En el fragor de una intensa campaña política nos acercamos rápidamente a una definición trascendental en la vida de la nación colombiana. El proceso deja en el camino grandes damnificados y profundas heridas que ojalá cicatricen pronto para el bien del país y de todos. Controversias y diferencias que se dan inevitablemente en los segmentos de la sociedad e incluso en el seno familiar por posiciones que, con todo derecho, hacen parte del fuero personal, como la religión y otras creencias igualmente respetables.
Son dos caminos a seleccionar, porque abstenerse no lo es y cualquiera que se tome no nos debe llevar a enemistades. Los amigos y familiares que tomen la ruta alterna diferente a la mía conservan mi aprecio y cariño que espero igual en contravía. Lo que si no se debe admitir es el engaño y las argucias con juego sucio y difamatorio, desafortunadamente muy común ahora, especialmente en el amparo oscuro de las redes sociales.
Problemas graves tenemos y la lista es grande, desempleo, pobreza, inseguridad, corrupción, inequidad, solo por mencionar algunos importantes. Estos son los verdaderos enemigos, no la contraparte.
Y si algo realmente tiene ofendida profundamente a la ciudadanía es la corrupción y todo lo que conlleva. Porque hay corrupción frentera y bajo las sombras sin mucho castigo, que un estado de estructura gigante, vertical y burocratizada la facilita. Inequidad rampante en la distribución de los ingresos y servicios, donde el desempleo y la carestía hacen de las suyas, mientras por ejemplo los congresistas, cada vez más numerosos, manipulan a su favor los exagerados sueldos y prebendas, que tratan de proteger constitucionalmente. Esto me lleva a recordar la columna publicada en ciudadregion.com el 2 de agosto de 2020, señalando la necesidad de aplanar y reducir el Estado, que coincide grandemente con lo planteado por uno de los dos actuales candidatos presidenciales, al cual me referí en otra columna del mismo medio el 28 de febrero de 2022, en momentos cuya aceptación era un poco superior al 10% y pocas posibilidades de clasificar y cumplir sus promesas de campaña.
Aparte de esa columna, me permito transcribir en este artículo: ¨ El asombroso crecimiento de un nuevo y desconocido candidato presidencial se debe en buena parte a su discurso reiterativo de acabar con los corruptos, quitarles las chequeras y tantos privilegios, palabras que a todos nos suena bien, menos a esos bandidos. La esperanza sigue viva, pero las dudas persisten. ¿Será verdad? ¿Persistirá en este propósito? ¿Es un nuevo engaño? ¿Está untado…? Muchos interrogantes por el poco conocimiento del candidato. Si existiera la certeza del cumplimiento de sus planteamientos, se llenaría de votos, como sucedió con el conejo de la consulta anticorrupción del 26 de agosto de 2018, pues estamos mamados con esta plaga.¨
Hoy, tres meses largos después, las circunstancias han cambiado radicalmente. El candidato, firme en su discurso, sorpresivamente clasificó y las encuestas han mostrado favorabilidades mayores al 50%, lo que vislumbra la posibilidad del cumplimiento de sus promesas, o al menos en parte, porque el pataleo en la lucha anticorrupción y la reducción de prebendas injustificadas será mayúsculo.
En coincidencia con mis planteamientos reiterativamente publicados en www.ciudadregión.com , mi voto y seguramente el de toda mi familia será por el Ingeniero Rodolfo Hernández, respetando con todo derecho el de uno de mis hijos, que ha manifestado su preferencia por la opción alterna. Sabemos que la competencia no es entre ángeles y necesariamente debemos escoger. Triunfe quien triunfe el que gane debe ser Colombia.
Nota aclaratoria
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