Bardot, con capul incluida- dice en rueda de prensa que son infundadas las denuncias hechas públicas por ese medio de comunicación. Mientras tanto, aquí renuncia a seguir publicando sus muy leídos escritos el columnista estrella de la revista que se negó a dar a conocer de la opinión pública esas graves denuncias de interceptaciones a los teléfonos de muchos periodistas, miembros de ong y defensores de derechos humanos. Los ciudadanos se miran, los demás medios le meten sordina al asunto como diciendo… pare de contar. Dice “juanpueblo” que el que calla, otorga.
SEGUNDO ACTO: Casi al día siguiente, el entonces ministro de defensa (un comerciante que de las funciones de ese cargo no tiene ni idea) condecora al comandante de las fuerzas militares, entidad que aparece como la responsable de esos actos, pues es una institución de su nómina a la que se acusa de cometerlos. O sea, que lo premian. Y la revista le ruega a su columnista que vuelva, que fue un error de un subalterno el silencio de ese medio. El periodista acepta… pero al poco tiempo decide irse definitivamente. Al comerciante metido a soldado le arman fiero debate en el congreso y entonces decide renunciar. Lo reemplazan con el canciller de marras, que prefirió eso a continuar haciendo el oso defendiendo al tal Guaidó, aspirante inventado a ser presidente de un vecino país. Se viene esto del bicho chino, la cuarentena que ocupa todo el tiempo a todos los medios de comunicación -contribuyendo con ello al estrés de 40 millones de personas- y nadie se acuerda ya de semejante escándalo.
TERCER ACTO: La revista de marras (para reencaucharse, pues los lectores se fueron) reabre el mismo asunto, que motiva carta abierta de más de 100 periodistas enviaron al jefe del Estado preguntándole porqué los persiguen. Y no se sabe si por colegaje, o porque todo el mundo está mamado de las mismas noticias sobre infectados y muertos, además de los efectos económicos de semejante crisis -aquí y en todo el mundo- estalla la protesta de los medios de comunicación. Entonces aparece nuevamente el mismo canciller, con su misma falsa voz e idéntico ridículo peinado…a rasgarse las vestiduras. “Estamos investigando eso, no toleraremos ningún acto que vaya en contra de los periodistas, el gobierno rechaza todo lo que atente contra la libertad de prensa” fueron los lugares comunes, las perogrulladas que se le oyeron en extensa entrevista para un noticiero nocturno de televisión el lunes pasado. Entonces algunos periodistas se preguntan: si los del gobierno estaban advertidos, si lo sabían, si existen al menos indicios que son medios probatorios y de los cuales pueden inferirse otras pruebas (lo que en derecho se llama hecho notorio)… por qué no hay aún conclusiones de esas “exhaustivas” investigaciones ?Ese silencio, pero con las manos cogiéndose el pelo, se asemeja a la pantomima. Y al militar al que habían defendido y hasta premiado con una embajada en Europa -nada menos que ante la Otan- ahora lo abandonan y lo exhiben como chivo expiatorio. Qué lavada de manos la de estos pilatos de nuevo cuño.
Si todo esto no es una tragicomedia -terror y vicios juntos- entonces que resucite poquelán y nos diga eso cómo se llama. Porque si una cosa se parece a un pato, sabe nadar, camina como tal y grazna, pues… En mi condición de comentarista público con más de 30 años de ejercicio, no puedo esperar a que el próximo domingo (día en el que normalmente se publica esta columna) este escándalo sea nuevamente ocultado. Me parece que son graves -gravísimas- las denuncias. Y no es sólo por solidaridad de gremio con los chuzados. Es que, como adicto a la filosofía liberal, soy defensor a ultranza de la libertad, entre cuyos más fuertes baluartes está la de expresar libremente las opiniones que se tengan. Y con mayores veras si se hace en un medio de comunicación social respetable por lo responsable. Ese es el alimento de la democracia.
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