Desde la lejana prehistoria se han producido desplazamientos de los humanos de su lugar de origen hasta otros sitios y todo esto buscando un mejor estar para cada una de las tribus nómadas. Del centro-oriente de África -en donde, dicen los antropólogos, hace 300 mil años apareció el hombre- a Mesopotamia fue la primera diáspora… que duró miles de años.
“Más recientemente” (es apenas un decir y por eso las comillas), América fue poblada por asiáticos a través del puente natural que todavía existía entre ambos continentes. Los rostros de los pielrojas, mayas, aztecas, muiscas e incas tienen una fuerte marca de esa raza, hasta en el color de sus pieles. Y hace una década estamos observando -estupefactos- las migraciones de africanos y de habitantes del medio oriente por los campos de Europa, como si estuviéramos en la alta Edad Media, lo que nos lleva a pensar en que esa movilidad humana… es atávica.
(Ni que decir de la silenciosa salida, durante décadas, de millones de colombianos hacia Estados Unidos, España, Chile y otros países. Y de las tristes imágenes televisivas de miles de venezolanos intentando huir del hambre y las enfermedades en el suyo. Hasta en la Biblia se dice, metafóricamente, que don Adán y misiá Eva tuvieron que salir -como pepa de guama- del paraíso terrenal… y buscar la papa en otras latitudes.)
España continuó esos desplazamientos -aunque, como hemos visto, primero llegaron otros por el occidente- y esa invasión ibérica, con la jefatura de extremeños (Cortés en Méjico y Pizarro en Perú nacieron en Extremadura) marcó con el idioma, la religión y las costumbres a Hispanoamérica, que otros prefieren llamar Indoamérica. Dentro de la actual Colombia hubo otra masiva movilización humana, que fue todo un terremoto socio-económico… trasladando el eje de la economía del oriente (donde se cultivaba la quina) hasta el centro-occidente, con el cultivo del café y la fundación de pueblos, que destaponó la barrera que dificultaba la comunicación con Antioquia. Lo que se denomina Eje Cafetero es la consecuencia de ese fenómeno sociológico, del que el gringo Parsons fue su principal cronista.
Y esa colonización paisa alcanzó el norte del departamento del Valle del Cauca: todos los municipios de sus laderas son fundaciones de antioqueños, que luego bajaron al valle geográfico modificando las costumbres existentes. En un parque de Caicedonia ví -hace años- una placa con un poema (no recuerdo su texto completo, ni su autor) que, en uno de sus versos, dice: “Al Valle por Antioquia arrebatada”. Y que lo plasmen en mármol y lo exhiban públicamente con orgullo, es la prueba de qué madera se sienten hechos los caicedonitas… el mismo talante que comparte la mayoría de los actuales 700 mil habitantes de nuestra Provincia Norteña.
“La sangre tira” es una expresión que todos hemos oido y esos quereres atávicos, esos impulsos, son respetables por eso mismo: porque tienen la terrible potencia de los genes que, una vez inoculados en cada ADN, ahí se quedan “per secula seculorum”. Y esa es la razón por la cual nos sentimos más afines -mucho más semejantes y no solo por ser colindantes- a ese Eje Cafetero que al departamento al cual pertenecemos… aunque solamente con posterioridad al inicio de la colonización paisa, que lo fue a finales del siglo 19. Al Valle del Cauca lo crearon a comienzos del 20.
La fuerza de las relaciones socio-económicas y culturales es mucho mayor que lo escrito en papeles, único contacto nuestro con el resto de este departamento… y con Cali que es -para repetirlo por enésima vez- una ciudad no solo distante, sino distinta. Esto generó las dificultades en esta frontera entre dos de las RAP (Regiones Administrativas de Planificación) ya creadas: la del Eje Cafetero y la del Pacífico. En esta misma web salió la noticia de que ambas están intentando reunirse para buscarle “la comba al palo” y ver la manera de aprovechar las semejanzas que nos unen con Caldas, Quindío y Risaralda.
Cartago -que he calificado como “la mamá del centro-occidente colombiano”, porque en su otrora inmensa jurisdicción fueron fundados la mayoría de sus municipios, entre ellos, Armenia y Pereira- debería ser llamada a través de sus dirigentes políticos, cívicos, empresariales, comunales para participar en esas reuniones. Al fin y al cabo, el Eje Cafetero comienza allí no más, a cuatro cuadras (escasos 400 metros) del Parque de Bolívar… mientras Cali está a 200 mil, en la quinta con porra. De la tal RAP del Pacífico no tenemos ni idea y no pueden decidir nuestro futuro sin consultarnos. Nunca les hemos importado: ni siquiera sus medios de comunicación se refieren a nosotros y solo lo hacen cuando hay un atentado en contra de algún personaje norteño. Claro que los diarios, emisoras radiales y el canal televisivo del Eje Cafetero… tampoco es que nos mencionen mucho. Pareciera que no somos “ni chicha… ni limoná”.
Aunque, viéndolo bien, ese anunciado encuentro me parece una botadera de corriente pendeja, una infame perdedera de tiempo y de esfuerzos porque no se debe -ni se puede- plasmar en más papeles lo que son mandatos telúricos, pues las costumbres (y no los códigos, reglamentos o normas escritas) siempre se imponen. Y es superflua esa reunión, porque existe hace rato una puerta abierta de par en par para salir de este enredo: crear la Provincia Quimbaya-Robledo con los 18 municipios norteños… y anexarla a la RAP del Eje Cafetero. Santo remedio.
Gustavo García Vélez | CiudadRegion.com
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